"Queremos responder, en cualquier circunstancia y con cualquier autoridad".
El Fondo Monetario Internacional cerró con esa aclaración diplomática su último comunicado sobre Argentina, tras aprobar el cuarto desembolso del crédito aprobado el año pasado sobre las ardientes cenizas del gradualismo.
Son más de 10 mil millones de dólares que ingresarán ahora al país. Quedan pendientes para este año dos cuotas de 5.400 millones, en julio y octubre, y un remanente de menos de mil en diciembre.
A la fecha, el Fondo Monetario ya giró casi el 70 por ciento de su asistencia financiera. Pero sus técnicos no descartan nuevos episodios de inestabilidad cambiaria, inducidos por inversores que se anticipen a dolarizar sus carteras.
La clave de esa contradicción es la incertidumbre electoral. La política es la causa casi excluyente de esa enorme disfunción entre un sólido volumen de reservas y un paupérrimo nivel de expectativas.
Ocurre que una creciente masa crítica en la elite dirigencial argentina amaga de vuelta con no devolver lo que le prestaron. Porque cree que esa idea tiende a ser la más votada. Esa tendencia electoral acicatea la desconfianza. Y de ese modo el círculo vicioso se retroalimenta.
El informe del FMI es una descripción precisa de la encrucijada argentina, sobre cuyas causas la política nacional divide aguas.
La oposición, casi sin matices, fustiga al Gobierno con su rótulo preferido: el del fracaso. El oficialismo se defiende recordando el tamaño monumental de la crisis que incubaron los largos años de dispendio populista.
El gobierno de Mauricio Macri recibió con alivio la autorización del mayor desembolso previsto para este año. Pone allí todas sus fichas para tranquilizar la cotización del dólar, que es el termómetro de la expectativa inflacionaria y -casi en paralelo- de su pretensión electoral.
Aunque la mejor noticia que le dieron no fue esa. Los técnicos del Fondo creen que se despejó una de las dos incógnitas de la recesión: la profundidad. Tocó piso la caída. Resta conocer la variable complementaria: el tiempo esperable hasta el momento de la recuperación.
Pero los equipos de Christine Lagarde también dejaron un par de reconvenciones graves. Le reprocharon al gobierno de Macri la persistencia de la inflación.
Es una novedad complicada para Nicolás Dujovne. De cara a la opinión pública, el FMI deslindó roles. Sus recomendaciones son las del prestamista de última instancia preocupado por la solvencia del deudor: austeridad fiscal, responsabilidad monetaria. Pero el programa antiinflacionario -aquello que a todas lure ces no está funcionando- es tarea excluyente del Gobierno nacional.
El comunicado del FMI señala además algunos riesgos inmediatos. La reducción del déficit fiscal marcha mejor de lo esperado, mas tiene como amenaza la caída de la recaudación. El peligro es que el Estado se tiente con la adicción de licuar ese inconveniente aportando negativamente a la espiral de emisión e inflación.
El mismo riesgo tiene por delante con el mercado del trabajo, en un año electoral. Si adopta una política laxa en las paritarias sólo habrá sumado -como noticia rebelde- otro aporte más a la confusión general.
El impacto político del informe del FMI es de relevancia inmediata para el oficialismo. Como mecanismo de contención para sus aliados, Macri lanzó como carnada la apertura de la fórmula presidencial, pero le devolvieron con un pedido de flexibilización del programa económico. El radicalismo presiona con medidas que son una versión atenuada de los proyectos que la oposición intentó imponer durante la semana desde el Congreso.
El margen de negociación de Macri es más que estrecho. El diseño electoral de Marcos Peña tampoco lo ayuda en demasía. Espera resignado la interna abierta de sus aliados en Córdoba y mantiene, sin razones estratégicas, un aguijón sobre el presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, al sostener una candidatura alternativa del PRO en Mendoza.
Para Macri, el comunicado del FMI es una hoja de ruta obligada para el diálogo con su mesa chica. Y también para la ampliada con sus aliados. Son todos dirigentes que desde enero están ansiosos porque se cruzó un punto de equilibrio: el número de electores críticos con Macri y con Cristina comenzó a trasformarse en nítida mayoría. Mientras la manzana se partía en mitades, todo consistía en llegar con vida al balotaje.
Esas ansiedades han hecho florecer alquimias varias de planes alternativos. Descartada cotidianamente la candidatura presidencial de María Eugenia Vidal, igual todos dicen tener el auténtico Plan B.
El último párrafo del comunicado del Fondo es sugestivo. ¿El verdadero Plan B será alguno que estén pergeñando los acreedores? ¿Por qué pensar que en los laboratorios del mercado haya menos dosis de astucia que en los pasillos de rosca cambiesta modelo Gualeguaychú?
En esa suspicacia abona sus expectativas el emergente que el círculo rojo le agita como advertencia a Macri: Roberto Lavagna. El exministro se agrandó en la interna del peronismo empujando a Sergio Massa casi hasta la tranquera de su country bonaerense.
En realidad, la única tendencia sostenida que exhiben las encuestas es la lenta recuperación de Cristina Fernández. Y la rigidez de su techo bajo inexpugnable.
La carta ganadora de Macri para calmar las dudas de Christine Lagarde.