Las guerras internas de Alberto Laiseca

“Reconozco que esta novela es tan políticamente incorrecta que puede significar el fin de mi carrera como escritor”, dice. Su visión del hecho bélico que marcó el siglo XX.

Las guerras internas de Alberto Laiseca
Las guerras internas de Alberto Laiseca

La nueva novela de Alberto Laiseca, "La puerta del viento", es un intenso relato sobre la Guerra de Vietnam (1959-1975), que estuvo más de 50 años en la cabeza del escritor, desde que al inicio del conflicto bélico le envió una carta al entonces presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, para que lo dejara ir a pelear al frente de batalla.

"Reconozco que esta novela es tan políticamente incorrecta que puede significar el fin de mi carrera como escritor. Está bien. El caso es que se han dicho tantas mentiras sobre Vietnam que por lo menos tiene que haber uno que diga la verdad", advierte el creador del 'realismo delirante' en un momento crucial del libro publicado por editorial Mansalva.

A mediados de los años 60, comenzado el conflicto bélico que tuvo lugar en Vietnam, Laos y Camboya, un joven Laiseca necesitaba "sacarse el miedo de encima" y, para eso, fue a la embajada norteamericana en Buenos Aires, de donde lo "sacaron cagando", y le mandó, luego, una carta al presidente Johnson -que nunca le contestó- para ir a luchar contra los "ateos bolcheviques".

Esta novela, que esperó más de 50 años para ver la luz, es, por un lado, la revancha de Laiseca con la guerra que nunca pudo librar y que se alojó para siempre en su mente y, por el otro, un viaje extremo a las selvas de Saigón, protagonizado por el teniente Lai y también por su doble: lieutenant Reese, "el hombre de la mirada de los mil metros".

-¿Por qué es la guerra más importante del siglo XX?

-En principio, es una guerra que debió ganarse y se perdió. La guerra contra los nazis, por supuesto, debió ganarse y se ganó; también se ganó la guerra contra los japoneses, que hicieron mucho daño. Pero cuando se pierde, eso no se olvida más.

La realidad es que los Estados Unidos no estaban preparados para aguantar una guerra tan larga; los comunistas, en cambio, hubiesen resistido hasta 2050, no tenían problema, ellos vivían ahí.

Hay algo muy importante que tenía que figurar en la novela, pero que lo supe meses antes de escribir el libro: los norteamericanos tenían a los survietnamitas por cobardes, pensaban que no servían para nada, pero, en realidad, eran muy buenos soldados. Lo que pasa es que no tenían oficiales.

Era la corrupción de Saigón: vendieron todos lo cargos militares. Otra cosa: se dice, erróneamente, que 58.159 chicos estadounidenses murieron en Vietnam, además de los que volvieron lisiados, pero nadie habla de los otros 50 mil que se suicidaron al volver a casa, que extrañamente no eran los hombres mutilados.

-¿Escribir este libro sirvió para sacarte el miedo de encima?

-No creo que se pueda expurgar nunca el miedo. Si me hubiesen llevado a Vietnam, cosa que no ocurrió, hubieran podido pasar dos cosas: que me mataran o que volviera a casa, pero no creo que el miedo se hubiese ido.

El miedo es inextinguible. De todas maneras hay una cosa cierta: ponele que hubiera vuelto sano, no aceptaría que cualquiera me venga a hinchar las pelotas, le salto a la garganta; estoy convencido de que el tipo que va a la guerra vuelve con la guerra.

-El tema de la guerra aparece, de muchas formas, en toda tu obra? ¿Qué es la guerra para la humanidad?

-La guerra es una cosa muy importante para el ser humano. Fijate vos: cuando estábamos viviendo en las cavernas, hace miles de años, alguien tenía que defender a nuestras mujeres.

Entonces tomábamos nuestras hachas de piedra, nuestras lanzas, y salíamos a pelear. Eso es guerra. El oso que andaba por ahí te podía matar y tenías que defender a tu familia, salir a dar pelea, si el oso te hace cagar, mala suerte, pero tenés que luchar hasta el fin, la guerra está adentro nuestro.

-¿Eso se relaciona con la cuestión del poder, otro de tus temas predilectos?

-El poder hay que tenerlo. El asunto es que hacemos con él. Si no tenés poder, otros lo van a tener y te van a pasar por encima. Necesitás poder para defender a los tuyos. De las cavernas a los misiles intercontinentales, todo es para lo mismo.

-¿Quién es lieutenant Reese, el doble del teniente Lai, narrador y personaje?

-Reese es todos los que fueron a Vietnam, no hay ningún esfuerzo imaginativo ahí, es mi vida esa. Yo que estuve pero no estuve, soy el teniente Lai, pero el que estuvo y estuvo, es Reese. Ese el problema, por eso la separación, es una cosa muy angustiante para mi.

-¿Qué opinás de las películas que se han hecho sobre la guerra de Vietnam?

-La mayoría son estúpidas, pero hay una muy buena: "Full metal jacket" (Nacido para matar), de Stanley Kubrick. A Kubrick hay que tomarlo en serio. Yo no sé inglés y no creo que él supiese castellano, pero me parece que nos hubiéramos llevado bien. Es uno de los pocos tipos con quien podría entenderme.

-Más allá de la crueldad y el horror que se describe en la novela, no se pierde de vista el humor?

-Eso ya es una cosa laisekiana, no lo puedo evitar ni quiero. Lo he dicho muchas veces: qué habría sido de nosotros sin humor en estos tiempos terribles.

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