Las brevas maduras

Las brevas maduras

Tras la Batalla de Tolosa, España cayó bajo el total dominio francés, quedando focos reducidos de resistencia. El jueves 17 de mayo de 1810, la noticia llegó a Buenos Aires a través de un barco inglés que desfiló por Montevideo. Un grupo pequeño de criollos buscó de inmediato a Saavedra. Las milicias nacidas durante las invasiones inglesas respondían a su voz de mando y no había otro modo de imponerse a la estructura española.

Tras negarse durante meses a tomar acciones revolucionarias, señalando que “no era tiempo” y que aún “las brevas no estaban maduras”, esta vez Cornelio dio alas a las ínfulas emancipadoras: “Señores -dijo-, ahora digo que no sólo es tiempo, sino que no se debe perder una sola hora”. Fue así el comienzo de una revolución que sin él no hubiera sido posible. Conocer estos detalles es fundamental para comenzar a reconciliarnos con la figura de este militar, tan bastardeada en los últimos años.

El 22 de mayo se logró realizar un Cabildo Abierto. La importancia de este organismo para nuestra independencia reside en que se trataba del único órgano al que podían acceder los criollos, dado que políticamente estaban limitados en el resto. Ese día se votó la destitución del Virrey Cisneros, conociéndose el resultado durante la jornada siguiente, así como la decisión de nombrar una Junta provisional.

Pero la libertad es siempre un tanto esquiva y el 24 los españoles retomaron fuerzas: tiraron abajo la votación y crearon una Junta provisoria que sería presidida por el virrey depuesto. Para conformar a los revolucionarios nombraron entre los vocales a Castelli y a Saavedra, aunque podían ser destituidos de no comportarse correctamente. Pero Cisneros, presidente de la Junta, era igual a Cisneros virrey y cuando se conoció la noticia el “pueblo” enfureció. Todos renunciaron.

Así llegó el 25 de Mayo. Los miembros del Cabildo -en su mayoría proclives al Virrey- volvieron a reunirse, pensaban rechazar las renuncias e imponerse. Entonces, algunos vecinos se agolparon en las puertas del histórico edificio porteño y comenzaron a golpearlas exigiendo saber de qué se trata.

Respondiendo al clamor externo, el grupo revolucionario tomó el poder y formó un nuevo gobierno, nuestro primer gobierno. Fue un día lluvioso, gris en apariencia, pero luminoso como pocos.

Desde esos balcones que inspiran patria se proclamó la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, a nombre del Señor Don Fernando Séptimo, es decir la Primera Junta. Nombraron a Cornelio Saavedra como presidente; Juan José Paso y Mariano Moreno como secretarios, mientras que los cargos de vocales recayeron sobre Manuel Alberti, Miguel de Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Domingo Matheu y Juan Larrea.

Los nueve hombres aparecieron sobre el balcón del Cabildo y cuando Saavedra comunicó a una pequeña multitud la existencia del nuevo gobierno, todos fueron aclamados. Desde allí aún se asoman a la historia.

Años más tarde, Don Cornelio escribió: “Hicimos un formal abandono de nuestras vidas, de nuestras familias e intereses, arrostrando los riesgos a que con aquel hecho quedamos expuestos. Nosotros solos, sin precedente (…) confiados en nuestras propias fuerzas y su bien acreditado valor y en la misma justicia de la causa de la libertad americana. (…) Nosotros solos, digo, tuvimos la gloria de emprender tan abultada obra” (Saavedra; 1969:63).

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