Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires
Si los tironeos previos por el conflicto docente y el discurso del Presidente ante la Asamblea Legislativa agitaron la intensidad política de la semana que pasó, es altamente probable que lo que se avecina para los próximos días exponga los niveles más altos de conflictividad desde que Mauricio Macri llegó a la Casa Rosada. A esas disputas hay que agregar la crisis del fútbol, la marcha convocada por la CGT, y la agenda de los Tribunales por donde deben pasar desde mañana, entre otros, Cristina Fernández de Kirchner y sus hijos, bajo el riesgo de que se agrave la situación judicial de cada uno.
Marzo, que siempre ha sido un mes difícil por abrir a pleno la actividad del año después de las vacaciones, se inicia así con toda la orquesta sonando. Pocas veces como ahora se han combinado tantos factores con fuerte influencia sobre el clima político, y esto coincide, no de casualidad, con el calentamiento que cada fuerza realiza en la antesala de las elecciones parlamentarias de octubre. Cada uno de esos factores revela además la existencia de tramas y estrategias que se desarrollan entre bambalinas, con negociaciones secretas y dobles discursos cargados de hipocresía.
El ciclo lectivo comenzará de manera irregular con paro nacional o sin él, según las particularidades de cada provincia y hasta de cada docente. Ocurrirá de ese modo porque la desgastante pulseada de los maestros con el gobierno bonaerense no es trasladable a todas las jurisdicciones. La Nación mantiene su decisión de no formalizar una única paritaria central porque no tiene escuelas, y son las provincias las que deben pagar los salarios por ser las empleadoras directas.
A su vez los gremios encabezados por Roberto Baradel no se resignan a perder el aporte sindical extra que obtendrían sobre el aumento en una paritaria nacional. El descuento de los días de paro es la réplica oficial que enfrentará a los maestros.
La lucha
A esta altura del conflicto, lo más importante pasó a ser quién dobla el brazo a quién en una batalla de poder, en lugar del interés por la educación y el destino de los alumnos. Es cierto que el nivel salarial de los docentes es de vergüenza y más aún si se pretende mejorar la calidad educativa. Pero hoy se discutiría en otros términos si esos sueldos hubieran sido elevados cuando la economía del país tenía un fuerte viento de cola, con la soja a 600 dólares la tonelada. Hoy ese commodity está a poco más de la mitad y aquellos recursos excedentes fueron a otros destinos, ahora sospechados.
Para el martes, la marcha convocada por la CGT contará con la adhesión de casi todo el abanico opositor: desde la izquierda a sectores moderados y colaboracionistas con el Gobierno. La Casa Rosada se ha resignado a la movilización, pero los integrantes del triunvirato que conduce la central obrera se han comprometido, en negociaciones reservadas, a que la protesta transcurrirá en paz. ¿Pueden garantizarlo? Nadie lo afirma con seguridad, y el tema ha sido motivo de discordia entre los sindicalistas.
El resultado de la marcha, y la decisión o no de formalizar la convocatoria a un paro general para antes de fin de mes, determinará si el esquema de conducción actual de la CGT seguirá vigente. Por lo pronto, los eternos Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Antonio Caló, han vuelto a reunirse para intentar evitar una nueva y ruidosa ruptura en la cúpula gremial, adonde juegan fuerte los intereses políticos.
Que se enfrenten los maestros que quieren parar con los que no quieren hacerlo, y que se divida la máxima dirigencia de los trabajadores, es algo funcional al objetivo de Cambiemos de polarizar la contienda electoral.
¿Qué vemos?
Si revisamos las razones con las cuales la CGT fundamenta su movilización y eventual huelga, y más allá de las interpretaciones hasta filosóficas que se han hecho sobre el discurso del Presidente en el Congreso, hoy pareciera sobrevolar a la política un exceso de subjetividad. El fenómeno se referencia en la sensación que determinados hechos producen sobre cada individuo. Es fácil recordar cuando el incombustible Aníbal Fernández sostenía que la inseguridad era una sensación, y luego salía alguien en televisión diciendo “me mataron a mi hijo y eso no es una sensación”.
Ahora, Macri y su gobierno sostienen que el país de a poco se va recuperando en su economía, que ya hay indicadores que lo demuestran y que se avanza en otras cuestiones muy valiosas para la sociedad. La oposición y la conducción sindical afirman, en cambio, que se debe modificar la política económica porque hay miles de despidos, fábricas que cierran, cada vez más pobres y que el país en lugar de ir hacia adelante, va para atrás.
Si la sensación colectiva puede construirse, como aseguran los sociólogos y los estrategas políticos, el verdadero límite será siempre la realidad. Esa valoración subjetiva suele estar relacionada en forma directa con el entorno, las aspiraciones y los intereses de cada individuo, incluida la necesidad de ajustarse a sus convicciones políticas. Cada una de esas personas, si es honesta con sí misma, sabrá si lo que percibe es una sensación o una realidad.
Llevada esta reflexión al plano de la sociedad en su conjunto, la mejor referencia sobre el pensamiento de los ciudadanos la tendremos al momento de votar. Gracias a la democracia, ése es el momento en que se impone la realidad que ven las mayorías.