El hombre llegó a la entrevista apoyado en su bastón, con el que amortigua el costado derecho de su cuerpo.
Por más que tiene 62 años, su salud es frágil fruto de los muchos años que pasó en prisión. Igual se las arregla para viajar en colectivo, donde siempre alguien le cede el asiento, “lo único bueno que tiene ser inválido”.
Para la entrevista se pautó que ni su nombre ni su cara se dieran a conocer. “Lo que sí pueden es fotografiar mi tatuaje, que es nuevo”, dice para comenzar.
1. ¿Dónde y cuándo nació?
-Nací el 30 de octubre de 1952. Mi padre era libanés y le llevaba 38 años a mi mamá: él tenía 61 años y ella, que era argentina, 23. El matrimonio duró hasta que yo cumplí siete años. Ahí mi madre nos abandonó. Y me crió mi padre solo. A ella la vine a conocer de adolescente y por iniciativa mía. Se había ido con otro hombre con el que tuvo tres hijas, que hoy son mis hermanas.
2. ¿Cuáles son sus estudios?
-Hice la primaria en Santo Tomás de Aquino, ya que mi padre trabajaba de electricista en varios colegios. Pero la terminé en la Federico Moreno e hice un curso de mecánica del automotor por correo. No terminé la secundaria.
Después me inscribí como voluntario en el Ejército pero abandoné y más tarde, a los 20, me incorporaron al servicio militar en Córdoba. Pero en 1973 deserté: volvía a Mendoza por un fin de semana y no regresé al cuartel. Algo que después me traería muchos dolores de cabeza.
3. ¿Recuerda el primer robo?
- La primera vez fue a pedido de un vecino mío en la calle Chacabuco de la Cuarta. El tipo tenía un taller y me llevó hasta la terraza y me preguntó: ‘¿Te animás a robarte un auto?’. Yo tenía conocimientos de mecánica, de los sistemas de arranque de vehículos porque siempre estuve en contacto con los talleres mecánicos. Fuimos a Buenos Aires, él, otro tipo que era gordo y yo. Me traje un Falcon de una playa de estacionamiento.
Por aquellas épocas se estaba implementando el cambio de chapas patente en el país; se pasaba de un régimen municipal a uno provincial. Las chapas municipales eran naranja y se iba a pasar a unas negras con letras y números blancos. Entonces había que traer los autos "municipales" antes de que se hiciera el cambio. Además, antes no había tantos controles como ahora.
4. ¿Cómo era el robo más común?
-Para gente con mis conocimientos no era muy complicado. Levantaba el capot y hacía arrancar los autos con las baterías. Los más de los casos eran en las playas de estacionamiento, claro que por entonces no había cámaras de seguridad ni las alarmas que hay ahora. Una vez, en una playa de la calle Riobamba, en un piso tres, tenía problemas para sacar un Valiant y un tipo que creyó que era el dueño, me ayudó a empujarlo.
‘¿No se lo estará robando?’, me preguntó en chiste. ‘Sí, ¡me lo estoy robando!’, le contesté como en broma. Después se debe haber enterado que no era broma. Me pagaban por unidad levantada. Me daban la plata para viajar a Buenos Aires y volvía en un auto. Claro que también tenía todo para hacerle papeles truchos para el viaje, de hecho viajaba con una máquina de escribir portátil, una Remington Orator.
Después de robar cerca de 20 unidades en un año, aprendí el negocio. Había que tener contactos en algún Registro del Automotor y me hice de varios contactos. Así que empecé a trabajar por mi cuenta.
5. ¿Cómo fue la primera detención?
-Me había puesto un bowling en el centro de Lavalle y me fui a vivir allá. Una noche fui a buscar a una chica en un Dodge 1500 que había robado acá cerca, en la estación del ACA, un cero kilómetro sin patente. Iba llegando a la comisaría de Lavalle y casi choco con un auto que venía con las luces altas. Después de las puteadas, cuando bajan la luz, me di cuenta de que era una camioneta policial con tres milicos.
Me bajaron y me pidieron los papeles y me llevaron a la seccional 18. Allí, cuando estaban a punto de dejarme libre porque tenía bien los papeles truchos, saltó que yo estaba con orden de captura por ser desertor del Ejército desde hacía dos años y además saltó lo del auto robado.
Luego me llevaron detenido a Colonia Segovia ya que en la casa de un amigo tenía un Renault 12 robado. Bueno, fui a parar a la cárcel de Boulogne Sur Mer por dos delitos: sustracción de automotores (que en esa época no era excarcelable) y violación a la ley marcial del Ejército por desertor.
6. Entonces cayó preso...
-La experiencia carcelaria fue traumática. Estuve más de tres años y fui condenado por la Tercera Cámara del Crimen. Cuando salí me casé y traté de vivir vendiendo relojes por la calle, de manera ambulante como hacen ahora los senegaleses. Fue cuando intenté volver a ser honesto. Pero volví a robar autos otra vez por mi cuenta.
Me agarraron, mi esposa perdió el embarazo, se enojó y se fue a vivir a Israel. En total, entre las condenas y las absoluciones, estuve seis veces preso desde mediados de los 70 a fines de los 90 con grandes intervalos de libertad, por supuesto. En el ínterin quedé infectado de VIH.
7. ¿Cuándo comenzó a retirarse?
-Empecé a decaer con el paso del tiempo. Cuando yo no me sentía joven. Por los achaques en la salud llegué a tomar seis remedios distintos por día, una renguera que me obligó a usar el bastón que uso hoy. Y la gente que te abandona. En el robo, como en cualquier tipo de relación humana, tenés amigos en la medida en que sirvas. Si no servís, los amigos se van. Para un ladrón de autos o para lo que sea. Hoy tengo a mi psicóloga, a mi primo con su esposa y a mi sobrino.
8. ¿De qué vive hoy?
-No podría robar nada hoy. Mis conocimientos para hacerlo ya no sirven. Se siguen robando vehículos como siempre, pero yo no lo podría hacer. Y hoy el modo de levantar un vehículo es ponerte un arma en la cabeza y quitártelo: eso es asaltar y robarte el auto. Nosotros éramos unos artesanos, hoy cualquier gil levanta un coche. Además no me da el cuerpo, el 30 de octubre cumplo 63 años. Vivo de una pensión por incapacidad que no llega a los 4 mil pesos. Y vivo en una pieza de pensión, solo.
9. Una pregunta que le haría el papa Francisco: ¿cómo se lleva con la culpa?
-En mi rubro, la culpa es algo fácil de extirpar: la figura del seguro contra robos de vehículos estaba presente siempre. Vos pensás que no le estás haciendo daño al dueño del vehículo, sino a las compañías de seguro, que siempre tienen dinero y que en muchos casos estafan a los asegurados. Lo mismo les sucede a los que roban bancos: la frase “paga el seguro” es liberadora. De todos modos, a mí en el año 97 me robaron mi auto en la calle y la verdad es que no me gustó para nada.
10. ¿Por qué tiene el tatuaje que dice "odio"?
-Me lo puse hace poco, una mañana que había bebido de más. Por suerte ahora estoy controlando la bebida, que es otra manera de estar preso. Pero fijate bien que una “O” de odio tiene forma de corazón. No estoy desilusionado con la vida, lo estoy conmigo, algo que hablo mucho con mi adorada psicóloga. Tuve la posibilidad de tenerlo todo. Y ahora mismo no tengo nada.