En sus casi 300 páginas, es posible descubrir escenarios y hechos poco conocidos de la historia nacional. Así, tomando como referencia figuras políticas y sociales que por diferentes motivos trascendieron a su época, el libro busca poner de relieve la violencia institucional y política que ha caracterizado al país desde su propia constitución como tal.
Justamente, ése fue el motor que movilizó a la historiadora mendocina Adriana Micale para escribir junto a su esposo, el escritor Jaime Correas, “Hechos polvo, cadáveres errantes y degollados en la Argentina del siglo XIX” (Olmo Ediciones).
Luego de un profundo trabajo de investigación -sustentado en bibliografía, textos periodísticos y documentos que guardan una antigüedad de unos 150 años- los autores presentaron los primeros ejemplares, en la Nave Cultural. Para efectuar su análisis, se remitieron a personajes que colaboraron a construir el devenir nacional y cuya muerte o luego de ella, sufrieron el maltrato de una sociedad en crisis.
En cada capítulo, de hecho, se desarrollan escenas cuyos protagonistas son nada menos que José de San Martín, Juan Bautista Alberdi, Manuel Belgrano, Narciso Laprida y Leopoldo Lugones, entre muchos otros. Lejos de una lectura enciclopedista, la obra ofrece una construcción literaria donde la ficción aparece uniendo aquellos “cabos sueltos” que quedaron sin documentar.
Micale explica, en ese sentido, que la idea de apelar a este recurso fue lograr un dinamismo textual que ayude a comprender los hechos de la manera más ilustrativa y clara posible.
El contexto al que remite el libro, que cuenta con siete capítulos en los que es posible descubrir catorce relatos, está delimitado entre 1820 y 1870, años en los que reinó la anarquía social y la violencia en todos los rincones del territorio. “Buscamos hacer historia desde el presente para comprender cómo fue el devenir de los personajes centrales y también de los secundarios”, detalla la historiadora. Aquí, dos casos para no olvidar.
Una tumba pequeña para el máximo héroe
Sin lugar a dudas, el relato a cerca de cómo fueron repatriados los restos de José de San Martín luego de su muerte en Boulogne Sur Mer (Francia), en 1850 es un claro ejemplo de la desorganización institucional de la época.
En su libro, Micale cuenta que el deseo del General siempre fue, después de su fallecimiento, que “su corazón descanse para siempre en el de Buenos Aires”.
Luego de su muerte, el cuerpo de San Martín fue sepultado en el cementerio de Brunoy (Francia) y en 1880 (30 años después) fue repatriado gracias a las gestiones de Nicolás Avellaneda, quien había iniciado una convocatoria pública en todo el territorio.
Una vez concretadas las gestiones, el féretro de San Martín fue trasladado a la Catedral del Havre, donde los americanos que vivían en Europa tuvieron la oportunidad de asistir a una misa de cuerpo presente donde su sarcófago fue bendecido antes de partir hacia la Argentina en un buque de guerra construido en Gran Bretaña y que fue lanzado al mar especialmente para esta ocasión.
Así, el 28 de mayo de 1880 los restos del Libertador arribaron al Río de La Plata, donde lo esperaban ex presidentes como Nicolás Avellaneda, Julio Argentino Roca, Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre.
También acompañaron la comitiva otros ilustres y actores políticos de la época, como Carlos Tejedor, Luis Sáenz Peña, Leandro Alem, Aristóbulo del Valle, Lucio V. Mansilla y José Ramos Mejías. “Durante ese acto multitudinario Sarmiento dio un discurso impecable, en el que destacaba a San Martín como el máximo héroe de todos los tiempos”, relata Micale.
Si bien se había previsto que los restos del Padre de la Patria descansarían en la Catedral de Buenos Aires, la determinación para acordar el destino definitivo fue compleja y de hecho, fue motivo de conflictos. En tanto, las autoridades encomendaron a un escultor francés (Carrier- Vellouse) la tarea de construir el monumento que acompañara el sarcófago.
Pero para lograr contar con un sitio especial dentro de la catedral fue necesario llevar adelante tratativas con la Iglesia Católica, que en un principio había negado esa posibilidad debido a que San Martín practicaba la masonería, según argumentaba la Iglesia, detalla la investigadora.
Finalmente, el monumento fue construido, aunque debido a un cálculo erróneo el féretro quedó ubicado con una inclinación y con los pies del General hacia arriba. “Existen teorías que sostienen que esa posición fue una especie de castigo a San Martín por parte de la Iglesia Católica porque era masón. Pero en realidad el problema fue que el monumento quedó chico”, agrega Micale, quien con este ejemplo, ha buscado demostrar que “aún con el Padre de la Patria los argentinos no pudimos ponernos de acuerdo”.
Así, continúa la autora, una obra que debía haber sido monumental trascendió en la historia como un hecho más que de cuenta de las desinteligencias que siempre han caracterizado a los argentinos.
Racismo y violencia contra un notable patriota
Otra historia que da cuenta de la violencia que sumía al pueblo argentino a principios del siglo XIX es la de Bernardo Monteagudo, un colaborador muy cercano a San Martín, quien hacia 1825 y en plena lucha independentista fue asesinado de una puñalada por la espalda en un callejón de Lima (Perú). Lo cierto fue que después de más de un siglo de su muerte y mientras su restos descansaban en el cementerio de Lima, el por entonces presidente Hipólito Yrigoyen decidió repatriar sus restos.
Pero esto no fue lo curioso de este caso: lejos de quedar en el traslado, por orden de Yrigoyen, sus restos fueron sometidos a un estudio antropométrico para saber si Monteagudo portaba sangre negra. Explica Micale que en esos tiempos estaba de moda en la Argentina la teoría de un médico italiano dedicado criminología (Cesare Lombroso), quien había sostenido que en las personas que tenían “descendencia negra o indígena eran propensos a cometer crímenes”.
Fue así que sobre este supuesto, el ex presidente encomendó al naturalista y científico Francisco Pascasio Moreno (conocido como perito Moreno) analizar el cadáver del ex colaborador de San Martín. Lo cierto es que después de los análisis no sólo se descartó tal posibilidad, sino que en la historia argentina el hecho trascendió por su extrañeza. “Llama mucho la atención el motivo por el cual Yrigoyen pidió hacer estos estudios en el cuerpo de un hombre que luchó tanto por nuestra Patria”, reflexiona Micale.
Desde su punto de vista, estos acontecimientos se plantea cómo en nuestro país ha existido un devenir histórico impregnado de una gran violencia política. “Tenemos muchos ejemplos del pasado, pero no aprendemos”, lamenta.
La Interpol recuperó documentos históricos firmados por San Martín
La delegación argentina de Interpol recuperó documentos del general José de San Martín como consecuencia de una investigación que supervisó el secretario de Seguridad, Sergio Berni, según consignó un comunicado difundido por esa cartera.
“El tráfico ilícito de bienes culturales es un delito y se desarrolla en un ámbito de economía oscura. En este caso se trata de documentos muy importantes, de gran valor histórico porque fueron firmados por el máximo prócer de nuestra patria”, aseguró Berni.
Según el Ministerio de Seguridad, los investigadores de la Policía Federal Argentina (PFA) rastrearon a una persona que ofrecía este material histórico a través de redes de la web profunda a coleccionistas privados.
Las indagaciones llevaron más de cinco meses, y determinaron que se allanaran dos domicilios del barrio “Telefónico”, en la localidad tucumana de Yerba Buena.
En los procedimientos se incautó un lote de materiales históricos de principios de 1800, pertenecientes al Archivo General de la Nación.
Entre ellos se encontraban documentos rubricados por San Martín, en los cuales se destacaban el denominado "Bando Histórico de 1815".
Todo el acervo secuestrado fue remitido al Archivo General de la Nación, e intervino en la causa el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N° 1 de Tucumán, a cargo del magistrado Fernando Luis Poviña. Télam