La urgencia de la cordura

La urgencia de la cordura

Mientras más fuerte la tempestad más calma deben tener los responsables de llevar el barco a puerto. Más capacidad para priorizar tareas y aunar esfuerzos frente a la adversidad. Es indispensable no naufragar, mantener el rumbo al puerto y que no haya motín a bordo.

El barco es el país, los responsables de no naufragar, que no haya motín y mantener el rumbo, son varios, con el capitán a la cabeza.

Recuperar el equilibrio macro económico, bajar la inflación

Bajar la inflación, disminuir el déficit, incrementar la inversión, mantener tipo de cambio razonable. Indispensable y urgente, ¿quién puede negarlo? Ahora bien, ¿cuáles son las medidas para lograr ese objetivo y quiénes deben hacer el mayor esfuerzo para conseguirlo?

¿Establecer incrementos salariales por debajo de la inflación, aumentar tarifa de servicios para llevarla a sus costos reales, lo que implicará baja de consumo y aumento de desempleo, mientras a otros sectores se les disminuyen retenciones para incrementar su rentabilidad  con la expectativa de que eso atraiga inversión, es el camino correcto? Esto es lo que propone el oficialismo.

Aceptemos que el tema merece una discusión profunda y seria, que puede haber otras alternativas, pero también que no nos podemos eternizar en el debate. Hay que tomar medidas y ahora. ¿Es el momento de volver a endeudarnos a tasas altísimas, como son el 6,5 al 8,5% que nos están proponiendo? La experiencia de haber transitado ese camino fue nefasta ¿pero podemos subsistir con 0 endeudamiento? Discusión también, a mi criterio, válida y urgente de ser resuelta.

Los que tienen que ir presos

Es un clásico de nuestra forma de ser acusar de corrupto al adversario político, y el acusado sostener que la acusación es por causas “políticas”. Pasó muchas veces en nuestra historia que al dejar el mandato un gobierno con importante apoyo popular se pusiera mucho énfasis en tildarlo de corrupto, pero ahora los acusados lo son por jueces legalmente designados, lo cual no implica que sean impolutos, independientes o confiables, afirmo que no lo son. Pero no fueron nombrados hoy para estos procesos, son todos productos de nuestra nueva democracia, la del ’83.

La mayoría de ciudadanos tenemos una imperiosa necesidad de que se investigue y se sancione con severidad a los que resulten culpables, y que sea pronto. Pero a todos los culpables, del antiguo y del nuevo oficialismo, y por supuesto también a quienes de ninguna manera, por la naturaleza de los delitos investigados, pudieron ser extraños a los mismos. Me refiero a los empresarios que hoy comienza a estar probado sacaron importantes sumas del país en forma presuntamente ilegítima, sumas que ganaron en este país el cual hoy consideran no les ofrece garantías suficientes para realizar nuevas inversiones de riesgo, claro, prefieren los paraísos fiscales.

La compleja realidad y qué priorizamos

Panorama por cierto complejo el que nos ofrece la realidad. Si priorizamos y nos dedicamos principalmente a que vayan presos los que con indicios bastante serios presumimos deben ir presos, ¿quién toma aquellas medidas que necesitamos urgente para recuperar el equilibrio macro económico?

Si oficialismo y oposición centran su discusión en las fundadas razones que cada uno tiene o cree tener para imputarse conductas al menos sospechosas de corrupción, ¿quién realiza los acuerdos que la tormenta exige para no naufragar como nos ocurrió en el ’89 o en 2001? Si todos aquellos que tienen cuentas o sociedades en paraísos fiscales los inhibimos de actuar como los agentes económicos que hoy son, ¿quién los suplanta?

La puja de intereses, el centro de la discusión

En realidad lo que en el fondo se discute siempre es cómo un país crece y cómo se distribuye la riqueza existente (bienes e ingresos). No estamos creciendo y la distribución sigue su tendencia regresiva. Cada vez menos tienen más y más tienen menos. Esto último midamos como midamos y con el índice que quieran, hoy en la Argentina se incrementa la concentración de riqueza y de ingresos.

La política tiene que servir para establecer una distribución en la que cada vez más tengan más y menos, menos, como así también para que haya crecimiento sustentable.

Si lo dejamos a las reglas del mercado la experiencia nacional y mundial nos dan la respuesta: la concentración avanza a pasos agigantados. Así es el sistema, no las personas, no se trata de buenos contra malos. Sería bueno que nuestro presidente entendiera que sus amigos de siempre son empresarios y que tienden a crecer a cualquier costo, por lo que las apelaciones a sus sentimientos son cuanto menos ingenuas, no propias de un jefe de Estado a comienzos del siglo XXI.

La distribución solo la puede garantizar el Estado, con sus tres poderes en pleno funcionamiento. Ello implica democracia y república. Así es como se garantiza que gobiernen las mayorías populares en estricto cumplimiento de la ley.

Es cierto que no hay un sistema probado en el mundo que garantice estos resultados, los estatismos fracasaron estrepitosamente, pero también es cierto que no había cura para el sida, la parálisis infantil y tantos males que hoy sí la tienen. Por lo que no estamos condenados al éxito como alguien una vez dijo, pero tampoco al fracaso, y el aumento de concentración de riqueza es el fracaso más grande que puede gestar el ser humano, superior a cualquier cataclismo natural.

La cordura

¿Cuál es la cordura que reclamo? Sencillamente que hagamos todo a la vez, todo. Acordemos las medidas urgentes para salir de la crisis con el juego de mayorías y minorías hoy vigente. Alentemos que estos malos jueces que tenemos, mientras perfeccionamos el sistema, determinen quiénes son corruptos y quiénes no. Elaboremos un plan de unos pocos años para alentar el crecimiento y la distribución de riqueza mediante instrumentos concretos (leyes) de intervención del Estado en el proceso económico.

En este momento hay que sacar agua del barco porque corre riesgo de hundirse, en esa tarea sirven todos, promover motines entre los autodenominados buenos y los malos y viceversa, es un suicidio. Pasemos la tormenta, y mientras, que estos falibles jueces que supimos conseguir determinen quiénes actuaron mal y los sancionen y quienes bien.

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