Por estos días, los productores de uva, durazno y ciruela -por mencionar los principales cultivos frutícolas- están terminando la poda. Si bien los usos y costumbres establecen que esta es la época en la que se utiliza fertilizante, los especialistas señalan que no es el mejor momento porque la planta no lo absorbe.
También plantean que se pueden aplicar algunos pesticidas, pero es importante observar la densidad de la plaga, para determinar si es necesario recurrir a químicos. Con estas acciones, se pueden reducir los costos.
Gustavo Aliquó, investigador de la estación experimental agropecuaria Mendoza del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), comentó que hasta mediados de setiembre no hay muchas labores para realizar en los viñedos. Esto, porque las variedades que se cultivan en la provincia, que son para la elaboración de vino, brotan a partir del 15 o 20 del mes próximo, empezando por los lugares más cálidos, como Lavalle, y terminando en los más fríos, como el Valle de Uco.
Entre tanto, recuerda que a partir de mediados de agosto es importante realizar un buen riego, para estimular que la savia salga por los cortes de la poda y que de esta manera se hidraten los tejidos y las yemas, lo que contribuye a una brotación más homogénea y evita tener que solucionar problemas más adelante.
El ingeniero agrónomo, experto en viticultura, subrayó que todavía hay peligro de heladas tardías y explicó que en el invierno la yema resiste hasta 17 grados bajo cero, pero cuando esta cerca de la brotación, solo tolera temperaturas de 1 grado bajo cero.
Lo que puede ocurrir es que el brote todavía no se haya desarrollado, pero la yema ya esté activa. Entonces, si bien el daño no es aparente en un primer momento, la plata brota unos 15 días después de lo esperado y con pocos racimos. Esto se debe a que la yema principal, que es la que trae mayor cantidad de racimos y despierta primero, murió, y fue la secundaria la que terminó brotando.
Para reducir el riesgo, detalló Aliquó, se debe mantener el viñedo libre de malezas, ya que por ellas sube el frío y llega a las yemas. También es fundamental mantener el suelo "planchado", es decir no trabajado, para reducir la superficie de liberación de calor. Lo que generalmente se hace es pasar un tablón. Además, se tiene que mantener la tierra con buen riego, ya que el agua acumula calor.
Eficiencia ante todo
Fabián Ruggeri, ingeniero agrónomo integrante de Acovi (Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas), indicó que, por una cuestión de usos y costumbres, algunos productores están aplicando guano para fertilizar el suelo. Pero subrayó que no es el momento correcto porque se debe esperar a que las raíces estén activas, mientras que ahora recién están empezando a moverse y la absorción de agua es incipiente. Esto provoca que los nutrientes se vayan perdiendo con el riego y se incrementan los costos sin alcanzar el resultado buscado. Otros viticultores recurren a productos químicos, que son altamente solubles, por lo que también se pierden al regar.
Ruggeri indicó que hay quienes colocan fertilizante ahora, porque cuando empiezan con el riego y otras tareas de labranza se les complica. Sin embargo, lo ideal, para aprovechar la inversión, es esperar hasta mediados o fines de setiembre.
En cuanto al control de malezas, comentó que, como algunas fincas tienen un poco más de humedad que el año pasado, han surgido malezas, por lo que los productores están aplicando herbicidas. Esto, para no mover el suelo, porque debe estar asentado por el riesgo de heladas, y también porque hoy el costo de usar un tractor es muy elevado.
Ruggeri manifestó que, como se trata de yuyos de invierno, se necesita solo un desfoliante o secante, debido a que la planta no vuelve a brotar. Si bien la mayoría de los viticultores ya recurren a estos productos, porque son más económicos, resaltó que no conviene utilizar glifosato en esta época.
Asimismo, recomendó aprovechar estos primeros riegos para observar, antes de la brotación, si existe un problema de niveles y corregirlo. En este sentido, indicó que muchos viticultores se quejan porque el agua no les rinde, pero la eficiencia intraparcelaria es deplorable: las hijuelas están en mal estado, sin compuertas, con tapones de tierra, y con dificultades de niveles.
Control sectorizado
Emilia Mazzitelli, ingeniera agrónoma del Área de Entomología de la Estación Experimental Agropecuaria Junín, del INTA, detalló que en invierno, después de la poda, se pueden hacer curaciones con aceite entre el 2 y el 3% para controlar las cochinillas y pulgones que suelen afectar a los frutales. Sin embargo, subrayó que puede generar problemas si se coloca durante la floración, por lo que los productores deben considerar la variedad de frutal, ya que algunas aún no se mueven, mientras otras están con las yemas activas.
En el caso específico del duraznero, cuando empieza a florecer -lo que ocurrirá en los próximos 20 días, dependiendo de la variedad- se debe empezar a monitorear la presencia de pulgones. Es que es importante analizar si la densidad poblacional es suficiente como para generar un daño económico que justifique usar productos para combatirlo. Por otra parte, puede ocurrir que la plaga no esté en toda la finca, sino en algunos sectores, en cuyo caso es aconsejable hacer aplicaciones sectorizadas, para ahorrar costos.
La otra plaga importante que afecta al durazno es la grafolita, una polilla que ataca el brote y el fruto (el pulgón solo al brote). Para ella existen dos formas de control: los difusores de feromonas y los químicos. Los primeros actúan a partir de la confusión sexual, ya que el macho no encuentra a la hembra y no puede fecundarla. Estos elementos se colocan en los árboles en esta época, porque cuando las temperaturas se elevan, comienzan los vuelos de estos insectos.
Los difusores, explicó Mazzitelli, son mejores para el medio ambiente porque no generan residuos, pero pueden tener un costo mayor. De todos modos, indicó que cuando las poblaciones son bajas conviene utilizar feromonas porque la relación costo-beneficio es mayor. En este sentido, consideró que, cuando se trata de un nuevo, se debería usar químicos y difusores, y, una vez que se reduce la cantidad de grafolitas, usar solo los difusores.
La ingeniera agrónoma expresó que los productores tienen que estar atentos a las alarmas del Iscamen, que se extienden durante la primavera y varían de acuerdo a la zona. Estas alertas señalan el momento oportuno para realizar el control, ya que las aplicaciones fuera de término son inefectivas. También indicó que es fundamental utilizar el insecticida específico para cada plaga y que se tiene que evitar atacar la flora benéfica, que contribuye a un equilibrio natural.
Aguardar la floración
El ingeniero agrónomo Hilario Lázaro, quien es investigador de la estación experimental agropecuaria Rama Caída del INTA, recomendó a los productores de ciruela que se manejen con cautela hasta las tres o cuatro semanas posteriores a la floración. A partir de ese momento, de acuerdo al resultado, se puede empezar un programa de protección sanitaria y fertilización según se requiera. Esto es particularmente aconsejable ahora, que los costos de los tratamientos son altos.
La excepción, aclaró, es si se observa piojo o cochinilla en madera, lo que justifica realizar una cura de aceite hacia fines de agosto. En ausencia de esta plaga, recién a principios o mediados de octubre -y con hoja expandida en dardos-, se pueden hacer aplicaciones para pulgón, ya que un año seco como este puede ser muy complicado, y un acaricida.
También se puede pulverizar un fuente de zinc foliar en el mismo caldo, hasta dos aplicaciones (se puede retrasar el uso de acaricida a esta segunda aplicación temprana).
También será el momento de recurrir a fertilizantes nitrogenados, ajustando el nivel de fertilización a la demanda de fruta, menos lo aportado en postcosecha o vía guano, si se hubieran hecho estos aportes.
Lázaro analizó que desde hace 10 a 12 años se da un ciclo casi perfecto de alternancia, en donde a un año de baja producción sigue otro de alta. Como la cosecha de ciruela D'Agen de 2018 fue mala, se espera una temporada -a priori- favorable. Es que la escasa producción precedente y el otoño largo han favorecido una gran formación de flores. En tanto el invierno, si bien fue suave al principio, se acentuó desde julio, con lo que se cumplieron las horas de frío requeridas.
Estas condiciones, continuó, hacen que hoy las yemas estén todavía dormidas y se anticipa una floración en fecha normal - entre la primera y la tercera semana de setiembre en el sur provincial-, de manera que se reduce el potencial las heladas. De todos modos, como se trata de un cultivo muy vulnerable durante la floración, tanto a heladas como al calor, no se puede saber con certeza lo que queda en planta hasta 3 a 4 semanas después de que florece. De ahí que considere importante esperar a ese momento para actuar de una manera eficaz y económica.