Las Olimpíadas y el fomento al deporte

El Gobierno debe fomentar la práctica deportiva, especialmente en las escuelas, pero para ello debe dotar de la necesaria infraestructura a los establecimientos educacionales en una primera etapa y establecer centros de alto rendimiento regionales y uno p

Las Olimpíadas y el fomento al deporte

Los amantes del deporte tuvimos la oportunidad, durante 15 días, de disfrutar de la máxima competencia que brindan las distintas actividades, tanto a nivel individual como colectivo, y de observar con sorpresa y admiración la presencia de velocistas como Usain Bolt; de nadadores como Michael Phelps o de corredores de resistencia, como los africanos.

En el caso de la Argentina, Paula Pareto ratificó su liderazgo en judo y Santiago Lange demostró que se le puede ganar a cualquier rival, inclusive a la dureza de una enfermedad y obtuvieron el premio mayor. Los Leones aportaron la tercera medalla de oro, ratificando que, en esa disciplina, la Argentina cuenta con un poderío impresionante.

La gente disfrutó y sufrió junto a Juan Martín Del Potro que, después de volver de una larga lesión, le ganó a dos de los tres mejores del mundo con su tenis y con su corazón, demostrando que antepuso su amor por el país por encima del dinero porque, aunque hubiera ganado el oro, el premio en dólares obtenido era menor al de cualquier torneo del circuito.

También premió la actuación de un Germán Chiaraviglio que hizo honor a una familia que siempre se distinguió por la actividad. En los deportes de conjunto, puede decirse que la Argentina cumplió.

Con grandes hazañas, como las los pibes del vóley; la ratificación de que la generación dorada de básquet puede tener su continuidad; la cierta decepción de Las Leonas, que parecieran haber sufrido las consecuencias de la presidencia del inefable Aníbal Fernández en la Federación; las esperanzas que dejaron las chicas y los chicos de hándbol, mientras en el plano absolutamente negativo aparece el fútbol, que está pagando las consecuencias de una conducción en la que se han revertido los objetivos, porque antes los dirigentes sacaban dinero de su bolsillo para sostener al club y en los últimos años sacan dinero del club para engrosar sus bolsillos.

Pero hay disciplinas que demostraron, salvo honrosas excepciones, que estamos lejísimos de poder participar con cierto éxito en el máximo nivel de competencia.

La Argentina se encuentra en el 23° lugar del medallero. Es sabido que resulta imposible competir frente a potencias como Estados Unidos, Rusia, China, el Reino Unido o Alemania, pero a pesar de haber logrado la mayor cantidad de medallas desde 1948 hasta el presente, hemos sido superados por países con los que podríamos competir de igual a igual, como Hungría, Polonia, Colombia, Holanda o Bélgica, sin contar entre ellos a Brasil, que tuvo el aporte extra de ser local o de Jamaica, una verdadera potencia entre los velocistas.

Esa ubicación no es fruto de la casualidad. Responde a una carencia en el plano deportivo que ha ganado a la Argentina. Sucede que en el país, para poder practicar algún deporte es necesario ser socio de algún club y el aporte en dinero que se debe realizar es importante, porque no sólo hay que pagar la cuota societaria sino también el profesor y los elementos para practicar la disciplina.

El resquicio que queda para que todos puedan tener acceso a las prácticas deportivas, especialmente en atletismo, son las escuelas. Es aquí donde se presenta el gran desafío.

Es sabido que un joven que practica deportes está mucho más lejos de los peligros de la calle pero no es menos cierto que las escuelas no cuentan con la necesaria infraestructura para que los chicos puedan desarrollar sus habilidades.

Es más, si algún profesor llegara a descubrir algún talento entre los alumnos, las posibilidades de tallar ese diamante son escasas por la falta de competencia y por la carencia de una segunda etapa, como podrían surgir con la existencia de centros regionales de alta competencia y dar así el gran salto nacional.

Si bien la mayor responsabilidad le cabe al Gobierno, que es el que debe implementar las políticas, también es cierto que es un deber que debe cumplir la política en general, porque los resultados se verán a mediano y largo plazos y superan la gestión gubernamental.

Esta exigencia también le cabe a la dirigencia deportiva, que debe ayudar y apoyar a través de su conocimiento a la instrumentación de planes que permitan alcanzar los objetivos trazados.

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