La muerte de personas jóvenes que se ahogan en canales de riego o embalses, como la reciente desaparición de un muchacho de Ugarteche en el dique Cipolletti, se cuelan en la cotidianidad de nuestras vidas sin que haya un replanteo de las conductas equivocadas y un ponerse a pensar cómo se podrían evitar estos luctuosos hechos. Pero se repiten, conmueven, los familiares sufren durante días esperando la aparición de los restos del ser querido y luego, lentamente, estos sucesos entran en el olvido hasta que se produce otro caso y se repite la trama.
El año pasado las víctimas fatales por bañarse o incursionar en lugares prohibidos fueron 8. Lo lamentable es que son situaciones que podrían evitarse muy fácilmente porque, en muchos casos, las personas que se acercan a los ambientes con agua para contrarrestar las jornadas de intenso calor lo hacen a sabiendas de que están utilizando espacios en los que está prohibido bañarse y de los riesgos.
Desde el Estado provincial se hace lo que se puede, y a pesar del triste desenlace del accidente de Cipolletti, los números revelan que la situación no es totalmente caótica porque más de 280 mil personas disfrutaron de los distintos espejos de agua de la provincia en los dos últimos fines de semana largos. De todos modos, Personal de Náutica, de la Dirección de Recursos Naturales, con apoyo de la Policía deben hacer funcional y humanamente posible todo lo que esté a su alcance para impedir que más personas engrosen la lista de desaparecidos, y que ya cobró una víctima recién comenzado año. La consigna debe ser que el disfrute del agua ingrese en niveles de mayor tranquilidad y seguridad, porque el verano recién empieza y las posibilidades de más incidentes se van a repetir muchas veces y no siempre habrá los niveles de control exhibidos en las fiestas de fin de año.
El Departamento General de Irrigación tiene la obligación de cuidar y mejorar los cauces y la distribución del riego y del líquido que va a las plantas potabilizadoras. Esa es su función primaria y no la de cuidar a quienes, irresponsablemente, se arriesgan en ambientes vedados. Sitios como el dique Cipolletti no disponen de un sistema de salvamento que actúe rápidamente, porque, y como ya se ha expresado, son lugares donde nadie debería bañarse. Enfatizamos el potencial, porque la realidad marca otra cosa.
En atención a que la situación se desborda fácilmente y hay riesgo de que sigan produciéndose percances por el uso indebido de los cursos de agua, las autoridades dispondrán de alternativas, desde dentro de la misma repartición para evitar en lo posible más fatalidades.
Los diques, los canales, las compuertas y las cámaras son trampas mortales y nadie debería estar en ellos, pero como esto es virtualmente imposible de conseguir, la repartición ha analizado 38 contingencias que se pueden dar y, en caso de que alguna se concrete, disponer de equipamiento de salvataje para desplegar las primeras acciones antes de que lleguen bomberos y policías.
Sostenemos que el esfuerzo mayor debería emplearse en impedir que la gente adopte actitudes temerarias apelando a más personal de control, incluso para los casos de vandalismo como el de Cipolletti, donde manos anónimas rompieron 2 motores de las cámaras desarenadoras y el robo de cables en busca de cobre, lo que imposibilita determinadas maniobras en perjuicio de los regantes.
Todo esto debe concretarse a la brevedad porque la exposición es grande y mucha gente, por más que se la inste a la cordura, no parece tomar conciencia, como está ocurriendo en Blanco Encalada sobre el principal cauce de la zona norte. Los usuarios, por más difícil que les sea lograr cambios de conducta, tendrían que aportar mucho ejerciendo la prudencia y mecanismos de autocontrol.
