La vitivinicultura argentina tiene oportunidades de crecer

La vitivinicultura argentina tiene oportunidades de crecer

La obsesión de la vitivinicultura prácticamente desde sus orígenes ha sido el equilibrio entre lo producido y lo demandado. Todos los actores de la cadena sabemos que cuando existen desequilibrios son muy pocos los que ganan y la gran mayoría pierde: consumidores, bodegueros, productores o el sector público. Los últimos tres años -2014, 2015 y 2016- han reflejado profundos desequilibrios en la cadena de valor vitivinícola.

En 2014 una decisión política incorrecta -una mala aplicación del acuerdo de diversificación de uva a mosto- significó la generación de un excedente vínico que se arrastró hasta la última cosecha y que tuvo su correlato en los precios. En mayo de 2016 y antes de contar con los números definitivos de la cosecha de este año, la disponibilidad de vino era de aproximadamente ocho meses, es decir que sin considerar la nueva cosecha, la vitivinicultura argentina ya disponía, a nivel general, de vino para abastecer poco menos de tres cuartas partes de lo que vende en un año.

Al mismo tiempo, el precio promedio de las uvas tintas en el período 2003/2016, descontando la inflación, fue 71 pesos el quintal, mientras que en 2015 fue 34 pesos el quintal, es decir un 52% menos que el promedio. Algo similar ocurrió con las uvas blancas varietales y las rosadas.

En 2016 la naturaleza corrigió, a nivel de todo el sector, lo que las personas no pudimos corregir. La cosecha más baja en Mendoza en casi 60 años llevó al sector al otro extremo ya que las proyecciones de venta indican que para el cierre del ciclo productivo 2016 -sin considerar la cosecha 2017- aun con una caída en las ventas totales cercana al 10% la disponibilidad de vino estaría en niveles mínimos, esto es contar con vino para tres meses de ventas.

El excedente de vinos de 2014 desequilibró el sector -que ya venía golpeado por la caída en las exportaciones- tuvo un efecto adverso en los precios pagados al productor y a los elaboradores de vino de terceros y posiblemente ayudó a un ajuste menor en precios al consumidor por el menor valor de la materia prima. El movimiento brusco que significó la baja cosecha de 2016, especialmente en Mendoza, actuó en sentido opuesto en las variables señaladas anteriormente. Ninguno de los dos escenarios son buenos. El equilibrio es una condición necesaria para crecer y precisamente allí está la oportunidad de lo que viene.

En Argentina, 5 de cada 10 personas consumen vino habitualmente. Esto representa 14,6 millones de argentinos. Para lograr que las 5 personas que hoy no nos “toman”, nos “tomen”, necesitamos dejar de añorar un pasado de muchos litros que consumía una sociedad que ya no existe y trabajar en ocasiones y segmentos donde hoy el vino prácticamente no está presente: la noche, la coctelería, la “previa”, los jóvenes y las mujeres. Al mismo tiempo no debemos descuidar el hogar ya que 8 de cada 10 consumidores dicen tomar vino allí. El vino tiene que defender la ocasión y su modo de consumo clave: comida en el hogar.

Por otro, el vino en Argentina representa poco menos del 3% del comercio mundial, a la vez que aproximadamente 4 de cada 10 litros de vino argentino que se exporta es malbec, mostrando que el malbec argentino es menos del 1,5% de las exportaciones mundiales. Nuestro varietal insignia, la bandera del vino argentino en el mundo, es un porcentaje aún relativamente pequeño del comercio mundial por lo cual su potencialidad es enorme.

Algunas de las características que lo hicieron famoso y permitieron su expansión como su sabor y frescura aún siguen atrayendo y son adecuadas para comenzar a tomar vino en el segmento de los jóvenes. Además tiene la plasticidad de operar en diferentes franjas de precios y los blends, en base a malbec, han estado creciendo.

La posibilidad de abrir un mercado en Argentina para el jugo concentrado de uva a través de la ley de uso de jugos naturales significa una gran oportunidad para la cadena de valor. Poder colocar alrededor de 60.000 toneladas de jugo equivale a producir 260 millones de kilos de uva por año, de 14.000 hectáreas de más de 2.000 productores. Además del impacto en las economías de trece provincias del país, la incorporación de jugos naturales a las bebidas sin alcohol significará seguramente un impacto positivo en la salud de todos los argentinos.

El vino está presente en los hogares argentinos, está vigente. Argentina va en camino de posicionarse como un productor de vinos diversos y de calidad en los grandes centros de consumo mundiales. La vitivinicultura significa para la Argentina valor agregado, empleo, marca país y tiene potencial. Para aprovechar ese potencial es necesario recuperar los equilibrios.

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