“Cambio climático” y “Calentamiento global” no son simplemente construcciones lingüísticas rebuscadas y que buscan generar preocupación, sino -más bien- realidades predominantes y con tristes y trágicas consecuencias que ya se están evidenciando. La provision de agua doméstica en Mendoza y los productores que viven del agro -ya sea de la ganadería o de las frutas, verduras y hortalizas- son claros ejemplos cotidianos y rutinarios de esta problemática, que ya dejó de ser una amenaza para convertirse en una realidad.
Pero el medio ambiente y sus ecosistemas también comienzan a evidenciar los cambios trágicos. La Laguna de las Salinas, un área natural protegida ubicada en San Rafael y que fue declarada como tal en 2001 a raíz de su flora y fauna, está técnicamente desaparecida, extinta; seca. Hace 21 años, cuando se le brindó protección a través de la declaración, el espejo de agua constaba de 3.100 hectáreas de extensión. Hace exactamente 3 años, a comienzos de diciembre de 2019, personal de Guardaparques, de la Dirección de Náutica (ambos dependientes de la Dirección de Recursos Naturales) y miembros de la Federación Mendocina de Pesca y balseros de El Nihuil y El Carrizal trabajaron en un mega operativo para rescatar a pejerreyes y percas que quedaban en el lugar y que estaban en severo riesgo de morir ante el avance de la sequía. Para ese entonces, apenas quedaban 40 hectáreas en el espejo de agua, y en franco retroceso. Y hoy, comenzando diciembre de 2022, la Laguna de las Salinas está operativamente seca.
“En enero vamos a monitorear el área y se van a tomar mediciones, son trabajos que se hacen en conjunto con el Departamento General de Irrigación. Pero de lo que no quedan dudas es de que se ha reducido muchísimo más la laguna, y estamos caminando a escenarios de gran fragilidad. Es lo mismo que está ocurriendo en muchos de los cursos y espejos de agua que dependen de las nieves y los glaciares”, destacó el director de Recursos Naturales Renovables, Sebastián Melchor.
Más allá del monitoreo propiamente dicho, pescadores y personal que trabajó en aquel memorable operativo que permitió rescatar y trasladar a más de 1.000 peces de este espejo a los embalses El Nihuil (San Rafael) y El Carrizal (Luján de Cuyo y Rivadavia) ya aventuran la sentencia en base a su conocimiento y experiencia en el tema: aunque le quede algo de agua, es tan poco significativa la extensión que la Laguna de las Salinas está técnicamente seca.
“Existe un escenario de cambio climático, y a nivel regional se viene hablando desde hace tiempo de la problemática. Se evidencia en las caídas de las precipitaciones níveas en alta montaña, lo que se ve representado en los caudales de los ríos y que se evidencia en el pronóstico de escurrimiento de Irrigación. A esa pérdida de nevadas hay que sumarle que, por ejemplo en la cuenca del Atuel, la presencia de nieve aumentó 130 metros. Es decir, está 130 metros más alto de lo que era la media. Y se suma el aumento de las temperaturas medias”, destacó Melchor sobre la preocupante realidad.
En base a esta realidad, sumada a la proyección a futuro, fue que en diciembre de 2019 se llevó adelante el mega operativo de rescate y traslado de peces. Se dividió en dos jornadas, en las que se trabajó con fuerza durante la tarde -ya con el sol oculto- y la noche, para que las condiciones fuesen las mejores para los peces. En ambos días se rescataron de la Laguna de las Salinas, se trasladaron en tanques gigantes y se relocalizaron en El Carrizal y en El Nihuil más de 1.000 peces.
“Nos encontramos con recursos ictícolas de alto valor de conservación, como es por ejemplo el pejerrey patagónico y una población casi sin intervención. Esto se llevó adelante ante la pérdida de la laguna y se hizo el operativo para resguardar los recursos y mejorar reproducción. Se llevaron a El Carrizal y El Nihuil, y ahora hay buenas temporadas de pesca en esos lugares, precisamente por el éxito de ese operativo”, ejemplificó el director de Recursos Naturales.
El maratónico y heroico operativo de rescate
Entre el martes 3 y el jueves 5 de diciembre de 2019, en maratónicas jornadas que incluyeron noches en velas atrapando peces en la Laguna de las Salinas y mañanas y tardes liberándolos en otros embalses, se llevó adelante un cuasi heroico operativo que permitió salvarles la vida a unos 1.000 pejerreyes y percas. Y es que el destino de estos ejemplares, de haber seguido en el lugar, estaba escrito: morir como consecuencia de la reducción del espejo de agua. Más de 30 personas -entre guardaparques, trabajadores de Náutica y miembros de los Clubes de Pesca- se pusieron los trajes de superhéroes de neopreno para salvarle la vida a los peces.
Durante horas y horas en que se extendió el trabajo, los baldes pasaron de mano en mano en una especie de cadena humana que comenzaba en el interior de la laguna y culminaba con un último eslabón, el encargado de verter su contenido en alguno de los tres tanques de 700 litros ubicados ya en la orilla del espejo. En los baldes, mientras tanto, los peces se movían frenéticamente y salpicaban agua salada (porque la Laguna de las Salinas, como lo indica su nombre, es -o era- salada).
Los primeros de esos peces salieron del espejo de agua a las 19:30 del martes 3 de diciembre, mientras que los últimos de esa jornada llenaron el tercero de los tanques ubicados sobre la caja de una camioneta recién 8 horas después, pasadas las 3:30 ya del miércoles 4. Durante ese tiempo, los protagonistas apenas si pararon unos minutos para cenar algo rápido y descansar algunos minutos.
Ni siquiera se hicieron un tiempo para dormir, y eso que la primera parte del operativo culminó recién durante la siesta del miércoles. “¡Percas!” o “¡Pejerreyes!” fueron los gritos que más se escucharon -y casi los únicos- aquella primera noche en la inmensidad del apacible silencio. Y era un grito fundamental para que el último en recibir los baldes sepa en qué tanque debía descargar los ejemplares.
Ya en aquel operativo el panorama era poco alentador: de no modificarse la situación, se evidenciaba la Laguna de las Salinas se secaría en los años siguientes (algo que finalmente ocurrió). Prácticamente se necesitaba un milagro, que nunca llegó. Porque, además, el Arroyo Lechuzo -uno de los afluentes que supo tener el espejo- hace ya varios años que no llevaba agua.
Riqueza de ecosistema
Geográficamente hablando, la Laguna de las Salinas se ubica (o ubicaba) a casi 260 kilómetros de la Ciudad de Mendoza y a 40 kilómetros del Embalse del Nihuil. A diferencia de otras áreas protegidas, no recibió nunca visitantes y las posibilidades de acceso son casi nulas. De hecho, quedaron siempre reducidas a camionetas, y la vía menos complicada para ingresar es por medio de un puesto privado (con previa autorización).
En las inmediaciones sobresalieron siempre las salinas que dan nombre al lugar y los restos de lo que algunas vez fueron refugios y talleres del ferrocarril. Como testigo de ello, quedan las deterioradas y oxidadas vías, mientras que la laguna se encuentra más adentro aún.
Al haber sido de agua salada (lo es todavía lo escaso que queda) y no haber en la zona ningún poblado, el aporte del recurso hídrico tuvo que ver siempre con la flora y la fauna. En algunos sectores de la costa se pudo observar, en sus mejores épocas, el pulular de nutridos grupos de flamencos. Mientras que si uno se quedaba quieto y en silencio, también podían verse maras o liebres cruzar a toda velocidad. Zorros, choiques y jabalíes completaban la fauna del lugar, así como también los mencionados peces.
Lo que le valió la declaración como área natural protegida fue el hecho de que haya sido, desde siempre, uno de los pocos espejos en los que coexistieron especies 100% autóctonas y donde no existió manipulación genética.
Las especies rescatadas
De los más de 1.000 peces rescatados hace 3 años, los pejerreyes patagónicos representaron el menor número de ejemplares y fueron llevados a la estación piscícola del Club de Pescadores San Rafael (en El Nihuil). Su traslado se completó directamente en las mismas camionetas.
No obstante, completar el rescate de las percas demandó varias horas más. Y es que estos peces fueron llevados hasta El Carrizal en un camión cisterna.