El acuerdo alcanzado entre representantes del gobierno de Colombia y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) puede llegar a poner fin a 45 años de enfrentamientos que desangraron a ese país y que llevaron a poner en riesgo la paz y la seguridad de toda la región. Resta ahora que el pueblo colombiano acepte el acuerdo a través del plebiscito convocado para principios de octubre y que los diferentes estamentos de la guerrilla manifiesten su adhesión a lo acordado por los negociadores. De ser así, no sólo Colombia sino toda Latinoamérica podrán respirar con alivio frente la solución a un problema que parecía imposible de alcanzar.
Las FARC son una guerrilla autoproclamada marxista-leninista que surgió oficialmente en 1964, liderada hasta 2008 por Pedro Antonio Marín, más conocido como Tirofijo, que operó en Colombia y en la zona fronteriza con Venezuela. Sus acciones consistían en narcotráfico, guerra de guerrillas, minería ilegal y una serie de acciones “militares” consistentes en atentados con bombas, reclutamiento de menores, destrucción de puentes y carreteras y ataques a puestos policiales o militares.
Para el año 2010 se estimaba que las FARC tenían influencia en 24 de los 32 departamentos de Colombia, con una fuerza de efectivos de los cuales entre 20 y 30 por ciento son menores de 18 años, muchos de ellos reclutados forzosamente. En esos 52 años las FARC provocaron la muerte de 220.000 personas, a lo que hay que sumar 45.000 desaparecidos, mientras distintas estimaciones consideran que hubo en total más de 8 millones de afectados, tomando en este caso la cantidad de poblaciones que debieron desplazarse a causa del avance de la guerrilla.
El 23 de junio de este año, después de casi cuatro años de diálogo entre el gobierno colombiano y las FARC -que se desarrollaron en La Habana, Cuba-, las partes declararon el cese de las acciones militares de ambos bandos, además de la desmovilización, entrega de armas y reinserción a la vida civil de los militantes del grupo subversivo, lo que constituye en los hechos el fin de las FARC como organización insurgente.
El denominado “Acuerdo Político Nacional” contiene una serie de puntos fundamentales. Así, por ejemplo, el punto 1 hace referencia a una reforma rural integral que busca crear condiciones de bienestar para la población rural, integrando las regiones y erradicando la pobreza. El 2, un acuerdo de participación política, permitiendo que surjan nuevas fuerzas en el escenario político; el 3 contiene un acuerdo de cese del fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, permitiendo a las FARC reincorporarse a la vida civil, mientras el 4 hace referencia a un acuerdo sobre una “solución al problema de las drogas ilícitas”, estableciendo una nueva visión sobre el narcotráfico.
Nada está cerrado porque el acuerdo debe ser aprobado por la población a través de un plebiscito convocado para el 2 de octubre, mientras las FARC lo debatirán en un congreso interno, en el que las bases guerrilleras darán o no el visto bueno a lo acordado en La Habana.
Es de esperar entonces que reine la cordura y la madurez suficiente como para que el acuerdo llegue a feliz término y que la guerrilla más antigua de América deje de lado las armas e inicie una transición hacia un movimiento político en beneficio de Colombia y de toda región.