Es una historia que se recordará por mucho tiempo. Por la grandeza del que finalmente triunfó y por la del caído, que había llegado al Sur con impronta copera bien ganada y se llevó una frustración durísima.
Lanús, el que nunca perdió la fe, hizo los cuatro goles que necesitaba después de haber quedado 2-0 abajo en el marcador demasiado pronto en el partido, ganó 4-2 y jugará por primera vez la final de la Libertadores. Una alegría merecida para un equipo que se supo ganar su fiesta inolvidable.
Lanús sabía que necesitaba una victoria en la revancha de la semifinal de la Copa Libertadores, y se hizo cargo de entrada. El equipo de Jorge Almirón, sin descontrolarse, arrancó con la clara intención ofensiva que le había faltado en el choque de ida y antes de los 10 minutos ya dispuso de dos buenas chances para equilibrar la serie, en la que River arrancó arriba por el 1-0 que consiguió en el Monumental.
Pero entonces apareció una de esas jugadas que marcan un hito dentro de un partido y modifican la historia. Casco habilitó a Nacho Fernández y Braghieri se lo llevó puesto. Penal, que Scocco cambió con gol gracias a un remate bajo que engañó a Andrada. River ganaba y obligaba a Lanús a marcar tres goles si quería dar vuelta la serie.
Y si fue grande el golpe en el estadio con el gol de Scocco, mucho más cuando a los 24 minutos el pibe Montiel le dio un mazazo que lucía definitivo. Faltaba jugar más de una hora de partido, pero River ya se sentía en la final.
Lanús sintió el impacto y se le quemaron todos los papeles. Del orden inicial que le había permitido el predominio en los primeros minutos, pasó a un desconcierto que dejó a River como claro dueño del partido.
Los de Gallardo estaban para liquidar definitivamente la historia. Si no lo hicieron fue por algo de falta de puntería, acaso cierta relajación por la holgada ventaja en el resultado y también por un error ajeno: el árbitro colombiano Wilmar Roldán omitió un penal por una clara mano de Marcone que privó a River de una clara posibilidad para meter el tercer gol.
Pero el local también sabe a lo que juega y siempre mantuvo su libreto. Sobre el cierre de la etapa, encontró su consuelo cuando Sand sacó un remate al primer palo que encontró una floja respuesta del arquero. A los del Sur les aparecía una tibia llama de esperanza, pero todavía tenían que hacer tres goles.
En el arranque del complemento otra vez Sand, el goleador interminable, aprovechó un quedo de la defensa para marcar la igualdad y dejar a Lanús ya a dos goles de dar vuelta la serie. La incógnita en la semifinal, que parecía liquidada, volvía a vivir.
Las finales de la presente edición de la Copa Libertadores se disputarán el miércoles 22 de este mes y la revancha siete días más tarde.
Terminó de enloquecerse el partido cuando a los 16 minutos la gran figura del partido, el Pepe Sand, armó una jugada espectacular por la derecha del ataque, desairó a Pinola y habilitó con un centro bajo a Acosta, que definió con el arco vacío.
La remontada increíble ahora quedaba a un gol. Y a los 22 minutos la hazaña terminó de tomar forma. Montiel agarró a Pasquini cuando entraba al área y el árbitro Roldán dejó seguir.
Pero esta vez, a diferencia de lo que había ocurrido en el primer tiempo, sí apeló al VAR para determinar lo que había pasado.
Y, como correspondía, tras volver a ver la jugada le indicaron que había sido penal. Luego de las lógicas protestas de los jugadores de River, Silva ejecutó desde los doce pasos con mucha calidad para desairar a Lux y puso el 4-2. Lanús pasaba arriba y la semifinal ya era inolvidable.
Lanús jugará por primera vez la final de la Copa Libertadores. Mientras tanto, River se llevaba una decepción que va a costar mucho olvidar.