Las economías regionales

Los problemas económicos están ganando a las economías regionales y ese es el gran desafío para solucionar por parte de las autoridades. Están en juego miles de puestos de trabajo.

Las economías regionales

Los datos son contundentes: las economías regionales continúan siendo afectadas por diferentes situaciones, tales como una baja en la cantidad de consumo en el mercado interno y una dificultosa capacidad para competir en el internacional. Así las cosas, los productores observan con inquietud lo que está ocurriendo y, si bien son conscientes de que situaciones similares suelen darse cíclicamente, también advierten que el problema no puede extenderse mucho más en el tiempo en razón de que se dificulta una posible capacidad futura de recuperación.

La preocupación ha ganado a todo el espectro productivo local. A través de sus páginas, Los Andes se hace eco casi a diario de planteos efectuados por frutihorticultores, vitivinicultores y aceituneros, inquietud que alcanza inclusive a quienes tienen a su cargo la producción de flores. Y en todos los casos los motivos son similares, partiendo de un mercado interno en recesión, imposibilidad para hacer frente al incremento en el costo de los insumos, inconvenientes para mantener las fuentes de trabajo y hasta se hace alusión inclusive a la posibilidad de abandono de las fincas, aspecto este último que podría resultar menos preocupante en el caso de los cultivos hortícolas, que por ser anuales pueden retomarse inmediatamente, pero que se vuelven complejos cuando se habla de viñedos, olivos o frutales.

En el caso de las plantaciones hortícolas y una parte importante de la fruta, los problemas económicos generados por la caída en la economía brasileña han resultado fundamentales. Brasil es el principal país de destino de las frutas y las verduras locales, mientras en el caso del mercado interno se ha retraído como consecuencia de la caída del consumo, a lo que deben sumarse aspectos que se han mantenido en el tiempo y que pareciera imposible de modificar, como una injusta cadena de comercialización que determina que, mientras el productor trabaja a pérdida y el industrial con réditos mínimos que apenas alcanza para la subsistencia, la gran ganancia se queda en la comercialización. A punto tal llega esa situación que hay productos que sufren un incremento de hasta un mil por ciento entre lo que se le paga al productor y lo que termina abonando el consumidor final.

En la vitivinicultura, la situación es conocida porque las denuncias han surgido desde hace bastante tiempo. De todos modos, en los últimos dos años se ha producido una situación compleja que determina que, por la escasez de la cosecha, los precios de las uvas y de los vinos a granel se han incrementado sustancialmente, mientras en el otro punto de la cadena de comercialización se han retraído las compras. Así entonces, la presión sobre los valores de los vinos hace encender las alarmas porque la industria se enfrenta a problemas de competitividad frente a otras bebidas sustitutas. Un inconveniente que se traslada a las exportaciones en razón de que nuestros productos van perdiendo competitividad frente a otros países vitivinícolas.

Y ahora se conoció lo que sucede con la industria olivícola, en la que se indica que si bien se han alcanzado buenas cosechas, muchos productores están abandonando la producción por los altos costos internos y el componente impositivo, mientras Brasil, el principal mercado de exportación, ha bajado la demanda por los problemas económicos y porque el mercado ha sido invadido por el aceite español o el italiano, que estarían subsidiados por sus gobiernos. También en este caso se habla de la posibilidad de abandono de las fincas por parte los productores.

Modificar la situación es problema complejo pero también debe constituir el gran desafío para las autoridades económicas. Porque no se trata sólo de productores -un tema más que grave, por cierto- sino que a ellos se suman miles de puestos de trabajo si las fincas se vuelven irrecuperables.

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