¿Cómo cambiar costumbres milenarias que condenan a las mujeres por el solo hecho de nacer? En India, nacer mujer es aún una maldición. La familia suele decidir entre el feticidio (aborto selectivo), envenenar a la niña recién nacida o, si se decide que viva, lamentar el pago de una dote de 54 mil rupias, un equivalente a 24 sueldos, al casarla.
Así, son entregadas al matrimonio en la infancia. Si no hay dote, lo más probable es la muerte. Pese a que la ley india prohíbe esta costumbre desde 1961, el pago de sumas de dinero por parte de los padres de la novia a la familia del esposo, quien se hace cargo de la mujer, sigue siendo habitual en todos los Estados indios.
En 2014 se registraron 245 mil delitos contra mujeres entre los que se encuentran secuestro, asesinato por dote, acoso o crueldad marital, según datos del Parlamento indio.
Y aunque está establecida la pena capital para las violaciones (que no condena a policías ni a los maridos), una mujer es violada cada 20 minutos.
Victoria Chales nos introduce en el territorio que ha investigado, no para acentuar este “karma” en la enorme complejidad de un país como India, sino para indagar en los proyectos transformadores de esta realidad, que ya ha provocado un fuerte desequilibrio demográfico. “Ya hay pueblos enteros de hombres, pues las mujeres son discriminadas incluso antes de nacer”, no exagera.
Ella, mendocina, pensó en comunicarse con las autoridades del desierto de Thar pero no como occidental superada: “Nosotros también venimos de un desierto convertido en oasis dentro de un país donde una mujer es asesinada cada 30 horas”.
Victoria integra, junto con los mendocinos Lucas Peñafort y Camila Menéndez, el equipo de cineastas que viajan esta semana a documentar el proyecto “Piplantri”. Una gran idea para desterrar la violencia contra la mujer en India, plantando árboles por cada niña nacida.
Algo que, con el apoyo de la comunidad, no sólo ha logrado cambiar las enraizadas costumbres de discriminación sino la economía y las oportunidades del género.
¿Qué es Piplantri?
El pueblo de Piplantri, en el Estado indio de Rajastán, no maldice el nacimiento de una niña. Al contrario, lo celebra y de un modo especial. A pesar de lo árido del suelo, tan cercano a la cantera más grande de Asia, el nacimiento de cada mujer se festeja con la plantación de 111 árboles.
Esta revolución eco-feminista comenzó por iniciativa de Shyam Sundal Paliwal, durante su cargo en el departamento de Saneamiento y Medio Ambiente de Piplantri.
Ante la muerte de su hija por deshidratación, en 2007, sembró árboles en su honor. Pero como la muerte y la vida dialogan, pronto nació la idea de transformar el ritual para beneficio de las niñas (y de las familias) de la aldea.
Las mujeres de Piplantri pueden formar parte de la iniciativa Kiran Hadhi Yogana, de forma voluntaria. Al entrar en el proyecto, las familias se responsabilizan de la plantación y cuidado de 111 árboles por cada niña que nazca en su hogar y de su educación.
También de forma voluntaria, los padres se comprometen a aportar un depósito en rupias (que aumenta con el aporte de otra suma por parte de la comunidad) para el futuro de cada una de ellas.
Depósito del que dispondrán cuando cumplan la mayoría de edad. Y si las familias no pueden aportar la cantidad más alta, ésta corre a cargo de la comunidad.
Desde que el proyecto de plantación comenzó, no sólo ha cambiado el paisaje del lugar. Ahora es un oasis con un sistema de riego propio. Hay una escuela, donde la calesita en que juegan los niños impulsa en cada giro el agua al tanque que, a su vez, circula hacia el bosque.
“Hay una imagen muy bonita de una niña que, parada junto a los árboles que nacieron con ella, dice sentirse su hermana”, cuenta Victoria. Eso les ayudó a pensar el título del documental: “Íbamos a llamarlo ‘Hijas de los árboles’, pero sabemos que la palabra hija también implica una jerarquía en un contexto que todavía es patrilineal. Por eso decidimos llamarlo ‘Hermanas de los árboles’, pues eso son”.
Un documental con savia poética
Ésta es la sinopsis del film que Menéndez y Peñafort co-dirigen y que Chales produce: “Retrato poético de la vida de cuatro mujeres en India, en el desierto de Thar: Indira (30) y su hija Latit (13) viven en un pueblo árido, cercano a la cantera de mármol, sufriendo la pobreza y el machismo.
Mientras que Neelam (30) y su hija Anvi (13) viven en el vecino pueblo de Piplantri, donde el desierto se transforma en oasis, ya que el nacimiento de cada niña se celebra plantando un bosque de 111 árboles.
Como parte de la iniciativa, la economía está sustentada por cultivos ecológicos al cuidado de las mujeres, lo que garantiza su educación y fomenta su desarrollo y la igualdad de oportunidades. Piplantri es un pequeño pueblo que tiene el potencial de inspirar al mundo con su ejemplo”.
Victoria explica que el proyecto ha tenido un año de preproducción en el que se ha realizado una exhaustiva investigación sobre los temas abordados: feticidios selectivos, violencia de género, sustentabilidad, economía social, empoderamiento de mujeres, medioambiente, falta de acceso al agua potable y el saneamiento.
Así también sobre cómo ha ido desarrollándose en estos diez años el proyecto ecofeminista de Shyam Sunder Paliwal hasta convertirse en “Piplantri model” para otras 157 aldeas.
Actualmente se encuentra en fase de producción (la que el equipo ha encarado en forma independiente) con un rodaje de 5 semanas pensado para comenzarse en enero de 2018.
Para ello, han firmado acuerdos con las autoridades del gobierno de India y Rajasthan que garantizan los respectivos permisos de filmación, traslados en el país y traductores. Además se han generado una serie de acuerdos con Cancillería Argentina y la Embajada
Argentina en India en términos de financiamiento del documental. Ambas instituciones han manifestado su formal apoyo e interés en el proyecto, tanto como una muestra de la política de derechos humanos que llevan a cabo, así como por la misión comercial de cineastas argentinos produciendo en India.
Victoria recuerda precedentes de mendocinos, sobre todo el trabajo que los hermanos José y Pepe Ozán Lavoisier realizaron en India.
Entiende, además, que el proyecto en el que se embarcan ahora puede trascender la pantalla de televisión para ser pensado en términos de transmedia.
“Creemos que el trabajo se enriquece mucho en la co-producción con otros países y otras miradas. Por eso estamos interesados en trabajar la posproducción en conjunto con colegas de otras partes del mundo que puedan asociarse en esta etapa del proyecto. Además, queremos acompañar el film con muestras de fotografías y videoinstalaciones”, amplía.