A pocos años del 2015, la última crisis excendataria de la industria del vino, surge de nuevo el mismo problema. Hoy sobran, unos 300 millones de litros de vino tinto varietal, que está en manos -más del 70%- de las grandes fraccionadoras (las que envasan más de 1 millón de litros de vino por mes promedio), según datos estimados del gobierno. Ese es el problema que enfrenta la industria vitivinícola.
Es decir, los que compran tienen vino en sus bodegas, por lo tanto, para simplificar el problema, a las puertas de una vendimia que ya comenzó, el stock presiona los precios de la uva a la baja. A lo que se suma, la macro, es decir, las tasas altas que hacen más atractivo el mercado financiero que invertir en capital. Otra vez el productor tiene un producto que vale poco, y sin dinero para levantar la cosecha.
Por que si bien hay prestamos baratos del FTyC, la mayoría de los productores pide adelanto en las bodegas para levantar la cosecha que luego se descuenta de la entrega o elaboración. Algo no menos complicado en esta situación. Ahora, ¿cómo llegamos en tres años de nuevo al mismo problema? El mercado tiene algunas respuestas. Los argentinos tomamos cada vez menos vino, y cuando lo hacemos preferimos productos de mejor calidad.
El mercado interno, responsable por el 75% de nuestras ventas, se achicó. Para graficar la situación, se pasó de comercializar 1.280 millones de litros en 1999 a los actuales 835 millones de litros con lo que se cerró el 2018, esto implica una reducción del 34,7% de ese mercado. Pero también la industria acompañó ese cambio y tras la salida de la devaluación, el sector captó grandes inversiones internacionales que cambiaron la visión de la vitivinicultura, de la mano de la explosión del malbec.
Las exportaciones de vino fraccionado -que es lo que agrega valor a la cadena- tuvieron sus mejores años entre 2008 y 2010, cuando se exportaron 228 millones de litros principalmente embotellado. Pero a partir de allí todo se fue achicando: el negocio del granel que sacaba presión al mercado de traslado desapareció con la pérdida de competitividad, a lo que se sumó el deterioro de los negocios de embotellados que tuvieron que comenzar a salir de los mercados conquistados, porque la inflación y el dólar planchado hicieron imposible mantener el negocio. Entonces Argentina salió del negocio de vinos de buena relación precio calidad entre los 6,99 dólares la botella y los 9,99 dólares, para comenzar a concentrarse en otros espacios. Otra gran pérdida de comercialización de volumen.
Varios analistas sostienen que si el cóctel dólar – inflación no da tregua, la situación para los exportadores no va a mejorar. De hecho, un informe del INV muestra que tras las devaluación de 2018, mientras las exportaciones de vino fraccionado para el primer semestre del 2018 disminuyeron 5,9% respecto a igual período del año 2017, en el segundo semestre, la variación pasó a ser positiva con un 0,3%. Es decir, que la salida exportadora de los excedentes, ya sea por medio de granel o fraccionado, no será la tabla de salvación.
A esto hay que sumarle las previsiones para esta cosecha. Esta semana se dará a conocer la estimación del INV. Algunos calculan que la vendimia que llega tendrá un volumen que rondará entre los 23 y los 24 millones de quintales, de ser así también tendría su impacto en el mercado.
Tensión entre el Gobierno y los bodegueros
El viernes Cornejo se enojó. Así podríamos titular uno de los últimos capítulos de la novela por la crisis vitivinícola. Además de los problemas estructurales que tiene la industria, se suman los de un año electoral, donde todos tienen sus posiciones y aprovechan para presionar.
Se sabe que desde hace un tiempo Cornejo tiene una relación compleja con algunas cámaras a las que acusa de ser funcionales al PJ. Y eso salió a relucir el viernes, en lo que varios han terminado describiendo, como la reunión con el sector más "áspera" de los últimos años. Para solucionar el problema vitivinícola, el gobierno preparó un proyecto de ley que prevé endeudamiento por $ 4.000 millones, mil anuales durante cuatro años para compra de uva y vino.
Así les pidió a todas las cámaras que salieran a hacer lobby con la oposición, ya que según se sabe sólo lo enviará a la legislatura, si se consigue el apoyo opositor, algo bastante vidrioso al momento. Así las cosas, el viernes pasado citó a la cúpula de las cámaras bodegueras para saber cómo avanzaban las negociaciones, pero aprovechó el encuentro para marcarle algunos puntos.
Es que el gobernador les pidió que a cambio del endeudamiento, las bodegas se comprometieran a comprar la misma cantidad de uva del año pasado, algo que varias cámaras del sector no pudieron comprometer. Esto, más la sospecha del uso político en su contra de este problema, generó el enojo de Cornejo.
El gobernador le dijo que la vitivinicultura es un sector "privilegiado" y que ha recibido mucho del Estado: allí les recordó la reactivación de la lucha antigranizo, el dinero puesto para combatir Lobesia Botrana -que al parecer no está siendo pagado por algunos productores-, la presión política por la quita del impuesto interno al vino y beneficio a los espumantes que se consiguió el año pasado.
A lo que se sumó la asistencia financiera para reconversión vitícola a tasa cero y el incremento año a año para crédito de cosecha y acarreo y el bono fiscal que entre la primera versión y esta segunda la vitivinicultura logró beneficios por más $ 300 millones. Criticó, además el uso que le ha dado el sector privado a los fondos aportados entre el Estado y privados para la gestión del plan estratégico y que importaron vino sólo para no pagar los precios que la ley de oferta y demanda preveía.
Los vitivinícolas salieron del cuarto piso con el mandato de conseguir el apoyo de la oposición. Ahora, si no lo consiguen, la lectura política es que Cornejo se va a despegar del sector y que sólo tendrán algunos beneficios por reasignación de partidas del presupuesto a los productores. A ellos les darán una ayuda directa, pero nada para los industriales. Sólo se beneficiará a quienes exporten excedentes. Al menos, es lo que explican desde el gobierno.
Por otro lado, también varias entidades se han declarado en estado de alerta y movilización y amenazan con sacar a la calle a los productores, de la misma forma que lo hicieron con el tractorazo en 2015. La crisis se impuso en un año político en el que todo se hace mucho más complejo y difícil.
Sólo 18 litros per cápita
Con el cierre de los datos de comercialización de diciembre, se conoció una nueva caída en el consumo per cápita de vinos. Ahora este indicador se ubica en los 18,77 litros. Es el dato más bajo de la historia. Algo que no es de esperar que crezca.
Sólo para hacer la comparación con algunos países del mundo: en Estados Unidos el consumo per cápita es de 11,6 en Canadá del 16,6 en Sudáfrica del 8 litros. Como muestra el gráfico, atrás quedaron los años en los que el consumo per cápita en Argentina llegaba a los 92 litros.
Si bien la industria logró recuperarse luego de la fuerte crisis de consumo producida a comienzo de los '70, no volvió a mostrar aumento del consumo desde ésa década.
Claves
Cada vez se consume menos vino. Se pasó de 26 litros per cápita en 2009 a 18,7 en 2018.
Las exportaciones de vino fraccionado no explotan: se pasó de exportar 215 millones de litros (2009) a 186 millones de litros (2018).
Sobran 300 millones de litros de vino tinto varietal, los cuales más del 70% está en manos de grandes fraccionadoras.
En el gobierno sostienen que parte del problema está enmarcado en un tema político.