Las bolas calientes

Las bolas calientes

Cuando las cosas no salen como uno quiere suele echar mano de las excusas. Eso fue siempre así. Hace ya tiempo que los sorteos de la Champions League están bajo sospecha. Un recelo propuesto por los desfavorecidos, promovido por los vendedores y consumido por los afectados. El Barcelona y el Real Madrid encontraron en este rumor un nuevo y productivo punto de desencuentro.

España entera se divide de forma activa entre los que creen en el amaño y los que no. Del mismo modo que se bifurca entre los simpatizantes de uno y otro equipo. Pero lo cierto es que la polémica de las bolas calientes esconde tras de sí la inconfundible tendencia de echarle la culpa a los demás de lo que nos pasa. Y se afianza en la certeza de que cuando uno está convencido de algo, siempre encuentra las pruebas que confirman su creencia.

Existen motivos para una y otra hipótesis. El año pasado Joseph Blatter, el que fuera máximo dirigente del fútbol mundial, declaraba: "Se ponen las bolillas antes en la heladera. La mera comparación entre unas y otras al tocarlas ya determina las bolas frías y las calientes. Al tocarlas ya se sabe qué hay". El entorno culé se agarró a esas declaraciones para demostrar que la buena suerte del Madrid en los sorteos no era tal. Esta semana el sorteo a cruzado a los blancos con el rival más fuerte, y con ello llegaron las réplicas.

Nunca se demostró nada y siempre hubo quien encontró pruebas inicuas de estafa en los emparejamientos. Lo único cierto de todo esto es que la polémica sigue funcionando como motor para la mercadotecnia futbolística que sigue y sigue vendiendo. Miles de comentarios completan las notas periodísticas de los medios deportivos que dedican múltiples espacios a este filón. Las redes sociales echan chispas e incluso los clubes participan en avivar el fuego, más que nada por aquello de estar preparados para justificar sus posibles fracasos venideros.

Para el amante del fútbol con dos dedos de frente, para el atípico forofo que no solo consume deporte, los fantasmas ya aburren. Aquellos que no son vagos ni conformistas en justificar las derrotas de sus vidas tampoco aceptan la rumorología al uso. Los que no se creen cualquier cosa que leen sí empiezan a sentir las bolas un poco calientes.

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