La crisis y el cambio en el escenario político le torcieron el brazo a Mauricio Macri y lo obligaron a dar un giro de 180 grados grados, volviendo a implementar regulaciones para el mercado cambiario que su Gobierno eliminó.
En las últimas horas el Ministerio de Hacienda y el Banco Central venían negando con énfasis lo que finalmente ocurrió. El decreto de necesidad y urgencia 596, confirmaron cuatro fuentes oficiales ayer, había sido redactado el 28 de agosto. A Guido Sandleris y Hernán Lacunza se les había complicado convencer al Presidente de implementarlo.
El revés que el mercado le dio al anuncio del reperfilamiento de la deuda, llevando el dólar a $62 y la tasa de interés de referencia por encima el 83% el viernes, generó un cimbronazo en la Casa Rosada. Allí se instaló la certeza de que si no hacían “algo más”, la crisis se podía espiralizar comprometiendo la estabilidad institucional. Esto quebró la actitud presidencial.
El drama de Macri es que hoy ya no tiene margen para restablecer la confianza y generar expectativas positivas, dos componentes que hacen a la médula espinal de cualquier economía estable. Y lo probable es que el riesgo país se volverá a disparar, subirá fuerte el precio del dólar, ese refugio al que corren los argentinos cuando el peso se desangra, y reaparecerá el mercado negro de divisas.
Macri recibió de Cristina Fernández un país con cepo y default, con déficits fiscal, cuasifiscal y comercial, tarifas atrasadas e inflación del 25% anual. Consideró que con deuda podía solucionarlo todo y puso a su administración en manos del mercado financiero, que lejos de tener algún tipo de sensibilidad social tiene como único objetivo multiplicar el dinero.
En el camino, Macri redujo los encajes de los bancos en moneda extranjera. Eliminó el límite mensual de compra de 5 millones de dólares. Incrementó el tope de compras en efectivo de 500 a 2.500 dólares. Eliminó el plazo mínimo de permanencia de capitales especulativos. Y suprimió el plazo para la liquidación de divisas de todas las exportaciones.
Esas y otras medidas fueron para darle certeza al mundo que la Argentina había cambiado y que estaba parada sobre otros intereses geopolíticos. En lo que Macri no reparó era que estaban gobernando un país con una economía bimonetaria, pero con fuerte escasez de divisas.
Hoy, 1.362 días después, el Presidente dejó en evidencia que el camino elegido no fue el mejor. Los dogmas volaron por el aire después de que el plan económico iniciara su desintegración en mayo de 2018 cuando el mundo cerró el grifo del financiamiento y apareció el Fondo Monetario Internacional evitando en ese momento el default y la hiperinflación.
Pero ya es tarde: al empeoramiento de cuanto indicador socioeconómico existe se le suma que una montaña de votos con la que la ciudadanía le dijo al Presidente que su cambio no alcanzó ninguna de las metas prometidas en 2015.
Macri dejará al país con cepo cambiario y default, como en el punto de inicio de su administración, pero con 120.000 millones de dólares de deuda más que pagarán los contribuyentes durante muchos años y una recesión que lejos de terminarse se va a profundizar.