De la misma manera que resultaba difícil darle algún crédito a quienes, unos tres años atrás, vaticinaban que Lana Del Rey sería la artista que fuera a “salvar al pop”, imposible era creerle a la chica nacida en 1986, en Nueva York, que jamás volvería a grabar un disco.
Ambas presunciones quedaron confirmadas hace algunas semanas con la aparición de “Ultraviolence”, el nuevo álbum de Del Rey, quien a los 28 años no sólo parece desentenderse de la pelea por hacerse del bastón de mando del género, sino que también presagia un futuro más ligado a una carrera sólida que resignado al ostracismo.
Sobre todo, si al auspicioso primer lugar que alcanzó en los rankings de una docena de países con su reciente lanzamiento, se le agrega su participación en la banda sonora de la película “Maléfica” con su versión de “Once Upon a Dream”, un clásico de la versión de 1959 de “La bella durmiente”.
“No tengo por qué forzar las cosas si no tengo una idea o un concepto para hacer un álbum. Por eso dije que no planeaba grabar otro disco. Pero un encuentro casual con Dan Auerbach, de The Black Keys, me abrió el panorama”, explica la cantante, que cuenta que jamás había trabajado con alguien ajeno a su círculo más íntimo.
La participación de Auerbach puso algo de orden en el caos en el que se desenvuelve el imaginario de Del Rey. A punto tal que la artista asocia esa “convivencia” al complejo devenir de su propia vida, que refleja en sus canciones.
“No puedo separarme de lo que viví, que fue bastante turbulento. Yo siento que hago canciones felices, pero cuando la gente las escucha, enseguida me hacen ver lo tristes que son”, dice.
Y, por si hiciera falta reforzar la idea, va más a fondo: “Tres años después de mi debut, aún estoy llena de dudas y de tristeza. Sólo tengo incertidumbre delante de mí. Y no me gusta no saber hacia dónde voy; ni estar insegura en mi vida amorosa o mi vida familiar”.
Entre otras cosas, el pasado de Lana incluye un período de seis años de falta de comunicación con sus padres -su padre, Rob Grant, es un acaudalado agente comercial de dominios de Internet-, una precoz adicción al alcohol, con tres años de recuperación en un internado en Connecticut, y largos días de búsqueda de una atmósfera creativa en la que desarrollarse como artista. Mientras, la escritura se convertía en el único terreno en el que se sentía segura.
“Por eso detesté el lapso en el que no encontraba qué escribir”, dice. Al mismo tiempo que explica que ese ambiente en el que compartir sus intereses que no encontró en Nueva York, lo halló en Los Angeles.
Y rechaza, de paso, las versiones que la presentan como una beneficiaria del mecenazgo de su padre. “La realidad es justamente la opuesta”, asegura.
En todo caso, lo que Del Rey rescata con fuerza es su convicción para seguir adelante. “Puede sonar extraño; pero era una fan de mi música”, admite.
Una sensación que Auerbag contribuyó a fortalecer, durante la grabación de “Ultraviolence”, en Nashville, donde las versiones originales de los temas tomaron su forma definitiva.
“Fue la primera vez que trabajé en un estudio con tanta gente creativa. Abrí las puertas y aprendí a aislarme y refugiarme en ese enorme universo que tengo en mi cabeza, aún rodeada por una multitud.
Definitivamente, el estudio es el lugar en el que me siento cómoda; y el simple hecho de que alguien como Dan se haya interesado en lo que hago, potenció mi confianza en mí misma”, explica.
¿Y fuera de él? “El placer comienza y termina con la grabación del disco”, responde, terminante. “Después -agrega- comienzan los tours, o la promoción; lo más molesto.”
¿Por qué? “ Porque siento que tengo que justificarme, que defenderme, cuando no creo que tenga la necesidad de hacerlo. La música es lo suficientemente buena como para que tenga que defenderme. En el fondo; prefiero quedarme callada”.
Aún así, cuando abre la boca, Del Rey no pasa inadvertida. Sobre todo, si lo hace para explicar que la canción “Fuck My Way Up to the Top” es sobre una cantante que la “acusó de no ser auténtica”, pero que luego le “robó el estilo y lo copió descaradamente”, en referencia a la neozelandesa Lorde.
O si se anima a declarar, como lo hizo durante una entrevista que concedió al diario The Guardian, poco más de un mes atrás, que “desearía estar muerta”.
Aunque luego aclare que se trató una respuesta instintiva ante la coincidencia de que sus ídolos murieron en su juventud.
Y ahora aproveche para ampliar su punto de vista: “Nunca me gustaron por haber muerto jóvenes; pero ese parece ser el destino de la gente que admiro.
Afortunadamente, Leonard Cohen prueba lo contrario. No me atrae el romanticismo de la muerte joven. Los artistas son más útiles vivos que muertos”.
Confesiones
Lana del Rey admitió haber dormido con un “montón de hombres” de la industria de la música, aunque asegura que ninguno de ellos la ayudó a conseguir un contrato discográfico.
En relación a su nueva canción, "Fucked Up My Way to the Top", de su álbum "Ultraviolence", la cantante dijo que la letra alude a sus últimos encuentros eróticos.
Además, en declaraciones para la revista Complex, afirmó que no está de acuerdo con la gente que dice que las relaciones son complicadas: “Todo lo demás es difícil; con suerte el amor es la única cosa realmente divertida”.
La artista de 28 años habló también de su situación amorosa y reveló que había “demolido” la relación de los últimos tres años “con toneladas de depresión e inseguridad. Ahora es una relación insostenible, imposible debido a mi inestabilidad emocional”, reconoció.
“Me gusta el amor físico. Me gusta el amor práctico. ¿Cómo puedo decir esto sin meterme en demasiados problemas? Me gusta el amor apasionado tangible. Para mí, si no es físico, no me interesa”, explicó Lana.