Las lecciones del papa Francisco sobre cómo juzgar y amar

Una interpretación acerca del sentido profundo de la visita del papa Francisco a Estados Unidos a través del análisis de su pensamiento más íntimo.

Las lecciones del papa Francisco sobre cómo juzgar y amar

Una de las novelas favoritas del papa Francisco es "Los novios", de Alessandro Manzoni. Se trata de dos amantes cuyo anhelo de casarse es frustrado por un sacerdote cobarde y moralmente mediocre, y por un noble avaro. Un fraile sencillo y bueno brinda refugio a la pareja que sufre. Luego, la plaga golpea al país, y les recuerda a todos su mortalidad y vulnerabilidad, y también da lugar a un ajuste de cuentas moral.

Mientras que los médicos sirven en los hospitales por el cuerpo, las buenas personas en la Iglesia sirven en ellos por el alma. Un cardenal reconviene al padre. "Debiste haber amado, hijo mío; amado y orado. Entonces, habrías visto que las fuerzas de la iniquidad tienen poder para amenazar y herir, pero ningún poder para ordenar". Al final, hay escenas de confesión, perdón, reconciliación y matrimonio que rompen el corazón.

Menciono la novela favorita de Francisco, la misma que ha leído cuatro veces, porque nosotros, en los medios, estamos a punto de sobrepolitizar su visita a Estados Unidos. Nos sentimos cómodos hablando de nuestras disputas ideológicas, así es que seguimos de cerca y cubrimos cualquier pista que suelte sobre el aborto, los matrimonios gays, el calentamiento mundial y el divorcio.

Sin embargo, esta visita es también un acontecimiento espiritual y cultural. Millones de estadounidenses expresaron su fe en público. Francisco ofreció instrucción doctrinal a los católicos. Sin embargo, el gran regalo fue el hombre mismo; su forma de ser, la forma en la que se comporta. Específicamente, Francisco ofrece un modelo sobre dos grandes cuestiones: qué tan profundamente se escucha y se aprende. Cómo se mantienen ciertos estándares morales, mientras se sigue siendo amoroso y compasivo hacia aquéllos con quienes se hace amistad.

Durante toda su vida, el mensaje esencial de Francisco ha sido antiideológico. Como nota Austen Ivereigh en su biografía "The Great Reformer" (El gran reformista), Francisco ha criticado consistentemente los sistemas intelectuales abstractos que hablan en generalidades crudas, instrumentalizan al pobre e ignoran la rica naturaleza idiosincrática de cada alma y cada situación. Ha escrito que muchos de nuestros debates políticos son tan abstractos que no se puede oler el sudor de la vida real. Reducen todo a "cansados discursos grises de libro de historietas".

El gran don de Francisco, en comparación, es el aprendizaje a través de la intimidad, no solo del estudio de la pobreza, sino de vivir entre los pobres y sentirla como una experiencia personal desde dentro. "Yo veo a la Iglesia como un hospital de campo después de la batalla", Francisco le dijo al entrevistador, padre Antonio Spadaro. "Lo que más necesita la Iglesia hoy día es la capacidad de sanar heridas y llenar de cariño el corazón de los fieles; necesita cercanía, proximidad. Sana las heridas, sana las heridas. Y tienes que empezar de abajo hacia arriba".

Esa cercanía enseña hasta el más mínimo detalle, pero también despierta un sentido de respeto. "Veo la santidad del pueblo de Dios, esta santidad cotidiana", ha dicho Francisco. "Veo la santidad en la paciencia de la gente de Dios: una mujer que está criando a un hijo, un hombre que trabaja para llevar el pan a su casa, el enfermo, los sacerdotes ancianos que tienen tantas heridas, pero tienen una sonrisa en el rostro".

Practicamos un elitismo moral e intelectual, miramos hacia arriba al estatus, y al conocimiento especializado y desespiritualizado. Francisco enfatiza que los diferentes tipos de conocimiento provienen de diferentes lados. Lo expresó así: "Así es con María: si se quiere saber quién es ella, se les pregunta a los teólogos; si se quiere saber cómo amarla, se le tiene que preguntar al pueblo".

Hoy día, algunas personas religiosas creen que necesitan apartarse de las corrupciones de una cultura moderna decadente. Sin embargo, Francisco arguye que uno necesita lanzarse a las diversas culturas vivas del mundo para ver a Dios en toda su gloria, y uno necesita fe para ver a las personas en toda su profundidad. Es afecto a citar unas líneas de "Los hermanos Karamazov" de Dostoievski: "Solo el pueblo y su futuro poder espiritual convertirán a nuestros ateos que han cortado lazos con su propia tierra".

Todo el enfoque de Francisco es personal, íntimo y de cada situación. Si uno es demasiado riguroso y solo se aplican reglas abstractas, arguye, solo se está lavando las manos de la responsabilidad hacia una persona. Sin embargo, si uno es demasiado permisivo y solo trata de ser condescendiente con todos, se está ignorando la verdad del pecado y la necesidad de corregirlo.

Solo estando inmerso en la especificidad de esa persona y esa alma misteriosa es que se puede conseguir el equilibrio correcto entre el rigor y la compasión. Solo siendo íntimo y amoroso es que se puede equiparar a la autoridad que surge de las enseñanzas de la Iglesia con la sabiduría democrática que borbotea del sentido común de cada individuo.

Francisco es un extraordinario aprendiz, oyente y desconfiado de sí mismo. La mejor parte de esta semana fue observarlo relacionarse con las personas, cómo escucha profundamente y aprende de ellas, cómo las ve en su gran pecaminosidad, pero también en su infinita misericordia y amor incondicional.

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