Si bien tiene una historia que se remonta a tiempos prehispánicos, por encontrarse en la senda andina -uno de los caminos transversales del Qhapaq Ñan- su carácter de villa fronteriza con fuerte identidad pintoresca fue dado a mediados del siglo XX.
La transformación del paso fronterizo, el más importante del corredor biocéanico que une el Atlántico y el Pacífico, fue cambiando desde la época virreinal. Primero con la construcción de uno de los correos reales, edificaciones impulsadas por Ambrosio O´Higgins, el padre del libertador y que servían de refugio a los viajeros, y luego con la creación de un campamento ferroviario, que formaba parte del sistema del Ferrocarril Trasandino.
En 1910, con la apertura del túnel del trasandino, el poblado ferroviario contaba con una precaria estación y un conjunto de viviendas para los trabajadores. Cuatro décadas más tarde, el gobierno nacional decidió encarar la transformación del lugar. El presidente Perón había observado durante su paso en 1949, las malas condiciones en las que se encontraba el paso más relevante que nos vinculaba con Chile. Por este motivo, se encomendó a los técnicos del Departamento de construcciones de la Fundación Eva Perón (FEP) y a la Dirección Nacional de Arquitectura (DNA), dependiente del Ministerio de Obras Públicas (MOP), que se abocaran al proyecto y materialización de la obra.
Por ese tiempo la Fundación administraba, además, el Hotel de Puente del Inca, luego de la nacionalización de los ferrocarriles y de las empresas subsidiarias, entre ellos la Compañía Sudamericana de Hoteles. Desde la Fundación se encaró el diseño de un poblado al que se le imprimió un sello alpino. Los distintos planos que se conservan en el CEDIAP dan cuenta de todos los edificios y obras necesarias para su concreción. Si bien varios textos mencionan el aporte del arquitecto Alejandro Bustillo como proyectista, no hay evidencias concretas de que realizara el diseño. Seguramente sus obras de la década anterior, como fueron el Hotel Llao-Llao o el Casino de Mar del Plata, se tomaron como referencias a la hora de darle el carácter y expresividad arquitectónica a Las Cuevas.
Dos años demandaron las obras iniciadas en 1951. Todo el material de construcción fue trasladado por medio del ferrocarril, así como también se movilizaron por este medio los operarios y técnicos que trabajaron en la obra que fue supervisada por Agustín Del Giusti, jefe del distrito Cuyo de la Dirección Nacional de Arquitectura (DNA).
El programa edilicio de la Villa Eva Perón, nombre que fue cambiado en 1955 por el que actualmente conserva, incluía además del conjunto residencial, una hostería, una proveeduría (bautizada Juan D. Perón), un centro médico, sala de cine, escuela, estación de servicio y correo. También se realizaron los edificios destinados a Gendarmería, policía, aduana y migraciones y un edificio para la administración del Trasandino.
La villa se completó con el monumental arco, convertido hoy en el principal ícono del lugar, que marcaba el ascenso hacia el Monumento al Cristo Redentor. Luego de un trabajo sostenido, la villa fronteriza se inauguró con la presencia de los presidentes de Argentina y Chile, el 1° de marzo de 1953.
A 64 años de su realización, el poblado es uno de los sitios más característicos del corredor andino, por lo tanto su recuperación y conservación deben encararse incorporando todas las huellas de las distintas etapas, desde las construcciones coloniales a las ferroviarias encaradas a fines del XIX y también todas aquellas que le dieron su identidad en el XX.