Las Bóvedas: de predio inseguro a pista de salud para una multitud

La recuperación del museo trajo consecuencias no planeadas: los vecinos aprovecharon la remodelación y le dieron un uso recreativo al lugar.

Las Bóvedas: de predio inseguro  a pista de salud para una multitud

Una de las postales de San Martín es la casa de Las Bóvedas: una centenaria construcción levantada en calle Pirovano, entre Tomás Thomas y Godoy Cruz, muy cerca de donde estuvo la original, aquella que perteneció al Libertador aunque ya no existe, y que el General mandó construir como morada de sus últimos años.

Pero a pesar de su valor histórico, Las Bóvedas estuvo olvidada durante años, con sus paredes y techos necesitados de mantenimientos y con un predio igual de descuidado, con amplios sectores sin parquizar y sumido por las noches en la oscuridad por la falta de poda en la arboleda, el descuido de los jardines y la ausencia casi total de farolas: un espacio inseguro, de veredas rotas y evitado en las noches por la mayoría de los vecinos.

Así era Las Bóvedas pero en el último tiempo, el panorama cambió y la manzana que ocupa el museo ha mostrado mejoras y también un cambio de hábito en la gente, que luego de la serie de remodelaciones encaradas por la comuna, se arrima cada tarde a caminar y a practicar deportes al aire libre.

"Ha quedado muy lindo, tanto los jardines como las veredas y hay mucho espacio para caminar; creo que es uno de los lugares más vistosos de la ciudad", dice Paula, que vive a cinco cuadras de Las Bóvedas y que al igual que muchos otros, tiene en el predio del museo, el lugar elegido para su rutina de ejercicios.

Tal ha sido la aceptación de la gente, que la zona suele llenarse con los vehículos de los que no viven cerca y que luego de estacionar, aprovechan el lugar para caminar, hacer ejercicios o simplemente juntarse a charlar y tomar unos mates.

La remodelación que hizo el municipio del predio apuntaba, básicamente, a recuperar el lugar como espacio histórico y con ese objetivo, las viejas veredas que rodeaban a la manzana fueron reemplazadas por anchos senderos de granito y en consonancia con esto, se demarcaron nuevos paseos internos al predio.

Al mismo tiempo se removió la tela que rodeaba la manzana y se reubicaron las rejas y portones. Además, se construyeron fuentes de agua, se trabajó en la parquización y en un nuevo sistema de luminarias. En medio de la nueva plaza, la casona del Libertador ha quedado accesible al público que llega hasta sus mismas galerías.

"Creo que nadie esperaba lo que ocurrió con Las Bóvedas, ni siquiera nosotros que buscábamos recuperar un espacio histórico y terminamos atrayendo a la gente a una nueva plaza, con sus jardines, sus senderos y el museo en medio de todo ello", señaló el intendente Jorge Giménez.

Así, cuando comienza a caer la tarde y el calor del verano da un respiro, Las Bóvedas se llena de cientos de personas: grupos de mujeres que caminan mientras conversan, jóvenes que trotan diez o quince vueltas al predio, mujeres y hombres mayores que acuerdan ejercicios aeróbicos y amigos que se juntan a charlar o a tomar mates.

"El que conoció Las Bóvedas hace un tiempo se acuerda de las veredas oscuras y de los yuyos. El lugar era un asco, muy inseguro y cita de la prostitución de la zona", cuenta Rosa, en una pausa de sus ejercicios de aerobic: "Se hicieron arreglos, la policía patrulla el lugar y la gente ahora viene todo el tiempo". Largas rutinas al aire libre que se prolongan hasta más allá de la caída del sol.

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