Maxi Salgado - Editor de Más Deportes msalgado@losandes.com.ar - @maxisalgado
"Lo importante en la vida no es el triunfo sino la lucha. Lo principal no es haber vencido, sino haber luchado".
Pierre de Coubertin
(fundador del Movimiento olímpico).
Pasó el Superclásico de nuestro país y cómo siempre quedaron heridas abiertas que para los argentinos suelen ser como flechazos al corazón.
Nuestra ‘cultura’ nos ha enseñado que una derrota futbolística sólo puede ser comparada con la muerte. De hecho, en el vocabulario futbolero está incorporada esa dicotomía (como en la arena romana) que le otorga toda la gloria al que gana y la carne del que pierde a los leones.
En la vida casi todo es competir, competimos diariamente en la familia, en los estudios, en el trabajo, en los negocios, en el deporte, en la sociedad, por el dinero, por el amor, contra las enfermedades, contra la conciencia, contra las virtudes y valores humanos, etc.
En esas competiciones se gana o se pierde, muy pocas veces se empata e incluso la igualdad está mal vista. Así nos han educado y así estamos educando nosotros a las generaciones futuras. En lo que ha fútbol se refiere, vemos al rival como un enemigo acérrimo al que hay que ganarle así sea pegándole un tiro en la cabeza.
“Sé que mis jugadores los clásico los juegan bien, porque es a morir, y a morir los míos mueren, no le temen a la muerte”, dijo Diego Simeone hace unas semanas cuando su equipo iba a jugar las semifinales de la Champions frente al Real Madrid.
Cuando ganamos, está todo permitido y se disfraza con el famoso “folclore del fútbol”, pero cuando perdemos nadie puede decirnos nada y entonces el folclore lo enterramos rápidamente.
Así pasó con Guillermo Barros Schelotto, quien recibió un par de cargadas de parte del público, y con su habitual lengua filosa calificó a esas personas como “subdesarrolladas”. Sabedor de que estaba frente a seres poco pensantes, ¿por qué el técnico Xeneize bajó la ventanilla y los enfrentó en lugar de irse sin más? Porque ser desafiante está en su ADN.
Parece que Guillermo se olvidó de todas las cosas que hizo durante años de futbolista, especialmente contra River y que hicieron que se convirtiera en el enemigo público número uno para la gente del Millonario. Cómo pasa con Ramón Díaz en la vereda de enfrente. Si el técnico de Boca hoy fuera Riquelme o hasta el mismo Palermo, el clima sería diferente, porque ha habido otra convivencia. Ocurriría lo mismo con Francescoli del lado de River.
Hay una delgada línea de respeto que los jugadores rompieron desde la aparición de las redes sociales. Dejaron de ser deportistas y se convirtieron en hinchas “VIP”, ya que cada vez es más común esperar la selfie de los ganadores en el vestuario mandado su mensaje. Dónde está entonces el límite que pide el personaje.
En el último clásico jugado en el Monumental, en el que Boca se impuso 4 a 2 tras ir perdiendo 2 a 1, sus jugadores se sacaron una foto en el camarín con los cuatro dedos arriba, lo mismo que hizo la chica que le pidió una foto a él en la Fundación Favaloro y a la que le va a hacer perder el trabajo solo por haber sido más pícara que él, que durante años se vendió como el niño terrible.
En diciembre, ese 4 a 2 también tuvo episodios como el tuit polémico que incluía un emoji de una gallina y un revólver, además de la letra “B”, en alusión al paso de River por la Primera B Nacional que puso el jugador xeneize Nazareno Solís o la foto en la que Walter Bou pone cuatro dedos sobre el escudo de River de la camiseta que tiene puesta un chico que le pidió una foto. Esto quiere decir que “El Mellizo” tiene personas “subdesarrolladas” en su plantel con las que convive permanentemente y, en consecuencia, debería estar acostumbrado.
“Se lo dedicamos a ellos que no tienen pelotas para jugar finales como nosotros”, dijo el Chapita tras un partido contra River en 2004. En ese mismo partido le había pegado una piña a Gabriel Macaya, preparador físico de River. Todas actitudes de gente “desarrollada”, según él.
En otra oportunidad fue a un programa de televisión e ignoró a los periodistas que le hacían preguntas. Actitudes que demuestran falta de respeto. Barros Schelotto actúo con la “Ley del Talión”, que se usaba en Babilonia. Una situación bastante “subdesarrollada” en la que se predicaba el “Ojo por ojo y diente por diente”.
El cortafuego
Todo esto le vino bárbaro para que se archivará rápido lo mal que jugó su Boca ante River, sin las agallas que el Mellizo dicen hacen falta. Así cambió el foco de atención y se habló más de la chica de la Fundación Favaloro, que de los goles del Pity Martínez o Alario.
Si a uno no le gusta recibir cargadas, no debe entrar nunca en ese juego. Siempre se debe predicar con el ejemplo y principalmente cuando se ocupa un cargo como el del técnico de Boca.
Guillermo tiene un prontuario bastante amplio como para tratar de dar clases de moral. Es como que una persona que pasa siempre los semáforos en rojo se quejara de la gente que estaciona en doble fila.
En ese “folclore” futbolero todo vale, hasta la falta de respeto, pero mientras no me afecte a mí, es el mensaje. Así está naturalizado que se escriba Riber en lugar de River y no he visto a ningún protagonista que salga a decir nada al respecto. Nada más insufrible que ver a un mal perdedor. Una persona que no sabe contenerse es, como mínimo peligrosa, pero lo que es peor, insoportable. Cómo también hay que ser mesurado a la hora de los triunfos.
También hay que referirse a los hinchas de Newell's queriendo romper todo por la derrota de su equipo frente a Central o a los sanjuaninos que publicaron dos avisos en el diario de esa provincia "gastando" a los de Godoy Cruz. "Fútbol sin violencia. No somos rivales, somos padre e hijo", decía.
No dejemos por favor que estas actitudes se naturalicen. Si no queremos gente "subdesarrollada", no actuemos en consecuencia.
Enseñemos a los chicos que levantarse de una derrota es el mayor aprendizaje que se puede tener. Hasta que uno no cae, no aprende a levantarse, y aprender a levantarse es una de las mayores experiencias.
Después vemos a los padres enseñándoles a sus hijos a no respetar al rival en las competencias de inferiores. Así, en los últimos meses, hemos lamentado muertes de entrenadores por el sólo hecho de decidir que un chico no sea titular.
De nada sirve que los equipos salgan a las canchas con banderas que piden no a la violencia, si no estamos convencidos de eso.
El respeto es primordial para que una sociedad funcione como tal.