En los últimos días se presentó un proyecto de ley proponiendo la no obligatoriedad de la vacunación tras lo cual hubo un unívoco rechazo que comparto pero que no se sustenta en el conflicto ético que subyace.
La vacunación es una de las políticas más efectivas de salud pública. Ha evitado millones de muertes y ha permitido el control y casi desaparición de algunas enfermedades transmisibles que diezmaban las poblaciones. Resulta paradójico que hoy se las cuestione y es un error creer que el cuestionamiento es un exabrupto de un legislador, todo lo contrario, es un movimiento que se inició y gana adeptos en los países desarrollados. Justamente en los países que mayores logros han obtenido con la aplicación de vacunas. ¿El olvido en que han caído estas enfermedades que antes asolaban la humanidad es lo que genera la sensación de que no son necesarias las vacunas?
En Mendoza, por ejemplo, las epidemias de viruela y difteria entre 1870 y 1895 causaron gran mortalidad, tanto que en esos años, junto a otras enfermedades infectocontagiosas, hicieron que la mortalidad superara a la natalidad, con una tasa de crecimiento vegetativo negativa. En 1896, luego del informe de Emilio Coni, se estableció la vacunación obligatoria con multas a quienes no cumplieran. Se recuerda también en Mendoza la epidemia de poliomielitis de 1958 con gran cantidad de muertes y secuelas y la epidemia de sarampión de 1970 con más de un centenar de muertos.
¿Qué hizo la vacunación transcurrido más de un siglo?: La viruela se erradicó oficialmente en 1980, el último caso de poliomielitis en Argentina fue en 1984, el de sarampión en el 2000 (en el mundo hay 400.000 muertes por año por esta enfermedad), y difteria el último caso fue en 2006. Este logro no se puede poner en peligro.
En Argentina la Ley 22.909 establece que todas las vacunas del Calendario Nacional de Vacunación son gratuitas y obligatorias para la población que corresponda. El art 11 establece que los padres o tutores de menores son responsables del cumplimiento de la obligación.
La corriente de pensamiento a favor de la no obligatoriedad de la vacunación lo hace respaldada en el principio de autonomía, que expresa la capacidad para darse normas o reglas a uno mismo sin influencias de presiones. Tiene un carácter imperativo y debe respetarse como norma. En bioética se entiende el principio de autonomía como la capacidad de realizar actos con conocimiento de causa y sin coacción. De acuerdo a este principio cada uno podría decidir si vacunarse o no según sus preferencias luego de ser correctamente informado sobre beneficios y riesgos.
Sin embargo hay circunstancias que limitan este derecho individual. La salud pública trasciende a la esfera individual de los derechos y constituye uno de los principales límites a los derechos individuales, en su condición de expresión de un interés colectivo. En el caso de la vacunas hay al menos dos circunstancias que se enmarcan en este razonamiento.
Las tasas de vacunación en nuestro país y particularmente en Mendoza son muy altas. En este caso la inmunidad de grupo o efecto rebaño que se da cuando la alta proporción de individuos inmunes en la población impiden la transmisión de la infección y la aparición de epidemias, podría perderse si la población vacunada disminuye. Esta situación afectaría claramente la salud pública, es decir el interés general, y es uno de los fundamentos de la obligatoriedad.
Nuestro sistema sanitario presenta problemas de financiación, entre otras cosas por el incremento incesante de la demanda y la evolución de la tecnología. En este marco, asistir enfermedades que podrían haberse evitado, más aun en caso de epidemia, significarían un gasto a afrontar por el conjunto de la sociedad y podría afirmarse que se afecta el principio de justicia distributiva.
Los límites que impone el interés general son el fundamento de la obligatoriedad y esta debe ir acompañada de la suficiente promoción y difusión para lograr la adhesión espontánea de la población. El rol del personal sanitario es fundamental para el éxito.
Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.