Por Mario Fiore - mfiore@cimeco.com - Corresponsalía Buenos Aires
La Convención de la UCR del pasado fin de semana volvió al centro de la escena política a un partido que desde hace 13 años viene pagando los costos de defraudar a la ciudadanía a través de esa cadena de desaciertos de todo tipo que fue el gobierno de la Alianza.
Si la noticia tiene fuerza es porque la primera lectura que se impone es que el radicalismo, reunido en un teatro de Gualeguaychú, decidió intentar volver a ser gobierno, es decir, dar pelea real al justicialismo, en cualquiera de sus vertientes.
La decisión fue difícil. Por estas horas, los fantasmas de repetir una experiencia fallida -esta vez integrando una coalición de centroderecha- dirimen un duelo a capa y espada con las esperanzas de aquellos que creen que se puede aprender de los errores cometidos.
Ernesto Sanz, hábil mentor tanto de la disolución de UNEN -el espacio de centroizquierda que el mismo radicalismo había fundado sólo once meses antes- como del nacimiento de la alianza con el PRO de Mauricio Macri, logró imponer su criterio a un partido lleno de contradicciones.
Trabajó en este acuerdo electoral durante nueve meses, con paciencia china. Las primeras conversaciones con el macrismo fueron secretas. Ni sus compañeros de ruta de toda la vida, como el jujeño Gerardo Morales, se enteraron de ellas. El sanrafaelino siempre supo que convencer a toda la UCR le sería tremendamente difícil y que era mejor cuidar las formas hasta que la idea cuajara. Finalmente consiguió el cometido porque fue el único dirigente que llevó a Gualeguaychú un “plan posible”, como le gusta decir a él.
Tanto Morales como Julio Cobos impulsaban un acuerdo más amplio que incluía como condición sine qua non una gran primaria de toda la oposición de la que también debía participar Sergio Massa. Pero el veto de Macri al ex kirchnerista (su principal rival dentro de un universo electoral compartido) siempre hizo de cumplimiento imposible esta estrategia. De ahí la queja amarga que lanzó desde el escenario de la Convención el otro mendocino de esta historia, Cobos. Sabiéndose perdido, “Cleto” rezongó, en clara alusión al PRO: “Quiero que ningún otro partido nos imponga nada”.
Gracias a su profundo conocimiento de las estructuras partidarias, Sanz supo estirar los tiempos del radicalismo durante largos meses y resistir los reclamos del cobismo para que la Convención ratificara cuanto antes la alianza con las fuerzas de centroizquierda. Se trató de una jugada táctica del senador nacional: su plan necesitaba que Macri liderara las encuestas nacionales -al menos en las principales provincias- algo que finalmente comenzó a hacerse palpable este verano.
El kirchnerismo, que ahora critica la conformación de esta coalición opositora, ayudó a que Macri se erigiera en el principal referente de la oposición puesto que en la Casa Rosada se entendió que la mejor estrategia para horadar a Sergio Massa era dejar que el jefe de Gobierno porteño creciera.
Morales y Cobos, otrora rivales irreconciliables, se unieron para tratar de resistir la avanzada de Sanz y de la ola amarilla. Si no lo lograron fue porque el presidente del partido tenía algo concreto en sus manos para ofrecer a sus correligionarios: un esquema de cargos legislativos “entrables” y espacios en un eventual gobierno de coalición que ni Morales ni Cobos pudieron igualar por dos grandes razones. La primera es que nadie confía demasiado en Massa (los radicales creen que si llega al sillón presidencial terminará inclinándose sobre el peronismo, que se reconfigurará rápidamente para seguir gobernando).
El segundo motivo es que la alianza de centro-izquierda, UNEN, ya había implosionado (la renuncia de Hermes Binner a su candidatura fue determinante para ello). Sanz tenía entonces un papel en sus manos en el que estaba esbozado que todos los que tienen bancas que renovar en el Congreso, incluso sus rivales internos, podrán retenerlas ya que el macrismo accede a que las cabezas de listas sean para el radicalismo. El pragmatismo también operó a la hora de votar en la madrugada del domingo; no fue únicamente una discusión ideológica.
Sanz tiene que resistir ahora las críticas de aquellos dirigentes que no quedaron conformes con el resultado de la Convención, los que lo acusan de haber hecho girar de golpe hacia la derecha al centenario partido. No le será tarea sencilla curar las heridas. Más aún si pretende el apoyo de toda la militancia para dar pelea en las PASO a Macri, un dirigente que durante diez años poco pudo hacer para extender el PRO fuera de la Capital Federal y que terminó acercándose a la UCR para usufructuar su despliegue territorial.
Las incógnitas que se presentan es si Sanz y Macri podrán sostener lo pactado en privado, desde el armado de un programa de gobierno en el que comulguen las visiones más “progre” del radicalismo y las posiciones más conservadoras del PRO, a las listas y espacios prometidos por el jefe de Gobierno porteño al radicalismo. Pero la mayor duda es si podrán moldear un proyecto político competitivo que vaya más allá de las elecciones de este año.
En esta encrucijada están metidas las realidades políticas de cada provincia, que fueron las que más ruido produjeron en la acalorada Convención de la UCR. ¿Cómo podrán hacer los radicales de Jujuy, Formosa o La Rioja para llevar al candidato que gane las primarias (Macri, Sanz o Carrió) y también a Massa, el gran excluido de la nueva coalición? Sanz les prometió que no habrá impedimentos -ni de él ni de Macri- pero la legislación electoral presenta muchas trabas para que un candidato a gobernador pueda ir colgado de la boleta de dos candidatos a presidente.
Si Mendoza zafó de este rompecabezas fue porque amablemente el justicialismo local decidió adelantar los comicios provinciales y despegarlos de los nacionales. La dinámica política suele arrojar paradojas como la siguiente: el PJ local terminó metido en una guerra fría con la Casa Rosada por el temor irracional a enfrentar a la boleta de “Cobos Presidente” pero, a la postre, fueron los propios radicales los que terminaron impidiendo a “Cleto”, una vez más, ser candidato a la primera magistratura. Cobos deberá hacerse cargo, por su parte, de no haber podido ofrecer a sus correligionarios un “plan posible” para llegar al poder, como sí lo hizo Sanz.
El impacto que produjo en toda la política nacional la decisión de la UCR de pactar con el PRO y la Coalición Cívica, comenzará a bajar con el correr de los días. Estas fuerzas tienen mucho que hacer si es que realmente quieren llegar a gobernar al país. El principal déficit que tienen hoy es que no pueden dar una pelea equilibrada al peronismo en la provincia de Buenos Aires, donde vota casi 40% del padrón. Un escenario de gobernabilidad futura es poco creíble si quien llega a la Casa Rosada no hace pie en el principal distrito del país, ése que los brujos de la política suelen incendiar para echar a los presidentes.
Esta historia la conoce bien el radicalismo y hasta la presidenta Cristina Fernández la blanqueó cuando acusó al duhaldismo de haber conspirado para que Fernando de la Rúa renunciara en medio del estrépito.
Otra incógnita es qué pasará con los votos que las encuestas asignaban hasta hace poco a UNEN. El pacto radical-macrista deja margen para que Margarita Stolbizer, que decidió ser candidata del socialismo y el GEN, pueda atraer las voluntades de la progresía no peronista e incluso de aquellos ciudadanos que supieron votar al kirchnerismo pero que hoy no se ven identificados con la oferta electoral del Frente para la Victoria.
Si estos sufragios no van a Macri o Sanz, entonces la novel coalición opositora deberá interpelar, necesariamente, al electorado de tradición peronista, como lo hace Massa. Así como el radicalismo estuvo sometido a las presiones de otros partidos -el PRO, el Frente Renovador, el socialismo- hasta que el domingo en la madrugada decidió con quién se aliará, es probable que ahora el massismo pase a estar en esta situación.
Desde el peronismo no cristinista se tendieron puentes para que el ex intendente de Tigre fuera candidato a gobernador de la boleta de Daniel Scioli (algo que la Casa Rosada no permitirá) y, paralelamente, desde el radicalismo y el PRO también se está barajando la idea de ofrecer a Massa el mismo destino: la gobernación de la populosa provincia de Buenos Aires.