“¡QUE VIVA LA GRIETA!”, así, con mayúsculas, a los gritos según el metalenguaje de mails y redes sociales, apareció en mi Facebook. Era el final de un comentario de uno de mis amigos indignado por la insensibilidad y la represión que, según su mirada, ha desatado el gobierno de Mauricio Macri desde que asumió. La publicación es de esta semana y podría ser el resumen de un año en el que recrudecieron todos los demonios que dividen a los argentinos.
Un par de muestras, a modo de resumen. La "desaparición forzada" de Santiago Maldonado marcó el máximo de la temperatura del enfrentamiento político en medio de la campaña electoral.
Aunque llevó el conflicto y el reclamo de tierras mapuche a los titulares de los medios, todo quedó opacado cuando el infortunado artesano bonaerense se volvió remera y símbolo para los organismos de derechos humanos y partidos de la oposición contra el Gobierno.
Hasta ahora, las pericias indican que no hubo desaparición forzada ni muerte provocada por alguna fuerza de seguridad. Pero igual: Macri basura vos sos la dictadura.
"La grieta es la mayor obra pública de la Argentina", acierta el diputado Martín Lousteau. Fue hace días cuando la denominada Ley de Reforma Jubilatoria desató la furia en las calles de Buenos Aires. Piedras, molotov, palos, balas de goma, gases lacrimógenos, una turba de encapuchados asediando desde afuera el Congreso y una mini patota de diputados, adentro, agrediendo de palabra, de gesto y casi de hecho para evitar que el Poder Legislativo haga lo que tiene que hacer: discutir, debatir, votar, decidir. El juego de las mayorías y las minorías, de los consensos y los disensos.
La esencia de la democracia. No importa: Macri gato.
La grieta se alienta y se alimenta. Primero lo hizo el gobierno kirchnerista apelando a la lógica de "amigo/enemigo" que dictan los manuales de Ernesto Laclau.
De allí surgieron escraches a políticos y periodistas, la puta oligarquía versus el pueblo, la clase mierda, los medios hegemónicos, los cipayos.
Ahora, el macrismo se aferra a las premisas de Jaime Durán Barba que han tenido irreprochables resultados electorales y explotan la misma lógica maniquea.
En el discurso, el Presidente y sus funcionarios invitan al diálogo, pero ese juego de "nosotros o ellos" le ha sido funcional para construir poder.
Los nuevos aires de la política, además, "despertaron" a jueces federales que "durmieron" años y en cuestión de meses ya hay una veintena de funcionarios y empresarios K presos. Desde el ex vicepresidente Amado Boudou hasta el poderoso ministro Julio De Vido, pasando por Cristóbal López y Lázaro Báez. En la grieta cabe todo, hasta el reciente escandalete del técnico de la selección, Jorge Sampaoli.
Para muchos analistas, los violentos sucesos de diciembre tuvieron como objetivo desestabilizar al gobierno, fueron un intento de destitución.
¿Exageran? Quizás, pero la experiencia de otro diciembre más trágico, el de 2001, con la posterior caída del gobierno de Fernando de la Rúa es demasiado cercana como para no prestarle atención a la maniobra. Máxime cuando, a diferencia de aquella vez, no hubo un unánime repudio de las fuerzas políticas a los violentos.
"El mejor peronista es el papa Francisco", asegura el ex presidente Eduardo Duhalde ungiendo al que debiera ser el líder espiritual de los católicos como líder de una fracción política.
Aunque no viene a su país, desde Roma, el Papa terminó por configurar una Conferencia Episcopal hecha a su imagen y semejanza.
La nueva conducción de los obispos argentinos, encabezada por Oscar Ojea, es netamente bergoglista y aseguran que tuvo decisiva intervención para que los sucesos del lunes 18 no escalaran irremediablemente.
Según esta explicación, los líderes de Barrios de Pie (Daniel Menéndez), el Movimiento Evita (Fernando "Chino" Navarro) y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Juan Grabois) escucharon su consejo para aislar a quienes lanzaban una lluvia de piedras en la plaza de los Dos Congresos.
Con ese telón de fondo, aparece en el horizonte 2018. El gobierno nacional plantea una reducción de cargos políticos y hurga en todos los rincones del Estado para achicar el insostenible gasto público.
Esto hace prever remezones con los gremios estatales, casi todos enrolados en las CTA, alineadas con el kirchnerismo y la izquierda.
No alcanza con profundizar el recorte de los multimillonarios subsidios a las tarifas del gas y la luz que desata el enojo de grandes franjas de la clase media, comerciantes y empresarios pyme.
Se suma la reforma laboral que tiene en alerta a todos los gremios, en especial a los de la actividad privada alistados en la CGT, cuya conducción colegiada parece sostenida de alfileres.
Es cierto que Cambiemos salió fortalecido de la pasada contienda electoral, pero cualquier reforma que encare debe contar con la ayuda del peronismo.
También es cierto que el gradualismo aplicado por Macri no fue una opción elegida por convicción sino la única posible en un país carcomido por la pobreza y el desquiciado manejo de la economía. El año que se inicia tampoco será fácil.
Según diversos economistas el crecimiento rondará entre 2 y 3%, la inflación bajará pero estará por encima aún del recalculado 15%, las paritarias más ajustadas ponen en duda el nivel de consumo y habrán menos obra pública y crédito.
Para Macri será el momento de pagar costos políticos. El nuevo shock de la obra pública recién vendrá en 2019, el decisivo año de las elecciones ejecutivas.
El combo quizás obligue al Gobierno a una estrategia más conciliadora, a cerrar filas con el llamado "peronismo racional" y los gobernadores y a acentuar el trabajo con las organizaciones sociales que atienden a los más necesitados. Hay quienes sostienen que, además, debe convocar a una mesa de pacificación.
"Por favor amigos, escriban a mi WhatsApp si necesitan algo. Me cansé de la mediocridad del Facebook y para el 2018 he decidido leer más. Cosas profundas. Meditar. Y conversar más con la gente que amo cara a cara", dice la publicación de otro amigo.
La grieta es una presencia tóxica en nuestras vidas. El hartazgo comienza a ser evidente, cada vez más gente pasa semanas sin entrar a Facebook.
Quizás sea hora de que todos hagamos un esfuerzo por volver a escucharnos, por dejar de contaminarnos, por salir de las burbujas de supuestas verdades donde nos hemos metido.
Feliz Año Nuevo.