Nunca fue fácil para los deportistas del interior del país ser protagonistas o llegar a ocupar un lugar en las Selecciones argentinas.
En estos días es más accesible, pero hubo un "tiempo que no fue hermoso", y aquellos que lograban atravesar el Arco de Desaguadero y se calzaban la Celeste y Blanca, marcaban un hito.
Así fue que Mirta Sánchez llegó a ser la primera jugadora mendocina de vóleibol en integrar la Selección argentina de menores.
Fue una de las más notables de todos los tiempos y, junto a su hermana Laura, protagonizaron parte de la historia del mítico Cepada, que dirigía el profe Ricardo Soloa a fines de los '70 e inicio de los '80.
A los 7 años Laura se animó a soñar que sería maestra y Mirta, un año más chica, le dijo a su madre: "Yo voy a llegar a la Selección argentina".
Las Sánchez son mujeres de palabra y objetivos claros, aunque hoy ambas abrazan la misma profesión: la docencia.
"Ellas iban a la escuela Avelino Maure, donde estaba el Centro Pablo Daguerre (Cepada) y que tenía al profesor Ricardo Soloa. Un día vinieron a pedirnos, al padre y a mí, permiso para practicar deporte. El padre les dijo que sí. Terminaban las clases a las 18 y a las 18.30 empezaban a practicar y a jugar al vóley. El profe las empezó a guiar y les decía que tenían que andar bien en la escuela para aceptarlas en el equipo. Ellas eran muy buenas alumnas", elogia a sus "niñas", Yoli la mamá de las Sánchez y fan N° 1 de Mirta.
"Después las empezaron a poner en los equipos y empezaron a jugar", agregó.
"Estaba en sexto grado - cuenta Laura- y llegó Soloa y dijo que las que quisieran jugar voley nos quedáramos. La verdad que después la motivé a Mirta para no ir sola y empezó a jugar. Ahí empezó su estrellato", ríe largamente Laura, quien jugó hasta los 18 años.
Mirta de a poco comenzó a destacarse. Era deportista por excelencia y entre sus actividades, además del vóley, también practicaba un poco de atletismo, tras destacarse en los intercolegiales, donde fue tentada por los DT de YPF.
“Sí, la socia una vez fue a anotarse en balonmano ¡si viera usted cómo jugaba!”, Yolanda no puede ocultar la admiración por sus hijas.
“Eso porque no la han visto jugar al fútbol. Es zurda y es muy buena”, agregó Laura, quien también de alguna manera padeció a su hermana además de disfrutarla como figura del deporte mendocino en aquellos días.“Y sí, era la hermana de, pero no dejaba de ser un orgullo para mí”, sostuvo la mayor de las Sánchez.
Mirta las observa tiernamente. Recuerda que en una oportunidad jugaron juntas: “Integramos el mismo equipo en el argentino intercolegial de Chapadmalal. Fue muy lindo”, comentó.
"Me acuerdo que nos entrenábamos de 6 de la tarde a las 9 de la noche, tres veces a la semana. Empecé a jugar y me iba bien, por eso a los 14 años Manolo Rodríguez me convocó a la preselección mendocina de mayores. Ya me entrenaba con las menores y juveniles y me quedaba a la primera. Lo mismo hacía en Cepada, pero a ese primer Argentino no pude ir por la edad, no se admitían cadetes", cuenta Mirta Sánchez.
Una de las históricas de aquel equipo de Mendoza de Regatas, denominado Las Brujas, armó el recordado profesor, Miguel Negri, plantel que logró el tercer puesto en el Sudamericano de Clubes en La Paz, Bolivia.
"En esos tiempos los entrenadores convocaban a las jugadoras más destacadas de cada club y en cada club había jugadores de buen nivel. En primera dominaban Regatas, YPF, UNCuyo y Cepada. Por ahí aparecían Pacífico o Maipú, pero las finales eran entre Cepada y Regatas. El profe Soloa en Cepada y el profe Negri con Regatas, era una gran rivalidad.
Si bien Mirta terminó jugando en Regatas, a la Selección argentina llega a los 15 años estando en Cepada.
"La primera vez que viajé a Buenos Aires tenía 15 años. Me llamaron a la preselección argentina, Alejandro Arconada. Fue raro, porque Marisa Gil, que en ese momento era mi entrenadora, viajó a Córdoba a un Congreso y se encontró con Arconada, quien le preguntó: ¿Qué pasa con Mirta que no va a la Selección?".
Era la única jugadora del interior convocada. No había llegado el comunicado a la Federación y Marisa me avisó cuando volvió. El 15 de diciembre viajamos con mi mamá a Buenos Aires, la última semana de entrenamiento de la selección. ¡Ellas venían entrenándose desde agosto! Había que mostrar todo y el 23 de diciembre dieron el equipo y quedé convocada.
Tuve 8 días para demostrar lo que quería. Esa noche me volví, pasé las Fiestas y el 3 de enero estaba en Buenos Aires”, cuenta Mirta.
“Es que cuando empecé a jugar al vóley me atrapó tanto, pero tanto que le dije a mi mamá que iba a llegar a la Selección. Ella me miró y dijo: “¡mmm bueno!. Como si le hubiera dicho: quiero ser presidente o astronauta”, ríe Mirta y agregó: “No me puedo quejar. Siempre nos apoyaron en todo mis padres”, contó.
Allí empezó la historia de Mirta Sánchez, la primera mendocina en la Selección argentina de vóleibol. Luego jugó un Sudamericano juvenil con la albiceleste. Vivió un año en Buenos Aires, la nostalgia la invadió y volvió tierra adentro, pero ya no al club de sus amores, sino a Regatas.
Por qué a Regatas y no a Cepada
“Cuando ella volvió de la Selección en Cepada la hicieron a un lado”, cuenta Yoli y Mirta aclara: “Cuando volví después de un año en Buenos Aires, la intención era volcar mi conocimiento en Cepada, el club de mis amores. Negri me ofreció dirigir las inferiores de Regatas.
En Cepada me dijeron que no era ético que entrenara a los chicos de un club y jugara en otro y me dieron licencia deportiva. Fue doloroso (se le llenan los ojos de lágrimas) pero no me quedaban opciones. En Regatas me dieron trabajo y cumplí: salimos campeones 5 años seguidos. Algo había aprendido”, recuerda Mirta.