Es un boom desde hace algunas semanas y se lo conoce en las redes como "el baile del ataúd". Miles de memes se han hecho y compartido al respecto y las imágenes se viralizaron hasta el infinito.
Se trata de un grupo de funebreros ghaneses que acostumbran llevar los ataúdes al hombro mientras hacen algunos pasos de danza camino al cementerio. Para varias de las monedas mundiales, el baile del ataúd podría ser una metáfora de su futuro próximo. Mientras tanto, todas bailan al compás de la volatilidad actual, que se triplicó durante el mes de marzo.
Y eso sin hacer distinciones entre las divisas de países desarrollados y emergentes. "La volatilidad de las divisas del G-10 y de los emergentes se volvió similar. En el lapso de tres semanas se multiplicó por tres, aunque su nivel sigue siendo inferior al de las crisis de 1998 y 2008", indicó Christopher Dembik, analista de Saxo Bank. "Del segundo trimestre de 2019 hasta fin de año observamos una progresión constante del apetito por el riesgo en los mercados cambiarios.
Esta suba, que no se producía desde el período que va desde fines de 2017 a principios de 2018, fue alimentada principalmente por la perspectiva de un acuerdo comercial entre Estados Unidos y China.
Pero desde principios de 2020, esta tendencia se invirtió a causa del coronavirus, pasando, en nuestro índice de referencia, de +2% en el último trimestre de 2019, a -4,4% en el primero de 2020.
Es la mayor baja desde la devaluación del yuan de 2015", agregó el especialista. Si, a principios de febrero, el impacto del coronavirus se empezaba a notar con mucha más fuerza entre las monedas emergentes, sobre todo en las de aquellos países con las relaciones comerciales más estrechas con China, epicentro de la pandemia, hoy el daño causado por el Covid-19 es planetario.
Como muestra de esto alcanza con dar algunos ejemplos. En el lapso de un mes, el rublo ruso perdió un 20% contra el dólar, afectado principalmente por el derrumbe en el precio del crudo, uno de sus mayores productos de exportación.
Y la libra esterlina se depreció un 13% en dos semanas, mientras que el dólar canadiense, acostumbrado a mantener una gran estabilidad con su par estadounidense, se encuentra en su menor nivel desde 2015.
Y ni que hablar de aquellas monedas de países que hoy están siendo sometidos a fuertes presiones en los mercados internacionales, tales como la Argentina (en plena negociación de la reestructuración de su deuda), el Líbano (que anunció que sus reservas internacionales se agotaron), Ecuador (que el pasado 20 de marzo anticipó un posible default de su deuda soberana) y 77 países más que pidieron auxilio al Fondo Monetario Internacional (FMI) en las últimas semanas.
MUCHO MÁS DIFÍCILES
En la visión de los analistas, los próximos meses serán mucho más difíciles que los que acaban de pasar. Los inversores, ya escaldados por la caída brutal de la actividad económica en todo el mundo y por el derrumbe del comercio internacional, ahora se enfrentan a la incertidumbre de hasta cuándo va a durar la cuarentena que impide toda recuperación.
Como si esto no fuera suficiente, los planes de estímulo puestos en práctica por los principales países desarrollados, y los programas de política monetaria ultra expansiva lanzados por sus respectivos bancos centrales, van a ampliar aún más la volatilidad en los mercados de cambio, según los especialistas.
Porque lo que se vislumbra en el horizonte es una demanda mucho mayor de dólares para refugiarse en un momento tan incierto como el actual y, al mismo tiempo, con el fin de preservar la liquidez para cuando el viento cambie de dirección.
En cuanto a los emergentes, la recuperación de los tipos de cambio puede llegar a ser mucho más lenta. "Las monedas de estos países seguirán siendo el eslabón débil en el corto plazo", indicó el analista Luis Costa, del Citigroup, quien consideró que muchos de ellos dejarán depreciar sus monedas para recuperar competitividad, lo que podría provocar una guerra de divisas a nivel internacional, dentro de un contexto ya de por sí muy difícil.