Cada cuatro años, a la cabeza futbolizada de los argentinos, le ponemos otro chip y comenzamos a descubrir, al menos por quince días, otros deportes, otras historias, otros personajes. Si fuera política, sería como ir al terreno y darse cuenta...
Que el deporte no pasa sólo por esos deportistas millonarios que vemos habitualmente casarse con modelos, andar en autos carísimos o pasar sus vacaciones en yates. Que el deporte verdadero está en el barrio, en los clubes, en las calles. Allá donde los amantes de cada disciplina comienzan a escribir los éxitos que tan orgullosos nos ponen.
Gracias a eso. De a poquito, vamos olvidando ese exitismo que tanto mal nos ha hecho. Porque en este país, la línea que separa al éxito del fracaso para los espectadores es demasiado delgada. Le levantamos un monolito al que gana y le regalamos una lápida a aquel que no consigue los resultados que, nosotros creemos, tiene que sacar.
No es una novedad que Juan Martín Del Potro fue recibido con honores en Tandil, su ciudad natal, mientras que en Mendoza nuestros representantes volvieron en el anonimato y sin recibir ni siquiera una felicitación de nuestras autoridades. Y esto tiene que ver con la cultura futbolera que nos “enferma” desde siempre. Y si no, hagamos un repaso de las frases que tenemos internalizadas: “esta tarde, cueste lo que cueste...”, “hay que poner más huevos”, “equipo que gana no se toca” y la peor “el campeón sí tiene la razón”.
Con esa soberbia, nuestro fútbol ha venido fracasando (más allá de las dos medallas de oro olímpico) en cada intento desde los últimos 30 años y me parece que es una buena oportunidad para comenzar a cambiar la realidad.
Las recetas por ahora siempre han sido equivocadas. Creer que porque tenemos al mejor jugador del mundo, Messi, nos asegura un triunfo; está comprobado que es una falacia, como también pensar que porque somos Argentina tiramos la camiseta y los rivales se apichonan también.
La contracara
“En un equipo además de las cualidades técnicas y saber jugar, lo importante son los roles. El mejor es el que tiene los mejores jugadores para los roles que tienen que desempeñar. Sólo el sistema no es suficiente y las individualidades tampoco lo son”, dijo un día Julio Velasco, hoy entrenador del equipo nacional de voleibol y quien se cansó de colgarse medallas por el mundo.
En estos Juegos Olímpicos, sin dudas que el fútbol nacional tocó fondo armando un plantel de emergencia y poniendo al primer técnico que se cruzó por la puerta de la AFA. Y acá recuerdo otra de nuestras frases de cabecera: “todos somos técnicos”. Con esa situación, en la primera ronda nos eliminó un Honduras que terminó siendo vapuleado por Brasil.
Creemos que sabiduría es ser un estudioso del deporte y no nos damos cuenta que en realidad, sabiduría como bien lo dice el diccionario es un “conjunto de conocimientos amplios y profundos que se adquieren mediante el estudio o la experiencia y también la facultad para actuar con sensatez, prudencia o acierto”.
La sabiduría está en cada detalle de la vida. Recordaba los otros días la película Slumdog Millonaire, traducida acá como “Quién quiere ser millonario”, en la que un chico sin grandes estudios, pero mucha calle consigue ganar un programa de preguntas y respuestas con sólo recordar situaciones que vivió a lo largo de su corta vida.
Y lo hacía gracias a escuchar a Julio Velasco, un hombre que ha demostrado tener una sabiduría digna de admiración, en gran medida adquirida fuera de un rectángulo de juego. El platense, quien aseguró que el deporte le salvó la vida allá por la década del ‘70, cuando la dictadura militar llegó a las Universidades y él era un dirigente estudiantil, cuenta que su primer trabajo fue limpiar vidrios en un banco.
En el otro lugar
Fue allí donde aprendió una lección que le sirvió muchísimo para su profesión: ponerse en el lugar del otro. “Me enojaba cuando la gente entraba al banco y ponía la mano en los vidrios”, cuenta.
“Aprendí que en la vida hay, al menos, dos puntos de vista” (el del limpiavidrios y el del cliente). Por eso cuenta que les aconseja a los técnicos que aprendan a bailar tango, o a esquiar, o a jugar al tenis, para apreciar lo difícil que es controlar el cuerpo. “Así, se van a poner del lado del que tiene que limpiar el vidrio y entenderán a los jugadores cuando se equivocan”.
Otra de las tantas enseñanzas que ha dejado en su carrera tiene que ver también con su paso por la docencia. “No sirve el profesor que va, da la clase y se va sin explicar por qué las cosas son como él dijo. Para un entrenador es peor: si no convenzo a los jugadores ni les explico por qué les pido lo que les pido, ellos no lo van a hacer”, simple, concreto y humilde.
Y es que la humildad es uno de sus puntos más fuertes. Salió campeón del mundo dos veces con Italia y así y todo cuenta que se fue a Estados Unidos a estudiar como se entrenaba allí la defensa. “Para mí no éramos buenos en ese aspecto y entonces fui a aprender de los que lo hacían bien. Eso no me quitaba autoridad”,
Otro aspecto que suena tan raro en un país que piensa siempre que el que gana tiene la razón y se convierte en una especia de “gurú”. Cuantas veces hemos visto a técnicos de fútbol esconder las prácticas como si ellos tuvieran la fórmula de la Coca Cola y tuvieran miedo de que sea descubierta.
Este hombre hasta se dio el lujo de rechazar la posibilidad de dirigir el equipo de fútbol del Milan. puesto para el que fue propuesto por el propio Silvio Berlusconi. “Tengo otro concepto de las cosas. Berlusconi piensa que alguien capaz y con carisma -como él o como yo- puesto en determinadas condiciones, funciona. Yo creo en la especialización: si no sabés del asunto, el carisma se diluye”.
¿Cuántos argentinos somos capaces de decirle que no a semejante desafío? Recordemos que hasta Caruso Lombardi se propuso para dirigir la Selección nacional este año tras la renuncia de Gerardo Martino.
Pero por otro lado, ¿alguien cree que en este país se le permitiría a un hombre que vino de otro palo (actividad) dirigir un equipo de fútbol? Yo estoy convencido que no.
La llegada de Julio Velasco a nuestro ámbito es una de las saludables realidades que podemos disfrutar. Cómo también el trabajo de Carlos Retegui al frente de Los Leones, justo él que había sido echado por las chicas. Si el ámbito deportivo nacional se diera un baño de humildad, los resultados mejorarían rápidamente.
Y para eso vuelvo a recurrir a Velasco. “El objetivo no es hallar la verdad como una religión. El objetivo es abrir nuestra mente .Si nosotros abrimos nuestra mente hallaremos la solución”.