Las Cañitas: un mundo de sensaciones

El antiguo barrio de los cañaverales, que luego fue militar y en los ’90 la meca top de las primeras citas, muta hacia un micro universo familiar, con pequeños tesoros culinarios, de compras y movimiento durante el día.

Las Cañitas: un mundo de sensaciones
Las Cañitas: un mundo de sensaciones

La localización geográfica ubica a la zona dentro del barrio porteño de Palermo. Los prejuiciosos dirán que es un barrio top y vampiro, de los que solamente viven de noche. Son los que quedaron prendidos de la era del Soul Café -el mítico bar del Zorrito Von Quintero -, Eh, Santino o Piégari Plaza, que se alineaban a lo largo de la Calle Báez y supieron ser las paradas obligatorias de cualquier salida nocturna. Ninguno de ellos existe más, sépanlo.

Lo cierto es que hoy, el barrio que rodea el Campo Argentino de Polo, conserva su alma nocturna de luces de neón y mesas en la vereda, pero está cambiando nuevamente la piel.

El día y la noche arman distintos escenarios, aptos para cualquier edad. Hay menos discotecas y más heladerías. Juegos infantiles nuevos en el bulevar de la Avenida Indalecio Chenaut y locales de comida veggie. Siguen los bares de tragos que tientan con happy hour y 2 x 1, pero se animan a instalarse los restaurantes familiares con precios accesibles.

Los vecinos dicen que sobran peluquerías: es posible encontrar hasta tres en una cuadra. Los viejos edificios militares se reciclaron en gimnasios. Negocios mínimos y sin pretensiones cubren las necesidades de los que viven por ahí: hay lavanderías, almacenes, vinotecas, ferreterías, dietéticas, farmacias, un vivero enorme y una decena de sucuchos que desde una ventana despachan empanadas y pizzas para llevar.

El movimiento es permanente a cualquier hora y el barrio se comunica con el resto de la ciudad gracias al tren, el subte de la línea D y las numerosas líneas de colectivo que circulan por sus arterias.

Las casas antiguas albergan familias; los edificios modernos animan a los solteros que quieren todo a mano y los residentes históricos no piensan moverse.

El resultado, propicia a la convivencia de viejos negocios de oficios con supermercados chinos y locales de diseño; tiendas de ropa de marca con bazares; familias con bebés paseando el perro, chicos en los columpios y señoras con cochecitos de compra por el Bulevar Chenaut, se cruzan con las lentejuelas y los brillos -farándula incluida, tipo las modelos paseando a su bulldog francés - de Báez que se encienden cuando baja el sol.

La historia

Los límites son difusos y se funden con la zona vecina de La Imprenta. La fisonomía propia del barrio se concentra en el sector delimitado por las avenidas Dorrego, Libertador y Luis María Campos y la calle Ortega y Gasset, rodeando el ex Campo Hípico Militar. Vecino de la estación de tren Tres de Febrero, el Hipódromo de Palermo y la zona de la Abadía de San Benito de Palermo, el barrio hoy exhibe reminiscencias de todas sus vidas pasadas.

El nombre hace referencia al sector recorrido por la Avenida Luis María Campos, llamada "El camino de las Cañitas" hasta 1914.

Qué visitar

La Abadía de San Benito. Iglesia de estilo neorrománico, construida sobre la barranca de Luis María Campos. Sus campanadas forman parte de la banda de sonido típica del barrio. Hay que comprar una imagen de San Benito Abad para colgar en la puerta de casa, que protege los hogares. Maure y Villanueva. http://parroquiasanbenito.com.ar/

La denominación provenía de los cañaverales que crecían a ambos lados de la calle y llenaban el suelo de típicas cañas coronadas con penachos blancos. La zona, que algunos dicen que era una quinta y otros un baldío, era tan poco frecuentada que servía para canchas de carreras cuadreras improvisadas.

A principios del siglo XX, el terreno se loteó y se construyeron monoblocks destinados a militares, que hoy coexisten con torres modernas de departamentos para una o dos personas. La arquitectura militar forma parte del paisaje ecléctico del barrio. La sastrería militar de la esquina de Báez y Clay se conserva intacta; las caballerizas se funden con los bares. Desde la Iglesia de Santa Adela, que aún mantiene su fachada neocolonial, hasta Luis María Campos al 700, todavía se distribuyen la Escuela Superior de Guerra, el Regimiento de Granaderos José de San Martín y el Hospital Militar Central Dr. Cosme Argerich.

La antigua imprenta del Jockey Club, donde se imprimían programas y bocetos para las carreras, es hoy un centro de compras que da nombre al barrio vecino. La Imprenta se extiende a partir de la calle Benjamín Matienzo hasta Federico Lacroze, contenida entre Luis María Campos y Libertador.

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