A pesar de la fuerte movilización que ganó las calles días atrás, los principales referentes que impulsaron la independencia de Cataluña han decidido bajar los decibeles de sus declaraciones y pareciera ser que esperarán lo que el pueblo decida en las urnas, durante las elecciones a realizarse el 21 del mes próximo. Sin embargo, todo lleva a indicar que las "heridas" que han quedado tardarán en cerrarse y es el mundo, no sólo España, quien se encuentra a la expectativa, en razón de que un triunfo independentista puede llegar a generar una catarata de presiones en sentido similar en más de una decena de países.
Resulta difícil establecer una posición taxativa sobre lo que sucede en Cataluña porque existen razones históricas, culturales y hasta políticas que suelen esgrimir quienes están de acuerdo con la declaración de independencia y en las mismas condiciones se encuentran quienes sostienen la continuidad de una España sin fragmentaciones. Pero lo cierto y lo concreto es que las diferencias entre unos y otros se profundizaron en los últimos años y, como simple ejemplo, para quienes residimos a miles de kilómetros de distancia, podemos tomar lo que sucede en el plano futbolístico entre el Real Madrid y el Barcelona.
Por otra parte, muchos observadores coinciden en señalar que el avance de los independentistas se produjo por un error del Gobierno central, que permitió que la convocatoria a un plebiscito avanzara hasta un momento en que resultó imposible de detener, aunque reaccionó de manera oportuna cuando impulsó que el Tribunal Constitucional español anulara la declaración de independencia aprobada por el Parlamento de Cataluña; procedió a destituir al gobierno regional, a disolver el Parlamento y convocó a elecciones para el 21 de diciembre. Rajoy aseguró que espera que con esa medida "las cosas vuelvan a su cauce" y reiteró que está "a favor del diálogo", intentando así poner paños de agua fría a una situación que generaba preocupación, con hechos tales como la decisión de más de 2.200 empresas que decidieron trasladar su sede social desde esa región hacia otros puntos de España, mientras paralelamente se producía una reducción importante en otros sectores clave, como es el turismo. Además de anular la declaración de la independencia y decretar la ilegalidad del referéndum secesionista, el gobierno central decidió denunciar por desobediencia a los impulsores de la separación. Algunos de ellos, como el presidente de la "Generalitat", Carlos Puigdemont, decidieron trasladarse a Bélgica para pedir asilo político, pero el gobierno de este país prefirió mirar para otro lado en su afán de no comprar un problema ajeno ni armar uno propio, ya que existe un movimiento en ese sentido en la región de Flandes.
En ese marco de situación, existen algunos indicios que permiten presumir que se ha debilitado la tensión y en ese concepto podemos señalar las declaraciones del propio Puigdemont, quien dijo que, para él, sigue siendo posible un encaje de Cataluña dentro de España. A pesar de que se encuentra denunciado por la Justicia española por el presunto delito de rebelión, dijo que quiere participar de las elecciones, encabezando una lista llamada Juntos por Cataluña. Por su parte, el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, efectuó un llamado a los catalanes para que se produzca una "votación masiva" a favor de "recuperar una etapa de normalidad".
A menos de un mes para las elecciones, los observadores coinciden en señalar que, a pesar de las masivas marchas "secesionistas" que se realizan en Barcelona, la ciudadanía catalana se pronunciará a favor de continuar formando parte de España. Los propios dirigentes opositores coinciden en señalar que necesitarán "más tiempo para reforzar las mayorías" y que se trata de un objetivo "a conseguir en el futuro". Es de esperar entonces que las elecciones del 21-12 tengan el doble efecto de permitir que la ciudadanía se expida y, paralelamente, comiencen a cerrarse las heridas que han dejado -física, social y psíquicamente- estos últimos meses de reclamos secesionistas.