Sistemática, misteriosamente, como en una película de ciencia ficción especialmente lenta, el lago más grande del Caribe ha estado aumentando y aumentando, devorando decenas de miles de acres de tierras cultivables, ranchos y cualquier cosa que esté en su paso.
El lago Enriquillo se tragó el platanar de Juan Malmolejos. Se tragó los árboles de yuca y mango de Teodoro Peña. La amenaza de que el lago ahogue a la comunidad de Boca de Cachón es tal que el gobierno mandó a un ejército para reconstruirla a partir de cero en una polvosa planicie, a varias millas de distancia.
José Joaquín Díaz cree que el lago le arrebató la vida a su hermano Víctor. Este se suicidó poco después de regresar tras vivir en el extranjero y ver al rancho ganadero de la familia bajo el agua, mismo que empezó su abuelo. "No podía creer que se hubiera perdido todo y fue demasiada la tristeza", contó Díaz, mientras un par de hombres remaban una lancha para pescar sobre lo que había sido el pastizal.
Abundan las teorías pero la respuesta concluyente sigue siendo elusiva en cuanto a por qué el lago -así como su hermano en Haití, el Lac Azuei, que hoy se derrama sobre la frontera entre ambos países en la isla La Española- ha aumentado tanto.
Investigadores dicen que este efecto podría tener algunos precedentes en todo el mundo.
"No existen registros, hasta donde sabemos, de un crecimiento tan repentino de lagos de tamaño similar", dijo Jorge E. González, un profesor de ingeniería en el City College of New York, quien ayuda a encabezar un consorcio de científicos de Estados Unidos y República Dominicana que estudian el fenómeno.
Otros lagos han aumentado por el derretimiento de glaciares y otros factores, dijo González, pero "el índice de crecimiento de estos dos lagos en La Española no tiene precedente".
Los lagos, vestigios salinos de un antiguo canal oceánico, conocidos por sus cocodrilos e iguanas, siempre habían tenido períodos de altas y bajas, pero los investigadores creen que nunca antes habían aumentado tanto.
El nivel del agua comenzó a subir hace una década, y ahora Enriquillo casi duplicó su tamaño, a unas 135 millas cuadradas, notó González, aproximadamente el de Atlanta, en Estados Unidos; aunque las lluvias algo ligeras del último año provocaron la reducción en la velocidad de su expansión. Azuei aumentó casi 40 por ciento en ese período, a cerca de 52 millas cuadradas, según el consorcio.
Los científicos, financiados en parte por la Fundación Nacional de la Ciencia, se centran en los patrones del cambio climático como los principales culpables, con un incremento evidente en la pluviosidad de la zona atribuida al calentamiento en el mar Caribe.
Han señalado en sus informes a una serie de tormentas particularmente fuertes en 2007 y 2008, las cuales saturaron los lagos y las cuencas que los alimentan, aunque también se están estudiando otros factores que es posible que contribuyan, incluido el hecho de que han surgido nuevos manantiales subterráneos.
"La gente habla sobre la adaptación al cambio climático, bueno, eso es lo que se avecina, si es que se está avecinando", señaló Yolanda León, una científica dominicana que trabaja en la investigación sobre el lago.
El aumento ha cobrado un precio, en particular alrededor de Enriquillo, una zona más poblada que la de Azuei. El gobierno estima que ya se perdieron 40.000 acres de tierras agrícolas, lo que afecta a varios miles de familias que perdieron toda o parte de su forma de ganarse la vida con el cultivo de yuca y plátanos, y la crianza de ganado. El pueblo de Boca de Cachón, a orillas del lago, corre un riesgo especial porque ya se perdieron algunas casas y el gobierno está metiendo buldóceres para hacer granjas nuevas.
Una carretera principal, que llega a la frontera con Haití, se inundó y hubo que desviarla, en tanto que otro camino alrededor del perímetro del lago termina ahora abruptamente en el agua.
Los lugareños son escépticos de que el gobierno concluya las obras, y cuestionan que el suelo sea tan bueno como el de las parcelas cercanas al lago que, para empezar, fueron las que atrajeron a generaciones de campesinos.
Olgo Fernández, el director del instituto de recursos hidráulicos del país, descartó las críticas y dijo que el gobierno planeó cuidadosamente a la comunidad y las parcelas nuevas para asegurar que la zona siga siendo un invernadero agropecuario. Estará terminada este año, dijeron funcionarios, aunque todavía quedaba mucho por hacer una tarde reciente.
"Estas tierras producirán igual de bien, si no es que hasta mejor, que las que tenían antes", expresó Fernández.
Se está construyendo fila tras fila de casas, todas iguales, de tres recámaras, de bloques de hormigón – 537 en total – en el pueblo nuevo, que incluirá una cancha de béisbol, una iglesia, escuelas, un centro comunitario, parques y hasta helipuerto ("para dignatarios visitantes", explicó un funcionario). Los controles ambientales harán que sea "el pueblo más ecológico de República Dominicana", dijo el mayor general Rafael Emilio de Luna, quien supervisa las obras.
Por ahora, no obstante, a la orilla en aumento progresivo del lago, los troncos fantasmales de las palmeras muertas marcan dónde están las granjas sumergidas.
Júnior Moral Medina, de 27 años, quien vive en Boca, planea mudarse a la nueva comunidad. Miró hacia una zona donde estuvo su granja de 10 acres, hoy un estanque de agua del lago salpicada de palmeras muertas.
"Nos preocupaba que desapareciera el pueblo completo", notó Medina, quien ahora trabaja en la construcción de la nueva comunidad. "Al principio, algunas personas no querían abandonar la zona, pero el agua seguía subiendo, lo que hizo que se asustaran todos".
Los habitantes de otras comunidades se están impacientando y preocupando de que no reciban indemnizaciones por las pérdidas.
Enrique Díaz Méndez ha tenido un puestecito de abarrotes en Jaragua desde que perdió la mitad de los seis acres de yuca y plátano a causa de Enriquillo. "Nos quedamos casi sin nada", dijo.
José Joaquín Díaz y su hermano Víctor crecieron cuidando ovejas, cabras y vacas del rancho de la familia, pero ambos salieron de República Dominicana rumbo a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. José regresó primero y Víctor, hace tres años, esperando un ritmo más lento en la vida después de haber trabajado en un montón de empleos en Brooklyn durante 18 años.
"Le dijimos del lago, pero se impactó al verlo", recordó José con los ojos llenos de lágrimas por el recuerdo.
Más noche, Víctor llamó a su madre para contarle de su consternación. A la mañana siguiente, lo encontraron colgado en el departamento de un familiar en Santo Domingo, donde se hospedaba. "Es raro ver pescando a la gente donde solíamos tener a las vacas", notó Díaz.
"Víctor no pudo soportarlo".
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Santo Domingo, o La Española, compartida por Haití y Dominicana, sufre las consecuencias del cambio climático en sus dos principales lagos.
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