La vida ‘on demand’

La vida ‘on demand’

"No sé lo que quiero, pero lo quiero ya", cantado casi como una orden, gritado, es parte del estribillo de la canción que abre el lado B de "After chabón", el disco en vinilo que editó Sumo en 1987, que salió apenas meses antes de que su líder y cantante, Luca Prodan, fuera hallado muerto en su habitación de una vieja casona de la calle Alsina 451, en San Telmo.

A Luca lo mató una cirrosis, pero su leyenda y sus canciones se agigantaron con los años. "No sé lo que quiero, pero lo quiero ya" podría ser parte de una canción que alguien escribiera por estos días, cuando la vida se ha transformado en un presente continuo.

Se vive en línea, conectados, en un streaming permanente, consumiendo a demanda, sin fronteras de espacio ni tiempo. Es decir, con un estilo "lo quiero ya" como era el título de aquella canción de Sumo. Vivimos una suerte de vida on demand.

On demand tal vez sea el concepto fundacional de la industria tecnológica, una idea de servicio vinculado a los requerimientos de los consumidores. En Netflix, por ejemplo, se pueden ver películas y series en el momento que cada uno desee y pueda.

Spotify, en tanto, es una aplicación que permite reproducir música a la carta. Lo pedís, lo tenés, podría ser el lema. Donde quieras, cuando quieras, lo que quieras, por unos módicos 8 o 9 dólares al mes. Sencillamente fantástico.

A cada uno podrán ocurrírsele muchas otras opciones a disposición en la góndola del supermercado mundial. En materia de entretenimiento y ocio se ofrece lo que se busque, pero no se trata sólo de diversión. La vida cotidiana está llena de ejemplos que muestran hasta qué punto las personas nos hemos transformado en mercancía humana, en un objeto de consumo más.

"Lo quiero ya" debe haber pensado Annegret Raunigk una señora alemana de 65 años que tiene 12 hijos y 7 nietos, pero que está embarazada  de cuatrillizos. Una maravilla del avance de las técnicas de fertilización asistida. Annegret quedó embarazada por una fertilización realizada con óvulos y esperma de donantes.

Para especialistas en la materia se trata de un embarazo "irresponsable" porque Annegret supera largamente la edad que la biología marca como la mejor para ser madre: sigue siendo entre los 20 y los 30 años. Aunque por estos días la tendencia social -sobre todo en los sectores medio y alto de la población- la haya corrido por encima de los 30.

"Pueden pensar lo que quieran, lo que yo pienso es lo correcto para mí", rechaza críticas la mujer que admite que se embarazó para cumplir un pedido de su hija menor, que tiene 9 años y quería tener un hermanito. Cuatrillizos on demand.

"Lo quiero ya" debe haber pensado la pareja gay israelí que decidió tener hijos. A ver si se entiende: cada uno de ellos puso su esperma y una mujer anónima donó sus óvulos.

Los embriones resultantes se implantaron en el útero de otra mujer -amiga de la pareja-, que fue quien la semana pasada dio a luz a los mellizos, uno de cada padre. En síntesis, los mellizos tienen tres progenitores biológicos y una madre de alquiler. "Milagros" de la ciencia, que le dicen.

En términos naturales sería como si una mujer tuviera relaciones con dos hombres a la vez y quedara embarazada de ambos. Imposible (que se sepa). ¿Y los límites éticos? Pero, ¿qué preguntas son esas en estos tiempos? "No hay nadie más feliz que nosotros en este momento", dijo la pareja a los medios. Mellizos on demand.

¿Somos una mercancía más? ¿Nos hemos transformado en objetos de consumo? Eso es lo que piensa Zygmunt Bauman, uno de los principales filósofos de la actualidad. Bauman acuñó el concepto de vida líquida tras analizar las relaciones sociales, personales y de consumo que se desarrollan desde hace al menos tres generaciones.

Un estilo que, según Bauman, cubre con más potencia que ningún otro la promesa de satisfacción a corto plazo de un ideal de felicidad permanente. Tanto que resiste cualquier crítica o pronóstico, incluso las inquietantes amenazas del cambio climático, la explosión demográfica o el agotamiento de los recursos naturales.

Bauman da una vuelta de tuerca al concepto en su libro "Vidas de consumo", que resulta una crítica demoledora al consumismo de la sociedad de la modernidad líquida, con valores relativos y extremadamente flexibles. Una sociedad en la que, según Bauman, los seres humanos nos hemos convertido en consumidores que consideramos al otro como un producto que puede no sólo ser "consumido" sino desechado.

Desde esta perspectiva, cada uno de nosotros es un producto que cotiza según sus características, que satisface necesidades y deseos, que reporta algún beneficio, que se vincula según el "valor de mercado" de la relación y descarta o es descartado cuando "el producto no satisface las expectativas".

A fines de los '80 Luca se anticipó a los tiempos: no sabía lo que quería, pero lo quería ya. Por estos días, seguimos sin saber muy bien lo que queremos, eso sí, lo queremos ya. Pero ya.

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