Las huellas informáticas de un presunto homicida

Va a juicio el crimen, ocurrido en enero, de un profesor de música que vivía solo en su departamento. La pesquisa sacó a la luz que la víctima se reunía con gente que conocía a través de internet. Una investigación basada en los movimientos en las redes s

Las huellas informáticas  de un presunto homicida
Las huellas informáticas de un presunto homicida

El 30 de enero de este año, a las 6 de la mañana, un joven de 24 años salía cargado de elementos de un departamento de Córdoba al 117 de Ciudad.

Afuera lo esperaba un hombre a bordo de un taxi-flet. En un departamento estaba el cadáver del profesor de música Alberto Daniel Chalar (44), quien vivía allí. En ese momento apareció por el lugar un vecino de Chalar y le preguntó al sujeto qué hacía con esos elementos.

“Soy Maxi, amigo de Alberto, y como nos vamos de vacaciones a San Rafael unos días voy a dejar sus cosas a resguardo”, respondió el desconocido. Por calle Córdoba, el fletero se impacientaba, a tal punto que se marchó.

El vecino del docente se acercó hasta la playa de estacionamiento contigua al edificio y le dijo al playero que lo acompañara, que creía que algo raro pasaba. En ese momento, el tal “Maxi” llamó un taxi y se fue por calle Córdoba hacia la Alameda, los testigos vieron que cargaba una mochila bastante llena.

Cuando el amigo de Chalar y el playero entraron al departamento, el profesor de música y regente de un colegio de Costa de Araujo estaba tirado en la cama. Alguien lo había asfixiado.

El caso cayó en manos de la fiscal Daniela Chaler de Ciudad y se presentaba complicado, porque el único sospechoso -alguien a quien los dos testigos no habían visto nunca- desapareció con algunos elementos de la víctima y dejó algunos otros embalados en los pasillos del condominio.

Y por más que dejó huellas en el departamento, no iba a ser sencillo saber de quién se trataba.

Para eso hizo su aparición la División Delitos Tecnológicos y se demostró una vez más que en las redes sociales uno deja muchas más marcas que con sus propias manos.


La madeja
En el caso del homicidio de Chalar puede ser la muestra de cómo los tradicionales métodos de pesquisa (testimonios, policía científica, escuchas, pericias) se complementan con algo que hasta no hace mucho no existía y ahora es un gran aporte para la resolución de casos intrincados: la vida de las personas a través de internet.

Los investigadores a las órdenes de la fiscal no tardaron demasiado en encontrar a un sospechoso. A partir de revisar teléfonos y otros dispositivos informáticos de la víctima, apareció la punta de la madeja, “ya que todo el mundo deja su huella en las redes”, según explicó un pesquisa.

De ese modo salieron conversaciones de chat con un tal “Max” que databan de fines del año pasado. Luego se supo que ambos frecuentaban una página de Badoo muy utilizada para concretar citas entre gays. “Un dato saliente es que quien después sería Abel Maximiliano Gibbs se hacía llamar Max”.

En la misma línea, los pesquisas cibernéticos detectaron que víctima y victimario contaban con dos perfiles de Facebook: “uno real y uno trucho”, indicó uno de los investigadores. “Maximin Prime”, por caso, era un perfil que Gibbs utilizaba para conectarse con otros hombres.


Presunto móvil
El contacto entre el docente y Gibbs quedó grabado en los mensajes por whatsapp la misma noche del crimen: 30 de enero. Entre la 0.38 y 0.39 se detectó una conversación en la que Gibbs escribe: "abrime" y "estoy acá" y la respuesta de Chalar en la que se lee "ok, bajo".

De acuerdo con la línea investigativa, la fiscal Chaler tiene para sí que la finalidad de Gibbs era “robar elementos de la casa de Chalar, y que para eso lo mató”.

Para llegar a tal conclusión se valió de los dichos de la pareja del acusado, que en su declaración dijo que Gibbs le había comentado que le llegarían muebles y otros elementos de parte de su padre en los días previos a que ocurriera el crimen.

Además, se comprobó, a partir del teléfono del fletero, que lo habían llamado para “hacer un flete a la madrugada, cuando fue el hecho”, varias horas antes de que aconteciera el crimen.

También los detectives se dieron cuenta de que Gibbs contaba con una deuda bancaria de 10 mil pesos.

Con todo estos datos -que luego fueron refrendados con comparaciones genéticas, dichos de testigos y huellas dactilares, entre otros- la fiscal entiende que Gibbs es el autor material de “homicidio criminis causa en concurso real con robo simple. toda vez que se ha establecido que el acusado, con el fin de asegurar su robo, le dio muerte a la víctima”, según escribió en la elevación a juicio.

Lo que parecía un crimen perfecto dejó de serlo mucho antes de que se cometiera: la primera vez que víctima y victimario dejaron sus rastros en el mundo de internet.

Víctima y victimario

Alberto Daniel Chalar (44). Era docente de música y regente de una escuela de Costa de Araujo. De acuerdo con sus allegados, era una persona "sumamente amable y que no se metía en problemas con nadie", muy querido por todos.

Hacía deportes en Regatas y asistía a un grupo de meditación llamado "Claves". Era un hombre retraído que no daba a conocer demasiados detalles de su vida. Se presume que intentaba ocultar a sus allegados su condición de gay. Su familia está representada por los abogados María Rus y Roberto Lavado.
 
Abel Maximiliano Gibbs (24). Sin antecedentes de ningún tipo. Se desempeñaba como asesor financiero y vivía en un hostel del Centro al momento de su detención. Estaba en pareja con otro chico cuando ocurrió el hecho.

Hoy se encuentra alojado en la cárcel de Boulogne Sur Mer acusado de “homicidio criminis causa”; su caso está a punto de llegar al juicio oral. El joven está representado por la abogada oficial Silvina González.

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