Se sostiene frecuentemente que la familia es la primera escuela de la vida, y es en ese ámbito donde los padres intentan volcar en sus hijos los valores que les permitan ser personas íntegras, solidarias y capaces de desarrollarse en el ámbito de la sociedad.
Es un objetivo amplio que posteriormente se complementa en las aulas de los ciclos primario y secundario de la educación, a través de los maestros y profesores.
David Isaacs, doctor en Educación y docente en la Universidad de Navarra (España), expresa en su libro “La educación de las virtudes humanas” que “a todos los padres de familia les gustaría que sus hijos fueran ordenados, generosos, sinceros, responsables.
Pero existe mucha diferencia entre un deseo difuso que queda reflejado en la palabra ojalá y un resultado deseado, previsto, y alcanzable. Si la formación de los hijos en las virtudes humanas va a ser algo operativo, los padres tendrán que poner intencionalidad en su desarrollo. Para ello hace falta estar convencido de su importancia. Hay que aprovechar la cotidianidad de la vida en familia, pero se necesita aumentar la intencionalidad respecto del desarrollo y reflexionar sobre dos aspectos: la intensidad con la que se vive y la rectitud de los motivos al vivirla”.
Como se ve, se plantea un gran desafío a los progenitores y, consecuentemente, a los educadores que están al frente de las aulas.
Sin descartar el mérito de lo que el niño aprende en el hogar, enfocamos la mirada en la escuela, ámbito imprescindible en la formación de chicos y adolescentes.
En tal sentido, traemos a este comentario lo acontecido en el entorno de la escuela primaria N° 1-409 Santiago Apóstol, de Medrano (Junín), que tal vez pueda servir como programa a imitar en otros establecimientos, aunque estamos seguros de que en cada colegio hay modalidades para enfrentar estos desafíos en la formación del alumnado.
La propuesta implementada por el establecimiento de Medrano consiste en otorgar puntos a ciertas conductas asociadas a buenos hábitos y valores.
Además de aprender Lengua, Matemática y las demás materias, los directivos y docentes ponen el acento en aprendizajes esenciales que quieren que los niños se lleven de la institución. Buen comportamiento y relación con los demás, respeto por las normas de convivencia, compromiso con las tareas y participación en clases, aseo y utilización correcta de materiales ajenos, son las acciones en juego que, una vez aplicadas, reciben una determinada puntuación.
Ese apego a hábitos y valores hace que los escolares sean merecedores de puntos, que luego son canjeados por distintos artículos o mercaderías -prendas de vestir, útiles de librería y hasta zapatillas-, en una feria que se organiza a base de donaciones de la comunidad (un banco, el municipio de Junín, comerciantes y particulares).
El sencillo procedimiento promueve una sana competencia para alcanzar resultados prácticos y obtener artículos que son apreciados en las casas porque no pocas familias que mandan sus hijos a la Santiago Apóstol tienen dificultades económicas.
Gracias al sencillo procedimiento, las educadoras observaron cambios de actitud en los educandos y su interés en lograr cosas materiales que ayuden o brinden ciertos alivios, aunque pequeños, en las economías hogareñas.
Pensamos que el procedimiento puede tener diversas interpretaciones, y tal vez no falte quien razone que la iniciativa consiste en actuar bien para conseguir logros utilitarios. Sin embargo, el premiar valores se fija en la percepción del alumno como un estímulo para desarrollar hábitos, favorece cambios de actitud y los motiva a valorizar la necesidad de aprender, ser buenos ciudadanos y alumnos.
