Temen al comunismo, rechazan el matrimonio homosexual y el aborto, suelen ser muy religiosos y piden mano dura con la delincuencia, algunos a través de las armas.
Pocos días antes de las elecciones presidenciales de Brasil, las simpatías de esos votantes están con el candidato que promete la ruptura más radical con el sistema.
Al igual que ocurre en Estados Unidos y en varios países europeos, la ultraderecha ha ganado terreno en Brasil en los últimos años. Tiene simpatizantes radicales, pero también alcanza a votantes antes más moderados, enojados con la clase política.
Un 31 por ciento de los brasileños se declaran dispuestos a votar por Bolsonaro, el ex militar que ganará posiblemente la primera vuelta electoral del domingo.
Tres semanas después, Bolsonaro podría enfrentarse con Fernando Haddad, el candidato del Partido de los Trabajadores, que reemplaza Luiz Inácio Lula da Silva, el ex presidente encarcelado por corrupción e impedido de presentarse a las elecciones por la Corte Electoral brasileña.
Razones y sentimientos
"Es el candidato que va a revolucionar nuestro país", cree Michel Bem. "Porque el pueblo ya no aguanta más tanta escasez, tanta demagogia", agrega el policía de 43 años durante un acto de simpatizantes de Bolsonaro.
"Apoyo a Bolsonaro por sus propuestas y sus ideas", dice Evanir Moura. "En relación con la seguridad pública, por ejemplo. Porque quiere que los delincuentes cumplan sus penas, sin reducciones ni indultos", afirma.
Moura, un funcionario público de 40 años, votará el domingo por Bolsonaro, pero en las elecciones pasadas apoyó a una política que parece en muchas cosas lo opuesto del ex militar, acusado frecuentemente de misógino y racista: Marina Silva, una ecologista negra de orígenes humildes que fue ministra de Medio Ambiente del presidente Lula entre 2003 y 2008, es identificada con un discurso de centro-izquierda.
“Brasil es parte de un escenario global”, dice el politólogo brasileño Mauricio Santoro, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, que compara el ascenso de Bolsonaro con el auge del populismo en varios otros países.
Lo que esos casos tienen en común es "el descrédito de los partidos tradicionales, la rabia del elector", agrega. Un fenómeno impulsado por los problemas y tropiezos de la globalización, a la que se oponen movimientos populistas nacionalistas como el que llevó a Donald Trump al poder en Estados Unidos en enero de 2017.
Presencia evangelista
El caso de la ultraderecha brasileña también tiene elementos propios, como su crecimiento relativamente reciente alimentado por los dos grandes problemas de los últimos años: la crisis económica y los escándalos de corrupción de dimensiones extraordinarias.
La economía se contrajo un siete por ciento en 2015 y 2016, justo después de que se destapara, a partir de 2014, el caso "Lava Jato", considerado como la mayor investigación sobre corrupción política en la historia del país.
“Eso cambió el escenario electoral”, considera Santoro. “La extrema derecha creció en ese escenario. Ocupó el espacio político que antes era de los partidos de centroderecha”, analiza.
La ola de criminalidad en los grandes centros urbanos brasileños, asociada a la dura crisis económica, contribuyó luego a la extraordinaria crisis sistémica que dio alas a la ultraderecha.
Otro factor importante que ha alimentado a largo plazo el ascenso de un movimiento ultraconservador de derecha es la creciente influencia de las iglesias evangélicas en todo Brasil.
Un 27 por ciento de los brasileños pertenece a algún movimiento pentecostal, según el índice Latinobarómetro publicado en 2017.
Y a diferencia de la Iglesia católica, cuyo número de fieles cayó del 78 al 54 por ciento en Brasil desde 1995, , las Iglesias evangélicas se caracterizan por tener una agenda mucho más política.