icen que tener un hijo es de las cosas más maravillosas que le puede pasar a una mujer. Albergarlo durante nueve meses debería ser una etapa de mucha alegría.
Poco, o nada, de eso pudieron sentir las cuatro chicas desaparecidas en Mendoza durante la última dictadura militar que estaban embarazadas.
Esta semana fue para millones de argentinos muy conmovedora; la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo recuperó tras 36 años de búsqueda a su nieto.
En Mendoza, son cuatro las parejas que fueron secuestradas cuando las mujeres estaban embarazadas. Como Estela de Carlotto, acá también hay abuelas que no pierden la esperanza de encontrar a sus nietos. Aquí, las historias de esas madres que no pudieron ser.
Los miedos de María Inés
María Inés Correa Llanos Sáenz estaba casada con Carlos Jacowzik Novic. Trabajaba en el hospital Central como instrumentista y también era docente.
Participaba de tareas políticas y sociales encabezadas por el padre José María “Macuca” Llorens, en el barrio San Martín. Cuando la secuestraron, junto a su compañero de vida y de militancia, estaba embarazada de siete meses.
Cuenta una amiga suya que el embarazo la tenía preocupada, pues si bien “estaba muy contenta”, tenía hermanos con deficiencias mentales y su miedo era que le pasara lo mismo al bebé que esperaba. Cuando los militares se los llevaron ella tenía 26 años y él 32.
La chica que hacía casas en el Papa
Adriana Bonoldi se había casado en octubre del 1976 con Marcelo Carreras. Hasta sus 23 años, que fue cuando la secuestraron los militares, dio clases en la Escuela de Música (hoy el Aula Magna de ese edificio lleva su nombre).
Él era algo más joven, a sus 21 años ya trabajaba en YPF. Los dos eran militantes del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores).
Como parte de su actividad política en sus ratos libres ayudaban a construir casas en el Campo Papa. Vivían en Godoy Cruz.
Cuando el 1° de diciembre del 76' la secuestran (el mes anterior se lo habían llevado a él), Adriana comenzaba a cursar su tercer mes de embarazo.
El largo viaje de María del Carmen
María del Carmen Moyano estaba casada con Carlos Poblete. A “Pichona”, como le decían, sus amigos de militancia la recuerdan como “una chica dulce, angelical, que inspiraba respeto y amor en todos los que la conocían”.
Hizo trabajo social en la Colonia 20 de Junio y en lo que en aquel entonces era la Dirección de Tránsito y Transporte. Eran militantes de la organización peronista Montoneros.
Los represores los secuestraron en Córdoba, en el centro clandestino de detención La Perla. A María Del Carmen se la llevaron a la ESMA luego. “Su hija nació en cautiverio y se la llevó el oficial Pedro Bolita. Aún la estamos buscando”, cuenta su hermana, Adriana Moyano, en el libro “Hacerse cargo.
La identidad de los detenidos-desaparecidos y asesinados en Mendoza”. Por lo poco que se sabe, ella pudo ser una de las tantas víctimas de los llamados “vuelos de la muerte”.
La búsqueda de María Domínguez
La historia de Gladys Castro es quizá la más conocida en Mendoza. Porque Gladys se casó con Walter Domínguez, hijo de María.
Esa mujer tiene hoy 82 años y es una de las pocas “Abuelas”(la entidad no existe institucionalmente pero sí simbólicamente en Mendoza) que cada jueves de su vida va a la plaza San Martín a hacer la ronda simbólica de las Madres de Plaza de Mayo.
Gladys trabajaba en una panadería, él estudiaba arquitectura y era chofer. Juntos militaban en el Partido Comunista marxista-leninista. Cuando los secuestran (diciembre del '77), como parte del operativo Escoba, Walter tenía 22 años, ella 24 y seis meses de embarazo.
“Como en aquella época no había tantos estudios como se hacen ahora, nunca supe el género. No sé si tengo una nieta o un nieto. Pero no pierdo la esperanza de que algún día él o ella me busque, como le pasó a Estela”, deslizó entre lágrimas María Domínguez.
Estas ocho personas, esas cuatro mujeres que tuvieron bebés, hoy están desaparecidas. En Mendoza, como en toda la Argentina, todavía quedan muchos nietos por encontrar. Aún queda historia por descubrir, identidades por recuperar.
La chica de Godoy Cruz que nunca sospechó de su identidad
Ella tiene unos 36 años y, al igual que lo fue su madre, es maestra. Vive en Godoy Cruz con su esposo y hace pocos meses fue mamá de un varón. En 2007 su historia se hizo conocida públicamente.
Al punto que la misma Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, viajó a Mendoza para reunirse con ella. Se trataba de la nieta recuperada número 87 y la única, hasta ahora, en la provincia.
Silvina es el nombre que le pusieron a Rebeca Celina sus padres apropiadores. Y como optó por conservar ese primer nombre, hoy se llama Silvina Rebeca Manrique Terrera.
La chica es hija de desaparecidos, de una joven pareja que fue capturada en 1976 cuando su beba Rebeca Celina tenía apenas ocho meses.
Los militares se llevaron a sus padres y aunque muchos detalles sobre cómo llegó a manos de los Guiraldes no hay, sí se sabe que no fue legalmente.
Sus padres biológicos eran Laura Noemí Terrera y Alfredo Mario Manrique Gil. En aquel tiempo, inmortalizaron a su pequeña hija en una foto sin saber que unos 30 años después eso posibilitaría que quien hoy es una mujer, recuperara su identidad.
Los Manrique y los Terrara siguieron, siguen, buscando a sus familiares. Por eso, cada 24 de marzo van con sus fotos a las marchas de la memoria. Pero fue una prima por el lado de la familia “adoptiva” la que en una de esas movilizaciones vio la foto de Rebeca Celina de bebé.
Cuentan que nunca había tenido dudas sobre su identidad. No sospechaba absolutamente nada. Por eso, cuando esta prima la descubre en esa foto, se ve un poco obligada a hacerse los exámenes de ADN y fue de esa manera como Silvina terminó descubriendo que la historia de su vida no era la que le habían contado.
Cuentan que nunca quiso hablar con los medios, que mantiene un perfil bajo y que al día de hoy le cuesta mucho enfrentar su verdadera historia.