En la historia de los pueblos hay hechos que van más allá del relato histórico y subyace en la memoria de los viejos y que con el paso del tiempo suelen convertirse en leyenda y esta es una de ellas.
Cuando la Villa era un pequeño caserío en medio de los cerros a 3.151 metros de altura y solo ocupado por una veintena de familias ferroviarias, en Enero de 1951 Las Cuevas vivió un hecho histórico solo recordado por muy pocos mendocinos: la visita del Presidente Perón y su esposa. Eva quedó encantada por la belleza del lugar y se comprometió con sus pobladores convertirla en una villa importante.
Dice la leyenda que una anciana pobladora la anotició que el caserío estaba bajo la protección del espíritu milagroso de un arriero muerto por un alud de nieve, y que al igual que muchos difuntos, se cobra con la vida del promesante su no cumplimiento. Eva, mujer creyente, depositó en manos de la anciana un cofre en el que guardaba parte de sus joyas con el objeto de demostrar al espíritu protector su compromiso, joyas que deberían ser depositadas bajo el piso del ofrendatorio en recuerdo del arriero, y del que ya nadie recuerda su nombre.
A poco de su partida, el Demonio que no sabe de compromisos metió la cola y un avispado vecino, en un descuido de la depositaria se robó el cofre y lo escondió bajo una enorme roca con la intención de convertirlo en dinero contante y sonante.
Ese mismo día, Eva tuvo una fatídica premonición, había soñado que se le aparecía el arriero y le reclamaba su vida como pago por incumplimiento de lo pactado. Pero no todo terminó ahí, a los pocos días fue avisada de la muerte de la anciana. Eva, desesperada ofreció una jugosa recompensa, pero pasaron los meses y este no apareció.
El 17 de Octubre de 1.951 fue nuevamente a ser visitada por el espíritu quién la intimó a cumplir su promesa. Ante la imposibilidad de hacerlo le ofreció reemplazar el mismo con otros bienes; este los rechazó y volvió a reclamar su vida como pago.
Las autoridades, ignorantes del pacto, seguían lentamente con las obras sin saber el alto precio que la señora pagaría por ellas, pero para Eva eran como el lerdo marchar de las manecillas de un reloj en desigual carrera ante el rápido avance de su enfermedad.
Al final aceptó enfrentar su trágico destino y decidió dar a conocer su testamento político donde menciona nueve veces su propia muerte. Fallece el 26 de Julio de 1.952.
Ocho meses después de su muerte, el 1 de Marzo de 1.953, Perón acompañado del Presidente de Chile Carlos Ibáñez inaugura la nueva villa, a la que en homenaje a la difunta denomina "Villa Eva Perón".
Lo que no sabían y lo que si sabían los pobladores era que el difunto arriero no estaba conforme con haberse cobrado la vida de Eva, quería que se cumpliese con lo prometido: erigir a la entrada del villorrio un ofrendatorio en su memoria y que bajo su base se enterrasen las joyas.
El vengativo espíritu al ver pasar el tiempo sin que se cumpliese su demanda, enajenó la mente del marino designado como interventor de la Provincia por los que derrocaron el gobierno de Perón, quien que a poco de asumir se trasladó a la Villa y enceguecido de furia hizo desalojar la Hostería, ordenó sacar toda la vajilla y amontonarla en la plaza. Tomó un martillo y rompió uno a uno los platos y el resto de la vajilla porque lucían impreso un pequeño escudo con el retrato de Eva. El lamentable hecho ocurrió un día del año 1.955, borrando así de la memoria de los mendocinos el de "Villa Eva Perón".
La trágica historia es aún solo recordada por quienes durante las noches y alrededor de un fogón recuerdan viejos hechos para acortar las horas. Y así fue, como después del alud del año 1.953 la leyenda cobró fuerza al hallarse entre los escombros los restos un cofre y una gruesa cadenilla de oro. La codicia se enseñoreó de los integrantes de la patrulla de rescate y comenzó una alocada búsqueda del tesoro sin obtener ningún resultado que premiara sus esfuerzos.
Pasado unos años fui invitado por un gendarme a compartir un asado con un grupo de viejos vecinos, el vino soltó la lengua de uno de ellos y no solo contó que era verdad lo de las joyas, y vaya pedo que tendría que se acusó a sí mismo de ser el responsable del robo del cofre. Por supuesto nadie le creyó y ahí termino la historia.
Según me contó después, la historia del borracho le quedó picando y al otro día lo fue a buscar y le pidió le diera más datos y le contase que hizo con las joyas, que no tuviese miedo de decir la verdad, que de ser cierto, por el tiempo transcurrido, si es que hubo una causa, esta ya había prescripto. El hombre no solo negó sus dichos, si no que lo atribuyó a la mala calidad del vino.
La explicación no lo conformó y comenzó a indagar entre los vecinos más viejos del lugar y así llegó a saber que este, al poco tiempo de la visita de Eva, comenzó a hacer ostentación de tener plata, además había cambiado los desgastados botines por un par de lustrosos borceguíes y pasaba meses sin trabajar, solo dormir y chupar era todo su quehacer, hasta que una noche pareció enloquecer y se lo vio salir corriendo y gritando hacia la montaña pidiendo perdón a un tal Rudecindo por el robo cometido. A su regreso dejó de pagar copas, cambió sus borceguíes por vino y volvió a changuear para poder comer.
El gendarme terminó su relato agradeciendo a Dios no haberse dejado tentar por la avaricia y según cree, fue eso lo que lo salvó de morir aplastado por el alud que destruyó totalmente la "Villa Las Cuevas" en Agosto del año 1.965.
Hoy, a años de ocurrido los lamentables sucesos que les acabo de narrar, se de muchos que aún y sin importarles la maldición del espíritu del arriero siguen removiendo las ruinas en busca de tan preciado tesoro. Yo no me animo, quizás usted por su incredulidad sea el bendecido por la suerte, de ser así, que lo disfrute, se lo merece.