“Mujer orquesta”. Una expresión que grafica de manera más que literal, los roles, funciones, actividades, responsabilidades, placeres y obligaciones a las que muchísimas mujeres llegan a diario repartidas entre la cotidianidad hogareña, lo personal, y la pasión por una carrera o trabajo.
Pero lejos de hablar de “capacidades de trabajo en ellas” se trata de ver lo que deviene del género. Y es que con el paso del tiempo la inserción de las mujeres en los ambientes laborales (incluso en puestos jerárquicos, a pesar que aún queda mucho por hacer en el camino de la igualdad en este sentido) las hace posicionarse casi -casi, como la verdadera “mujer maravilla”. Esa que llegaría a todo (o casi todo) sin dejar de lado el desarrollo y desempeño de su trabajo.
Sin embargo, cabe preguntarse: ¿el universo femenino posee una mayor capacidad de trabajo, o estamos utilizando de manera inadecuada el término? Y de ser así, ¿esa cualidad, puede volvérsele en contra?
Para clarificar términos y ahondar en una reflexión constructiva, Viviana Imperiale (titular de la cátedra de Psicología Laboral en la Universidad del Aconcagua y disertante en diversos claustros académicos) disipa dudas.
“Las mujeres en general, no es que tengan mayor capacidad de trabajo, sino que tienen que mostrar aún más que los hombres, las competencias que poseen en el ámbito laboral”, aclara la profesional.
- ¿Se trata de cualidades potenciadas para estar a la altura de las exigencias laborales?
- No es que las mujeres tengan más “capacidad” laboral que los hombres, sino que tienen que demostrar más, para competir con ellos. Eso sí, existen siempre las diferencias individuales en el ámbito del trabajo. Cada persona, ya sea hombre o mujer tiene diferentes capacidades para afrontar la situación de empleo, entonces en este sentido hay que ver caso por caso. Si tenemos que generalizar lo que podemos pensar es qué competencias (no capacidades) tienen las mujeres, o cómo cada sujeto en realidad, construye su propio proyecto de vida. Es decir desde el “hacer” que va a llevar a cabo esta persona en la vida, y cómo se va a posicionar frente a ese “hacer”. Es decir, si lo va a realizar de una manera más o menos activa. Y en base a eso, las mujeres en general, sí han cambiado.
- ¿En qué sentido?
- Antes eran más activas sólo en el rol de la maternidad y en el del matrimonio, sin tener demasiadas expectativas de logro respecto a lo personal y al trabajo o carrera. En cambio, hoy sí. La mujer se posiciona no sólo en el ámbito personal y del hacer, o de la maternidad, sino en el plano laboral. Además tiene muchas más expectativas de logro.
- ¿Qué tipo de particularidades del género colaboran para el desarrollo de las competencias laborales, respecto a los hombres?
- Ellas tienen más capacidad de adaptación, de poder concentrarse en diferentes cosas a la vez. Además poseen confianza en sí mismas, mucha capacidad de coordinación (combinan muchas cosas diversas a la vez hasta en el hogar), pueden identificar y resolver problemas, tienen sensibilidad social, y una mayor capacidad de socialización y de tolerancia a la frustración, respecto del hombre.
- ¿Por qué?
- Porque deben competir más en los ambientes laborales, para lograr igualdad de condiciones respecto al hombre. Es como que están acostumbradas a frustrarse en muchos de sus roles, es decir tienen más entrenamiento en esto, no más capacidad que el mundo masculino.
- ¿Esa versatilidad y exigencia se puede volver en contra?
- Sí, puede suceder cuando falta equilibrio. Hay que diferenciar dos conceptos que están mezclados: una mujer puede tener mucha confianza en sí misma, pero debe saber cuándo, cómo, y hasta dónde poner los límites, es decir hasta dónde va a dar. Solemos “entramparnos” nosotras mismas en el hecho de querer hacer muchas cosas sin poder discriminar que no todo se puede, y que hay que poner prioridades. Es importante entender que se tiene que saber diferenciar entre lo que se puede, quiere y las circunstancias dadas.
También es verdad que al tener que demostrar mayores habilidades frente a un mundo laboral exigente (mucho más para la mujer) hace que muchas sean más vulnerables a ciertas situaciones de trabajo como por ejemplo, sufrir más de ‘bournout’ (una de las enfermedades laborales actuales) o de ser acosadas sexualmente o psicológicamente.
El equilibrio es fundamental para no dejarse llevar por la vorágine de la situación, exigencias, o características de personalidad. El trabajo psicológico en este sentido genera que uno como mujer pueda ir poniendo más en órbita y en orden, esas disonancias entre lo que se quiere, puede y lo que las circunstancias brindan. Hay que diferenciar eso espacios y sentirse satisfecha realmente con lo que uno puede brindar.