La pregunta es ¿por qué las encuestas de opinión política tienen tantos problemas para realizar un diagnóstico acertado, cuando evalúan pronósticos de elecciones?
Aclarando que me refiero a aquellas encuestas de opinión que buscan con seriedad, honestidad y método científico información confiable.
Dejo de lado, las burdas operaciones políticas, donde se tiene una clara postura política que contradice toda base científica para generar objetividad o aquellas encuestas al servicio de lo que quiere escuchar el cliente.
En ambos casos, estamos frente a aberraciones respecto de una verdadera metodología para sondear la opinión pública.
Vemos cómo se equivocan en las predicciones electorales y cómo, en todos los otros temas, van cambiando, ya sea porque baja el oficialismo y sube la oposición o baja la oposición y suben los indecisos, bajan los indecisos, aparece el "voto arrastre", "voto útil", "voto castigo", los "errores no forzados" y un sin número de palabras inventadas, para explicar lo que cuesta entender y el periodismo enseguida las disemina igual, por toda la sociedad, como verdades indiscutibles.
El problema de la falta de capacidad para poder diagnosticar con certeza es que entramos en una transición dentro de un proceso de cambio cultural sistémico e integral.
Una transición es un espacio/tiempo indefinido entre algo que va a dejar de ser y algo que todavía no es. Pura incertidumbre.
En este tipo de procesos, por abarcar a toda la sociedad, las transiciones pueden durar diez años o más.
¿Dónde está el problema para sondear a la opinión pública?
Las encuestas de opinión pública surgieron en la década del treinta del siglo pasado, en Estados Unidos, cuando Gallup realizó los primeros estudios, pero se generalizaron en la década de los sesenta en la era Kennedy, sobre la base de una sociedad que habiendo ganado la guerra, desarrollaba todo su potencial y consolidaba todos sus valores sobre los que se había fundado.
Es decir, consolidaba su statu quo, su permanencia, su esencia. Para mayor claridad: cero cambio cultural sistémico.
La causa de por qué las encuestas en una transición de un proceso de cambio cultural no aciertan con el diagnóstico eleccionario, es porque no fueron diseñadas para evaluarlo, donde lo que se cuestionan son los valores centrales de una sociedad.
La dificultad está en que los datos obtenidos son muy relativos, inestables y fluctuantes y están muy lejos de lo contundente con que generalmente se presentan y explican.
Así el problema es que el encuestador no suele aclarar lo relativo de toda esa información que va obteniendo y en muchos casos no sabe o no supone que las categorías que está utilizando para la medición están perimidas o en franca discusión.
Para peor, las propone como verdades indiscutibles, cubriéndose solo con el famoso "margen de error" que para estos casos es muy opinable, dada la fluctuación intensa de la base muestral.
El mejor ejemplo fue ver cómo se equivocaron las encuestadoras de opinión más prestigiosas y experimentadas, precisamente, en Estados Unidos, junto a sus medios de difusión, cuando no vieron venir al señor Trump, resultado claro dentro de un proceso de cambio contra el establishment y su clase política, es decir, el statu quo, formado por allá en los gloriosos cincuenta y sesenta del siglo pasado.
Estamos frente a un cambio cultural profundo, estructural y sistémico, no porque la clase dirigente lo vea y lo gestione, ella está todavía muy lejos de eso, sino porque la sociedad se ha desplomado y desarticulado y todos sus valores centrales considerados como verdades inmutables desde hace setenta años, están en crisis.
Sus datos evidentes son el 30% de pobreza, la crisis educativa, el desprestigio de la dirigencia en general , el crecimiento del narcotráfico, la corrupción y el descontrol de la delincuencia, nuestra imagen poco creíble a nivel internacional, la crisis energética, de infraestructura vial, ferroviaria, etc., etc.
Lo que ha entrado en cuestionamiento y plena discusión es cómo se valoró y valora el populismo, la representación política, la idoneidad para ejercer un cargo político, público o judicial, el valor del Estado como generador de bienestar y regulador de la actividad económica, el modo de ejercer la política, la valoración de la corrupción, etc.
¿Por qué es difícil diagnosticar las actitudes de la gente en estas transiciones?
Porque lo primero que se pierde es la certeza. La certeza de todo lo que hasta este momento ha sido considerado cierto, natural, predecible, obvio, permanente, los famosos "aquí siempre fue así", los “vas a ver que no va a cambiar nada", convicciones de años, los modos de pensar y hacer establecidos.
Frente a todo esto, lo único real fue y son los resultados de las últimas elecciones.
Porque por un lado, no fue una encuesta sino la totalidad de los votantes y porque allí la gente puso en consideración, lo que realmente estaba y sigue estando en juego hoy en esta transición: si aceptaba el pasado o lo rechazaba y se expresó claramente por su rechazo.
Esto es lo que volverá a estar en juego en las próximas elecciones.
Así vale muy poco, lo que la gente piense sobre las tarifas, situación económica, aborto, es decir todos los temas que evalúan las encuestas que se publican todos los días, porque en estos temas, puede tener la población, las más variadas actitudes.
No obstante, a la hora de votar en 2019, va a poner en consideración lo mismo que puso en las pasadas elecciones.
Conclusión: lo que está en juego es el pasado desplomado y el futuro, aunque todavía no se sabe bien qué es.
Pero si el pasado, como vemos, se empecina en buscar su permanencia y ahora todos juntos, entonces el oficialismo ganará en 2019 caminando y esto, sin datos de ninguna encuesta, se puede afirmar ya categóricamente.