Las elecciones de la madurez ciudadana

Las recientes elecciones generales en el país dejan importantes lecturas referidas a la madurez que viene alcanzando el voto de los argentinos, tras más de tres décadas de ejercicio ininterrumpido de la democracia, con crisis políticas y económicas de gra

Las elecciones de la madurez ciudadana

Un dato significativo fue el mayor número de votantes que hubo en esta oportunidad con respecto a las PASO del 9 de agosto. Esto refleja en la ciudadanía un importante interés de participación a la hora de definir la futura conducción política, luego de una campaña electoral que no se caracterizó por la abundancia de propuestas y en la que sí hubo innecesarias acusaciones y cruces entre candidatos y protagonistas en general del tiempo eleccionario.

La notable paridad que muestra el resultado que da lugar al balotaje pone de manifiesto, por otra parte, que esa mayor convocatoria a las urnas con relación a las primarias abiertas también reflejó una muy fuerte expresión del voto independiente. Es el voto de la clase media argentina, que en este caso fue determinante en dotar de equilibrio a la elección presidencial y que se sumó a una tendencia de cambio no sólo de lineamientos políticos o económicos sino, fundamentalmente, de la forma de ejercer el poder.

Mucha gente voto el 25 de octubre expresando su rechazo a la humillación a la ciudadanía expresada, por ejemplo, en el intento de continuidad de personas cuestionadas, amañadas y en muchos casos investigadas y hasta procesadas por la Justicia por denuncias de comisión de delitos que esas mismas figuras muchas veces se encargan de desmentir descaradamente.

Primó en un elevadísimo número de votantes el sentido común por sobre la prepotencia y la aplicación del temor ante cambios que ahora sí la sociedad está expresando que pueden resultar necesarios.

Otro aspecto para destacar que dejó la reciente jornada electoral fue la mejora de los mecanismos de control y fiscalización del comicio. Aquí se suman dos aspectos importantísimos: por un lado la necesidad de que de una buena vez la dirigencia política argentina decida renovar los mecanismos de elección y en segundo lugar, que, a la par de dicha innovación, la propia clase dirigente y la Justicia actúen de manera de erradicar las acciones clientelares y mafiosas que invaden a la política.

La escandalosa elección provincial de Tucumán dejo en evidencia una serie de irregularidades y delitos que los argentinos sabíamos que existían, pero sobre los que siempre ha costado encarar una acción correctora. Esa comprobación del fraude, amparado en un vetusto sistema de abundancia de boletas sábana e interminables listas colectoras o espejo que tornaron indescifrable el cuarto oscuro, fue motivo más que suficiente para que la misma sociedad indujera a la búsqueda de transparencia a través de los propios partidos políticos y de las organizaciones no gubernamentales que vienen bregando por cambios en los mecanismos de selección y elección popular de los dirigentes.

En ese sentido, y como consecuencia de la acción emprendida, fue de suma trascendencia que pocas horas antes de las elecciones la Justicia con competencia electoral convocara y comprometiera a los partidos participantes a respetar las reglas de juego a partir de la elección del domingo y de la difusión de los datos. Ni la injustificada demora del Gobierno en difundir los resultados de la voluntad expresada en las urnas, con explicaciones para nada claras, logró empañar dicho proceso.

Por último, la elección reciente permite poner en práctica por primera vez el mecanismo del balotaje para dirimir quién ejercerá la Presidencia durante los cuatro próximos años. Una instancia prevista en la Constitución a la que se llega en momentos en que la gente ve más importante dejar de lado tradicionales hegemonías políticas, de resultados no siempre satisfactorios, para dar lugar a un presidencialismo que controle, pero que le deje el protagonismo al grueso de los argentinos.

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