Los sobrevivientes de Cromañón cuentan la tragedia en primera persona

Sobrevivientes cuentan cómo es vivir con los fantasmas de la fatídica noche, con la culpa de haberse salvado y con el dolor por los muertos.

Los sobrevivientes de Cromañón cuentan la tragedia en primera persona
Los sobrevivientes de Cromañón cuentan la tragedia en primera persona

La tragedia de Cromañón dejó las zapatillas descalzas de 194 jóvenes que murieron en el boliche de Once, un dolor constante de familiares y amigos huérfanos, un pantano judicial de condenas y absoluciones, y a los protagonistas involuntarios de un desastre imborrable: los sobrevivientes, que a diez años del incendio transitan las huellas del horror a través del camino de la lucha para que el infierno no se encienda nunca más.

En las retinas de los que vivieron para contar la historia están las imágenes de aquella fatídica noche del 30 de diciembre de 2004, cuando miles de jóvenes llegaron hasta el local de Bartolomé Mitre al 3000 para festejar la previa a la fiesta de fin de año de la mano de una banda de rock en ascenso: Callejeros.

Para Santiago Morales, Ayelén Stroker, Bárbara García Crespo y Eduardo Salinas, esa tragedia fue el cachetazo de realidad que los golpeó con la certeza de que "la corrupción, la ambición desmedida y la desidia, matan"; pero lejos de arrodillarse ante el dolor, desafiaron a la muerte para luchar por un mundo sin más cromañones.

En 2004, Santiago Morales tenía 15 años. Había ido a ver a Callejeros con su hermana de 17 y su hermano de 19. Sus padres, a los que describe como "sobreprotectores", los dejaron ir porque el recital era temprano y entre los tres podían cuidarse. Santiago salió de Cromañón después de 8 días de internación y un año y medio de rehabilitación; su hermana Sofía, la de 17, es una de las 194 víctimas de aquella noche.

"La tragedia me sacudió por completo. Es que todavía no había aprendido que a veces la verdad del mundo adulto es toda una mentira. Que si se incendia un boliche, tal vez no te rescate un bombero. Que si vas a ver un recital, tal vez podés morir. Me marcó para siempre", relató el joven que hoy tiene 24 años y está cursando el último año de la carrera de sociología.

Santiago convive con la culpa por haber perdido de vista a Sofía; con el orgullo de que su hermano haya entrado y salido varias veces del boliche para rescatar a otros chicos; y con el recuerdo de los brazos salvadores que lo sacaron del infierno.

"Yo sé quien me salvó. A mí me sacó un amigo de mi hermano. Pero nunca tuve el valor de acercarme a él. Me salvó la vida y tal vez este aniversario sea el momento para hablarle", reveló Morales, quien después de la tragedia se unió a familiares y sobrevivientes para pedir justicia por los muertos y una vida digna para los que quedan.

Ayelén Stroker tuvo que "aprender estrategias para seguir adelante" después del incendio de Cromañón, al que padeció con tres semanas de internación y otro año y medio de recuperación.

"Siento que me sacaron de cuajo la adolescencia", expresó la joven que también tenía 15 cuando ocurrió el incendio, de donde fue salvada por una joven a la que, con su última bocanada de aire, tomó del tobillo para rogarle que la rescatara del humo.

"En estos diez años conviví con los fantasmas de la tragedia, con la culpa por haberme salvado, con el vacío de los pibes que no están. También padecí la etapa en la que se culpó a los padres y a las víctimas, que también fue dura. Porque al duelo le tenías que sumar el dedo acusador", señaló Stroker, quien aseguró que "la recompensa de vivir" la devuelve "con más lucha para que nunca más ocurra un Cromañón".

Mientras organiza uno de los festivales por el décimo aniversario de la tragedia, Eduardo Salinas expresó que sobrevivir a Cromañón "fue la certeza de que si no nos cuidamos entre nosotros, no nos cuida nadie" porque "el Estado es eso, es lo que permitió que ocurriera esta tragedia y otras, como la (ferroviaria) de Once".

Con unos cuantos recitales encima, Salinas fue a Cromañón con tres amigos a los que perdió de vista cuando se apagaron las luces del boliche y, entre alaridos y sirenas, se encendió el horror: "Los cuatro nos encontramos a las 5 de la mañana (seis horas después del incendio). Todo ese tiempo habíamos estado rescatando o asistiendo a los pibes", sostuvo.

"En un momento vi que había apilados 10 ó 12 cadáveres. A los chicos que estaban muertos les tapaban las caras con sus remeras. Yo los destapaba para saber si uno de esos pibes era alguno de mis amigos, y me aliviaba cuando me daba cuenta que no eran, pero de repente levanto la cabeza y veo a un padre llorando. Tal vez alguno de esos era su hijo", relató.

Bárbara García Crespo tenía 17 años cuando sobrevivió a la tragedia: "Crecí de golpe y aprendí que tenemos que cuidarnos entre todos porque el Estado muchas veces está ausente. Yo no me podía quedar llorando en casa, y me dije 'por algo estoy acá, algo tengo que hacer con esto'", sentenció.

Y lo que hace Bárbara, que hoy es periodista, es luchar para que se haga justicia por los que se fueron y pedir dignidad para los que quedaron, a través de un trabajo conjunto con familiares y sobrevivientes nucleados en distintas organizaciones que, a diez años de la tragedia, sublimaron el dolor en un pedido: "Cromañón, nunca más".

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