Pasadas las 18.30 del 10 de febrero, con 35 grados de temperatura y una humedad que logra que la ropa y la piel sean una sola cosa, Emanuel Rodríguez (31) sale de su casa de Rodeo de la Cruz y aborda el remise, un viejo Ford Sierra que pide siempre.
El chofer debe ayudarlo ya que lo tiene que llevar en brazos y colocarlo en el asiento del acompañante; después el hombre pliega la silla de ruedas y la coloca en el baúl junto con un banner y un equipo de música portátil y dos alcancías. El chofer se seca la transpiración y encara hacia Las Heras y San Martín con su pasajero inválido al lado.
Ya en esa esquina, Manu deja que lo acomoden en la silla de ruedas que usa desde hace un año y medio. Colocan el equipo, acomodan el banner de casi 2 metros de altura en el que se lee “Todos por Manu”. El calor, en esa porción popular del microcentro, parece tener más presencia. Ahora es Emanuel quien se seca la transpiración con un pañuelo y para un atril en el que a su vez coloca una tablet con un programa de karaoke.
Mientras tanto, alguna gente se le acerca. “¿Vos sos el que estuviste ayer en lo de Gisela?”, le pregunta una mujer en referencia a Gisela Campos, la chica que conduce un programa por las tardes en el Canal 7 de Mendoza y donde el joven estuvo el día anterior. Emanuel asiente con una sonrisa; su sonrisa se agranda cuando ve que la mujer coloca un billete de 20 pesos en una de las dos alcancías que ha dejado en el piso de la calle entre los locales Maxi Urban y "Cositas".
Entonces empieza a cantar con "Volver a empezar”, de Alejandro Lerner, un tema que le viene al dedillo.
Desde hace un mes y medio, Emanuel Rodríguez repite casi a diario el mismo ritual musical con su silla de ruedas y su equipo: necesita 32 mil dólares para viajar a China: "Allí me pueden hacer una intervención con células madre y tengo buenas posibilidades de volver a caminar".
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La madrugada del 9 de mayo de 2014, hace poco menos de dos años, Emanuel estaba en la pizzería La Massa, de la Sexta Sección, donde hacía las veces de delivery; esa mañana ya había trabajado en la parte de limpieza de un Wall Mart y por la tarde el tiempo le había dado para asistir a la academia Valeria Lynch donde tomaba clases de canto y baile.
"Estaba muy cansado ese día y la pizzería ya la habíamos cerrado. Estábamos comiendo con tres compañeros más. En eso entraron dos ladrones armados; uno más se quedó en la puerta, de campana".
A Emanuel lo sorprendieron al lado del mostrador mientras sus compañeros estaban esparcidos por otros ambientes. “Los ladrones eran muy violentos. Se llevaron la recaudación y antes de irse, a mi, que estaba en el piso, me pidieron mi plata y el celular hasta que se dieron cuenta de que la moto que estaba en la vereda era la mía: me pidieron las llaves. Entonces me puse muy nervioso; no encontraba las llaves de la moto, sí las de mi casa”.
Los delincuentes no le creyeron y comenzaron a golpearlo en el suelo. “En eso me puse de pie para salir de esa situación, todo esto en cuestión de segundos, y que escuché que gatillaron el arma como cuatro veces hasta que por fin la bala salió y me dio en la espalda”.
El proyectil le atravesó la médula espinal y Manu cayó al piso. “Estaba consciente pero no sentía las piernas; de la mitad del cuerpo para abajo no sentía nada”.
Los ladrones escaparon en la moto junto con el “campana” que los esperaba en la puerta. Desde entonces las piernas de Emanuel desobedecen las órdenes de su cabeza.
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Durante el viernes 12 de febrero -anteayer- el calor y la humedad no han abandonado la esquina de Las Heras y San Martín. En esta ocasión, a Manu lo acompaña Florencia Quevedo, una chica de 18 años que se coloca al lado de su amigo en la silla de ruedas y entrega panfletos a los transeúntes que caminan con cara de haber encontrado pocas ofertas en los comercios populares de la zona.
“Soy amiga de Manu, de la academia Valeria Lynch”, cuenta la acompañante que panfletea un papel pequeño con la leyenda “¡Todos por Manu! Le robaron y los ladrones le quitaron la posibilidad de caminar. Ayudémoslo a ir a China para un tratamiento de células madre...”
Mientras somete al karaoke el tema “¡Qué me van a hablar de amor!” de Cristian Castro, que se mezcla con el murmullo citadino y el calor pegajoso, la gente pasa con prisa pero deja una mirada piadosa y a veces algo de dinero en las alcancías.
Incluso cuando es el turno de la canción “Bailar pegados” de Sergio Dalma - por más que el tema a esa hora de la tarde y bajo ese sol tremendo no encaje demasiado- la gente coopera igual.
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Diez meses después del ataque y luego de una pesquisa bastante minuciosa de la fiscal de Capital, Daniela Chaler, la policía dio con tres sospechosos de haber dejado paralítico a Emanuel. Ellos son Federico Guíñez, Franco Mickzo y Nicolás Aguirre; todos entre 20 y 24 años.
Después de varias diligencias judiciales que incluyeron rondas de reconocimiento y dichos de testigos, los tres, que viven en el barrio San Martín, quedaron imputados de los delitos "de robo agravado en poblado y en banda con uso de arma en concurso real con homicidio criminis causa en grado de tentativa". A todos, de ser hallados culpables, les puede caber la condena a prisión perpetua.
Emanuel está lejos de odiar a estos tres jóvenes. A punto tal que cree que el juicio ya se hizo y hasta que los tres fueron condenados. Cosa que no es así. "El caso está elevado a juicio desde el año pasado pero no tiene fecha. Los acusados están presos y se espera el debate", dijo la fiscal Chaler a este diario.
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Antes de ser atacado, Emanuel dice que llevaba una vida "normal".
"Vivía solo en Las Heras, me hacía -igual que ahora- cargo de mi hijo. Iba de arriba para abajo todo el día. Después del balazo me tuve que ir a vivir a la casa de mi abuela donde estuve más de un año y ahora estoy con mi viejo en Rodeo de la Cruz. Por la ART hice que me agrandaran el baño para tener las comodidades que alguien como yo necesita".
Los médicos que atendieron a Emanuel le contaron que la bala de los ladrones le atravesó la médula y que sólo podía aspirar a una rehabilitación para mantenerse activo con la esperanza de que el día de mañana salga una cura que termine con su paraplejia.
"Hasta que me enteré del caso de Mariana Vélez, una chica de Mendoza que viajó dos veces a China a una clínica especializada en células madre; la segunda vez le envié mi historia clínica y la dejó allá".
Según uno de sus médicos, una vez que a Manu le extrajeron la bala, se dieron cuenta de que el proyectil no había cortado la médula en su totalidad, “sino que quedaron algunos filamentos que la mantenían unida”.
“Lo que constituye toda una esperanza”, dice mientras acepta con una sonrisa, un billete de 20 pesos en Las Heras y San Martín.
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Desde Pekín, China, el Centro Médico Wu le contestó que está apto para comenzar el tratamiento. También le mandaron el costo: entre tratamiento, estadía (para dos, porque debe ir con acompañante), comida y hospedaje, necesita 35 mil dólares y lleva recaudado un poco menos que la mitad.
"Me dijeron que puede fallar pero me voy a arriesgar".
Entretanto, frente al calor desmedido de la tarde mendocina en Las Heras y San Martín, Manu interpreta canciones melódicas que son del gusto de los paseantes. "A mí también me gustan los melódicos", dice.
Cuenta que su vida, desde que le pasó lo que le pasó, no se ha vuelto triste. Tengo muchos amigos, mi hijo Bryan Agustín, la madre de él con la que me llevo perfecto. Junto la plata que saco en la calle y en los lugares como Leyenda, exclusivamente para la cuenta bancaria que abrí para el viaje que quiero hacer a China. Porque mi padre se encarga de mis gastos corrientes. Ya me he vuelto canchero con la silla de ruedas y en mi casa cocino y hasta hago la limpieza".
La música le sirve de mucho. “De hecho, ayer (por el jueves pasado) estuve con Soledad (Pastorutti) en la Feriagro de Luján, porque con mis amigos vamos a todos los festivales a mostrar mi historia, mi banner y mis alcancías”.
La tristeza, la amargura, es sólo por pensar que es factible que no vuelva a caminar.
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