Las dos batallas políticas que se decidirán en 2019 - Por Carlos Salvador La Rosa

Las dos batallas políticas que se decidirán en 2019 - Por Carlos Salvador La Rosa
Las dos batallas políticas que se decidirán en 2019 - Por Carlos Salvador La Rosa

Ni lerdos ni perezosos, los gobernadores peronistas que se reunieron esta semana para tratar de presentarse en sociedad como la tercera posición, sabedores de que no tienen ideas que los diferencien de los demás (sobre todo porque casi no tienen ideas) intentaron destacarse en términos temporales. Por tal razón, dijeron que Cristina Fernández de Kirchner es el pasado (malo), Mauricio Macri es el presente (malo) y ellos son la expresión del futuro. Pueden tener más o menos razón en las caracterizaciones de Cristina y Macri pero no existe la más mínima prueba de que ellos son el futuro, sobre todo porque no han planteado hasta el momento ninguna renovación ni de ideas ni de personas que merezca el nombre de tal.

Sin embargo, el esquema que postulan los gobernadores no está mal, ya que lo que se librará en 2019 es la lucha por el futuro. Y seguramente se hará a través de un conflicto central entre el pasado (malo) y el presente (malo), donde las oportunidades de representar el futuro podrán caer en manos de cualquiera de los batalladores o de cualquiera de los mediadores. De quien sepa entender mejor los tiempos que vienen.

Una batalla por entero abierta para cualquiera de las partes, para quien mejor sepa  adaptarse a los tremendos cambios.

Durante los tres años de gobierno macrista las grandes batallas por la apropiación del sentido han sido en lo fundamental dos: la institucional y la económica. Y ambas tendrán su resolución final en 2019.

La batalla institucional tuvo una gran meta simbólica: la de intentar que un gobierno no peronista pudiera terminar (o no) su mandato luego de casi cien años sin poderlo hacer (Alvear, 1922-1928). Se trató de un combate básicamente planteado por la actual oposición que fuera el oficialismo anterior (2003-2015), cuyos intentos desestabilizadores fueron más que evidentes. Sus más contundentes expresiones fueron la pretensión de utilizar el desgraciado caso de Sebastián Maldonado para caracterizar al gobierno de Macri como una dictadura y así hacerle perder toda legitimidad democrática. Y los dos conatos insurreccionales frente al Congreso cuando por motivos de la reforma previsional primero y por el presupuesto y el FMI después, se desplegó una artera maniobra donde grupos de inadaptados apedreaban la entrada del Congreso mientras que desde adentro el kirchnerismo los alentaba impúdicamente.

El fracaso de todas esas intentonas fue rotundo y absoluto. Ni Maldonado fue lo que quisieron que fuera ni las hordas bárbaras (de adentro y de afuera) pudieron detener el funcionamiento legislativo.

A partir de entonces, que la batalla institucional se gane con la plena culminación del mandato constitucional de un gobierno no peronista  parece casi una realidad. El estado de ánimo que expresa uno de los más claros exponentes intelectuales del kirchnerismo más fundamentalista, parece así ratificarlo. En efecto, José Pablo Feinmann dice en un artículo reciente: “Sin embargo, todos los fracasos del gobierno (macrista) no le han restado tanto como era previsible sus caudales de votos. Los pueblos eligen lo malo.

Cuesta admitir un juicio como éste. Los pueblos eligen desde el odio y eligen a representantes odiosos... Entre nosotros, el partido judicial juega un papel similar al que jugaron las fuerzas armadas. Se encarcelan opositores sin reglas ni miramientos... No se sabe dónde se detendrá el show de los encarcelamientos”.

Una notable e impresionante pieza literaria del ensayismo peronista ya definitivamente “gorilizado”. Un intelectual éticamente sano condenando al pueblo y defendiendo a los corruptos más grandes de la historia, justificando los porqué sus jefes políticos intentaron derrocar el orden constitucional: si el pueblo vota mal, las jueces son golpistas y los presos son políticos, hay que combatir contra el macrismo como si fuera la dictadura militar. Aunque también es lo de Feinmann el reconocimiento de su impotencia, de que la lucha por voltear al gobierno democrático ha fracasado, entonces no queda más que el lamento. La batalla institucional la tienen casi perdida, aunque eso se sabrá a ciencia cierta recién cuando el gobierno finalice sus cuatro años.

La otra gran batalla que se decidirá en 2019 es la económica. Y acá las chances entre los rivales están más parejas, máxime cuando el año que está finalizando fue en ese sentido pésimo, horrible, y por ende deja espacio para todas las especulaciones y/o pronósticos, ya que aunque las cosas mejoren un poco, difícilmente se logrará un cambio drástico en una economía tan frágil y una estructura social tan golpeada.

Por eso acá también habrá una batalla por el sentido. Acerca de quien logra imponer sus razones sobre las de los demás en cuanto a las causas de la grave crisis económica.
Una de las interpretaciones es la kirchnerista. Según ella, aún con sus dificultades, el gobierno anterior con su reactivación del consumo y su escasa deuda interna tenía las cosas más o menos controladas, muy lejos de cualquier crisis. Pero vino el "neoliberalismo", quien en nombre del ajuste reprimió el consumo y reabrió las canillas de la deuda externa. Entonces todo estalló y ahora estamos como estamos debido exclusivamente a la política económica macrista, que es la antípoda total de la kirchnerista. Para ellos, Macri es la continuación económica de Menem y la continuación política de la dictadura.

La otra interpretación es la ultraliberal. Según ella salvo detalles adjetivos, este gobierno en lo económico no cambió nada de lo que heredó. Mantuvo en lo esencial el mismo gasto público y la deuda externa se la dilapidó sosteniendo un inútil gradualismo con lo que compró tiempo político a un costo tan enorme que todas las bombas económicas dejadas por el kirchnerismo le estallaron al macrismo por no animarse a cambiar de sistema. Para ellos Macri es un símil de De la Rúa, quien al mantener lo esencial del menemismo  hizo que la crisis le explotara a su gobierno. Y ahora pasa más o menos lo mismo.

Para terminar, queda la interpretación del gobierno, la única que le podría permitir salir airoso de este año donde la crisis económica llegó a tan alarmantes niveles: Que con realismo político, sin hacer más de lo que se podía pero sí lo máximo que la realidad permitía, el gobierno está pagando con este sinceramiento el costo político imprescindible para que la economía se recupere de las heridas infringidas por el kirchnerismo y pueda, en una segunda instancia, proceder a las reformas estructurales que hagan de esta gestión la transición necesaria e imprescindible entre la decadencia que muere y el progreso que nace.

Las tres interpretaciones disputarán entre sí este año, tanto desde lo electoral como desde la apropiación del sentido. Y quien se imponga liderará el futuro.

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