Las dos caras del Comité Olímpico

Mientras negocia con las multinacionales y deja competir a deportistas con antecedentes de doping, castiga a los rusos bajo el lema del juego limpio.

Las dos caras del Comité Olímpico

Por Maxi Salgado, Editor de Más Deportes - msalgado@losandes.com.ar

Cuando en la década del ‘80 el Comité Olímpico Internacional (COI) tomó la decisión de abrirle la puerta al marketing, fue como venderle el alma al diablo. Se acabó en este momento con una filosofía que llevaba un siglo.

Hasta ese momento, los atletas que llegaban a los Juegos tenían ganado un halo de transparencia. Para ellos era tocar el cielo con las manos y de hecho hay conocidísimos casos, como el del boxeador cubano Félix Savón que nunca quiso pasar al profesionalismo para seguir ganando honor (¡qué palabra olvidada hoy por hoy!) y medallas en los Juegos Olímpicos.

La llegada de las multinacionales, que comenzaron a ver en el deporte amateur un terreno fértil, pero inexplorado, trajo aparejado el arribo de un sinfín de complicaciones. Los deportistas iban y van ahora a los Juegos con la misión de agrandar su prestigio; lo que indefectiblemente les trae contratos millonarios. Se enterró definitivamente el espíritu olímpico del que tanto se habla, pero que de verdad ya no existe.

Si hasta los nuevos deportes que se incorporan o los que se desechan son medidos por las ganancias que puedan aportar a los organizadores.

El negocio que a Brasil le costará 4.600 millones de dólares, va más allá de una competencia deportiva. Los gobiernos apoyan las candidaturas de sus ciudades para poder venderse al mundo como destino turístico y de hecho no importa que es lo que queda en el camino. ¿Al Comité Olímpico le importan la gente que pierde sus casas y/o su trabajo? Obviamente que no.

Su negocio está en que haya competencias cada cuatro años, que la televisión se la venda al mundo y que se siga manteniendo una estructura más grande que muchos estados del país. Inmersa en esta triste realidad, el COI se lavó las manos y puso la decisión de la participación o no de Rusia en las federaciones internacionales. Ambos  quieren lavar su imagen con la suspensión a los atletas rusos.

Deportistas que, como está probado, también fueron víctimas de una operación del gobierno de aquel país. El que a través de los éxitos deportivos intentó demostrar que el sistema de gobierno comunista era exitoso.

Oh casualidad, las trampas que realizaban los deportistas rusos fueron descubiertas por los servicios secretos de los Estados Unidos, los mismos que destaparon la corrupción que había en la FIFA. “No puede haber deportistas que tengan o hayan tenido un pasado oscuro en cuanto al doping”, es la frase que baja desde el COI.

Justamente la misma entidad que si le ha dado el visto bueno a varios deportistas de otras nacionalidades que fueron suspendidos por “trampa” en el pasado, pero a quienes se les da “una segunda oportunidad”. Entre ellos pueden mencionarse al velocista estadounidense Justin Gatlin, quien ha sido suspendido en dos oportunidades por el uso de anfetaminas y testosterona.

Pero un hecho que no es menor habla de que es el único hombre que puede derrotar a Usain Bolt en la final de los 100 metros, una competencia que dura diez segundos pero que es quizá la que más rating tendrá durante casi las tres semanas de competencia. En esa misma justa también estará Yohan Blake, considerado el heredero de Bolt, quien también tiene una mancha en su legajo.

También estarán presentes, por ejemplo, la tenista suiza Martina Hingis, quien en 2007 fue suspendida tras dar positivo por cocaína y el tenista croata Marin Cilic, quien en 2013 fue castigado por el uso del estimulante del sistema nervioso.

La historia cuenta que hubo exclusiones a países por razones políticas,  entre otros:  Sudáfrica no pudo competir por el Apartheid en 1964 y 1992, y Alemania y Japón después de la Segunda Guerra en 1948. Lo de Rusia en esta oportunidad parece tener mucho que ver con eso, aunque la versión oficial sea otra.

Pero claro, el show debe continuar y el único que pierde es el deporte, que sigue siendo usado para esconder la basura bajo la alfombra.

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