La razón, la lógica y el sentido común nos hacen pensar que para desarrollar una función de relevancia se debe acudir a la selección basada en las aptitudes y ciertas virtudes al alcance de cualquier individuo (léase conocimientos y honestidad). Esto ocurre por ejemplo, en infinitas situaciones en la actividad de toda sociedad en las que la selección conlleva conocimientos, responsabilidad y compromiso ético.
Sin embargo observamos, no sin asombro, que la actividad política, en la que se gestan los futuros funcionarios que ocuparán cargos que representan el futuro de la Nación, el resguardo de la República y la calidad de la Democracia, está al margen de este concepto. No cualquiera puede ser médico ni ingeniero ni docente... pero político y luego funcionario de la Nación, sí.
El lugar de la selección lo ocupa otra actividad no selectiva: una fantástica y costosísima acción propagandística, de marketing y publicidad donde sobresalen asesores de imagen, creativos y una buena cuota de demagogia.
En las zonas más concurridas de las vacaciones veraniegas, carros donde se entregan documentos, pintados del color de los nuevos ferrocarriles chinos (los viejos fueron retirados manchados de muerte de ciudadanos inocentes), espectáculos artísticos, museos sin obras de arte (en su lugar una monótona exposición de los famosos “creativos”, todo de un exultante color naranja).
Conferencias, mitines, fotos gigantes, eslóganes, que hacen pensar en “Alicia en el país de las maravillas”. En concreto, una gran similitud con la publicidad de un detergente, un lavavajillas, un brillapisos, una crema dental o unos pañales para niños y adultos.
Según cifras oficiales, en 2014 se gastaron 1.750 millones de pesos en publicidad oficial, sin contar otros gastos como “Fútbol para Todos” y otras cosas “para todos”.
No se oye nada referido a proyectos para un nuevo período de gobierno, proyectos de infraestructura, o de transmitir la regularidad y seguridad en los aspectos educativos y laborales especialmente dirigidos a aquellos a los que hoy se los denomina “ni-ni” que son jóvenes entre 18 y 24 años que no estudian ni trabajan y son más de 744.000 (más de la mitad ni siquiera buscan trabajo); 1.202.200 no terminan el secundario; 58% (según la prueba PISA) no superan el umbral mínimo de lectura. No son de una generación reciente -según especialistas-; ya hace 20 años que asomaron y ahora son muchos más.
El economista Ernesto Kritz afirma que suman en la actualidad 900.000 y en los últimos siete años se llegó a ese número agregando 350.000.
No se les inculcó la costumbre de la rutina escolar ni laboral; no la conocen de sus familias. Los planes sociales actuales hoy dirigidos a ellos no son efectivos; sólo son paliativos, pues continúa creciendo el número.
Así el robo, la adicción y la violencia están enquistados en la sociedad, “una sociedad sin horizontes”, dice la psiquiatra Graciela Moreschi, autora del libro “Adolescentes eternos”.
En un mundo imprevisible todas las trayectorias previstas se han roto. No hay idea de recorrido, de planificación, de pasado ni de futuro. Sólo se piensa en el rédito inmediato; en salvarse. Esto pone de manifiesto una nación a la deriva (un vacío total de futuro).
El tema es muy extenso; hay datos y análisis de sobra pero nadie, ni siquiera los que pretenden asumir los destinos del país, dice una palabra; todos asombrosamente distraídos cuando más se necesita acudir a la brújula para establecer una meta, un destino algo previsible.
Debemos retrotraernos al pasado, cuando una mujer obsesiva y con rasgos fundamentalistas tenía un solo objetivo: combatir la pobreza y el desamparo.
Para ello, instó a fundar hace unos 63 años y en la medida que la gente emigraba desde el campo a las ciudades, los llamados “hogares escuela” que funcionaban como hogares de día, semana o en forma permanente según fuera la situación del niño en su hábitat paterno, edad e informe de los asistentes sociales “in situ”. Eran escuelas donde desayunaban, almorzaban, merendaban y, en algunos casos, cenaban y dormían.
Los niños asistían a clase, se instruían, practicaban labores manuales, deportes, juegos y estaban contenidos según características individuales y colectivas. No interesaba la repitencia. La meta era lo importante, aunque se lograra insumiendo más tiempo que otros. No debían ser sólo número de una estadística oficial.
Además incorporaba en el niño una actitud invalorable de tenacidad, insistencia, voluntad y esmero para llegar a un objetivo. Esto es parte de la previsibilidad. Otro tema para desarrollar extensivamente en el espacio que merece.
Ahora desde aquella visionaria acción a la fecha han pasado unos 69 años, de los cuales el populismo peronista estuvo en el poder 55% de ese tiempo e ignoraron una de las escasas virtudes, como lo demuestran el abandono, la no replicancia de esos hogares sustitutos porque no tienen un hogar formal, por ausencia, ya sea física o cultural. Hoy sólo se muestra el abandono total, la imprevisibilidad, frente a una necesidad ineludible.
Pero todo este estado de abandono del ciudadano futuro no comienza allí, comienza antes. Comienza con el abandono de la gestante que suele llegar frecuentemente al parto y dar a luz bebés a término pero de bajo peso.
Desnutrición o mala nutrición durante la gestación y luego continúa en la madre y el producto durante meses, años, tiempo vital para el correcto desarrollo del sistema nervioso central y poder lograr un desarrollo psicofísico completo.
Una soberbia ilustración del tema la hace, desde el Centro Nutricional Conin, el Dr. Abel Albino, especialista y experimentado en el tema. No se puede en este espacio abundar en cada uno de los temas fundamentales de la existencia del niño, el adolescente y el adulto joven pero sí se puede observar en el ámbito de la salud, la instrucción y la cultura, un espantoso abandono y sus posteriores consecuencias.
Muchísimos ya no tienen futuro y otros se seguirán sumando a esta aberración. La corrección, si supuestamente comenzara mañana, llevaría tiempo y esfuerzo, pero hasta ahora una enorme cantidad de almas vagarán sin medios, sin afectos y sin consuelo. Nunca verán salir el sol.
Kuan Tsu (300 AC) aseguraba:
Si planeas para un año
siembra arroz.
Si lo haces para diez
planta árboles.
Si es para toda la vida
educa a la gente.