La veloz siesta de doce dólares en Nueva York - Por Alberto Amato

La veloz siesta de doce dólares en Nueva York - Por Alberto Amato
La veloz siesta de doce dólares en Nueva York - Por Alberto Amato

Sonamos. Ya ni dormir se puede. La siesta es una pasión argentina de la que esta columna ha dado fe. Pero ahora resulta que dormir la siesta cuesta guita.

En Nueva York abrió sus puertas, o mejor sus camas, Nap York, una empresa que cobra doce dólares para dejarte dormir treinta y cinco minutos, a treinta y cuatro centavos de dólar el minuto.

Doce dólares son trescientos pesos de la devaluada moneda nuestra. Encuentro dieciocho maneras más loables de disfrutar trescientos pesos que no sea la siesta, que siempre fue gratis, placentera, vital y entretenida, a veces.

Sin embargo, dicen los bucaneros de Nap York, vivir en esa ciudad es ser víctima del estrés. Escuchame, chantún, trabajar en Nueva York y quejarte por el estrés, es como ir a Venecia y chillar porque está mojada. No hay nada que hacer, siempre hay alguien dispuesto a joderle la vida a los demás.

Lo extraño es que hay quienes quieren ser atropellados: Nap York abrió nuevas camas, en sus cuchitriles de madera basta porque, en los mediodías, cierta gente llena esas cuchas de perro, con perdón de los pichichos, para tumbarse media horita.

En media horita no soñás, no dormís a pata suelta, te ponés a contar los minutos que faltan para el desalojo y tu humilde estrés se duplica.

Por doce dólares, en cambio, más algunas monedas, te mandás a la bodega un par de ostras y un vino blanco en el Oyster Bar de Grand Central, te echás una cabeceadita en sus cómodos butacones y te olvidás del estrés y de las penas.

Pero a la gente le cuesta entender las razones más sencillas. Tal vez la moda Nap llegue a la Argentina. Ojo, no vamos a permitir que avasallen nuestros valores.

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