Se ha denunciado en días pasados la falta de adecuada atención médica en el corredor internacional (RN 7) y el desastroso estado de los servicios disponibles para viajeros en Las Cuevas.
Las filas de hasta 12 kilómetros de vehículos en la frontera con Chile aumentan los riesgos e inconvenientes para los viajeros. De hecho ya hubo una o dos muertes por descompensaciones por las larguísimas esperas a ambos lados de la frontera. Por la distancia no basta el apoyo del Ejército Argentino desde Puente del Inca ni de Gendarmería Nacional, en este último caso desde la localidad de Punta de Vacas.
En los años ’50 el ex presidente Juan Domingo Perón y su esposa viajaron a Chile en tren. Al llegar a la frontera y antes de entrar al túnel internacional, Eva Perón advirtió que los obreros ferroviarios vivían en verdaderas cuevas. De allí el nombre original del pueblo fronterizo.
Fue así que de regreso coordinó que la Fundación María Eva Duarte de Perón (que funcionó hasta 1955) construyera en la entrada al país una pequeña ciudad al estilo suizo. Incluía hostería, migraciones, Gendarmería, policía, estación de servicio para vehículos, proveeduría, banco, y una delegación del Correo Argentino, además de otros servicios. Con el tiempo también se instaló una sede del Automóvil Club Argentino (ACA). Se construyó asimismo un moderno policlínico dotado con el más moderno equipamiento para la época, incluso el instrumental que se disponía fue aportado y supervisado bajo el control del famoso doctor Ricardo Finochietto (1888-1962), considerado “maestro de la cirugía argentina”. Este centro médico fue desmantelado en el curso de los años totalmente y el instrumental, sustraído.
Para forestar la zona se trajeron de San Carlos de Bariloche pinos aclimatados al frío y la nieve, pero no subsistieron debido principalmente a los fuertes vientos existentes en Las Cuevas. Por eso en la zona no hay vegetación arbórea.
Dos incendios en distintos momentos de la historia del lugar destruyeron los edificios de la hostería y de migraciones, ya que no fue posible sofocarlos porque el frío había congelado el agua en las cañerías. Uno de los siniestros, que además arrasó la sede del ACA, ocurrió en 1977.
En un invierno los pobladores estuvieron 90 días bloqueados y la nieve acumulada alcanzaba al segundo piso de los edificios. No llegaban provisiones de ningún tipo y durante buena parte de ese bloqueo todos los habitantes consumían insólitamente solo alcauciles en lata, en el desayuno, el almuerzo y la cena.
Si bien la villa fue ordenada por la Fundación Eva Perón, quien la terminó fue la delegación Mendoza de la Dirección Nacional de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, que estaba a cargo de mi padre, Agustín Del Giusti. A la inauguración, producida el 20 de febrero de 1953, asistieron los entonces presidentes Perón, de Argentina, y Carlos Ibáñez del Campo, de Chile, y sus comitivas.
Es lamentable que en el curso de diferentes gobiernos -con mínimas excepciones- se haya ido desmantelando lo que fue una gran idea, transformando aquella hermosa villa en un pueblo prácticamente abandonado a través de décadas, y que dejó de ser -como era cuando se inauguró- el lugar de bienvenida al país.