Desde el domingo pasado, cuando los votos de los porteños en las primarias para elegir candidatos a jefe de Gobierno ubicaron en un impensado cuarto lugar a uno de los niños mimados de la Presidenta, los niveles más altos de la dirigencia kirchnerista vivieron una semana cargada de comentarios en voz baja y reproches cruzados. Todo eso agitado por dos motivos: el absurdo blooper de haber festejado la inexistente recuperación del segundo lugar como fuerza política en el distrito, y la orden de Cristina Fernández de que estuvieran todos esa noche mostrando la unidad del sector en un activo respaldo a La Cámpora.
La indicación presidencial, que como todas en la liturgia del oficialismo no admitía cuestionamientos, había bajado (el sábado previo a los comicios) por los conductos habituales que encabeza el secretario Legal y Técnico Carlos Zannini, con la advertencia de que debía cumplirse cualquiera fuera el resultado para Mariano Recalde. Era un claro gesto de autoridad política con proyección hacia el resto del calendario electoral.
"Cristina ata el destino de todos a la suerte de La Cámpora y no estoy seguro de que eso sea lo más inteligente", confesó el martes, con los resultados de la Capital a la vista y bajo el más estricto off the record, un funcionario de trato cotidiano con la Presidenta.
Lealtades
A esta altura del recorrido que va a culminar en diciembre con un nuevo jefe de Estado, Cristina se muestra cada vez más convencida de que el suyo es un gran gobierno, que su carisma personal está muy por encima de los candidatos que asoman y que su liderazgo político se mantendrá intacto tras dejar los atributos presidenciales. Ella ha decidido sostener bajo cualquier circunstancia a sus fieles muchachos de La Cámpora, y en todos los distritos habrá candidatos de esa agrupación aunque los caudillos municipales o provinciales se sientan perjudicados.
El problema es que en la cúpula kirchnerista creen que el peronismo estará siempre ligado a la misma formación, aunque no les parece trascendente que lo haga como furgón de cola. Quienes por oportunismo y no por rigor doctrinario suelen evocar palabras de Perón, quizás no recuerden que el viejo general decía que cada peronista, por más humilde que fuera, llevaba en su mochila la batuta de mariscal.
A muchos de quienes sí lo recuerdan, no les parece razonable tener que subordinarse a estos jóvenes del moderno camporismo, capaces de desvirtuar la historia y vaciar de contenido consignas muy sentidas. Como un equilibrista entre esas dos posiciones, está Daniel Scioli dando una batalla contra el tiempo que falta para dirimir la interna oficial.
En la cúpula del poder tienen en claro que el formato que presentó el kirchnerismo en la primaria de Capital Federal, se repetirá en las PASO presidenciales. Cristina alentaría la participación de todos los precandidatos para dividir el voto entre varios y que ninguno saque demasiada diferencia. Mala noticia para Scioli, quien espera una bendición que le permita convertirse en el representante obligado de la totalidad del espacio, aunque eso signifique quedar encadenado a los designios de La Cámpora.
Pero hay otros que imaginan que la contradicción se hará todavía más aguda entre Scioli y el peronismo. Con el acuerdo sellado con José Manuel de la Sota para disputar las primarias presidenciales, Sergio Massa espera recuperar aliento en las encuestas a costa del deterioro de Scioli.
Futboleros
Por el momento, en el promedio de los sondeos que se realizaron antes de su acuerdo con De la Sota, Massa estaba a casi 10 puntos de Mauricio Macri. El acto de ayer (del viernes) en la cancha de Vélez, con el estadio colmado de habitantes del conurbano, devolvió a Massa la esperanza de un final más parejo, dividido en tres tercios.
En el caso de Macri, sus operadores desbordan optimismo. Los números fueron los esperados en su fortaleza porteña y los resultados finales de Santa Fe ampliaron la ventaja de su candidato Miguel Del Sel. Los estrategas del macrismo, Emilio Monzó y Marcos Peña, dicen estar sorprendidos por el crecimiento de la imagen de su candidato en el interior del país y hablan de una ola indetenible.
Parece todavía temprano para eso, pero los argumentos que sostienen son atendibles. Afirman que la gestión en la ciudad de Buenos Aires es admirada por los habitantes del país que ven a Macri como un realizador y símbolo de un cambio político pero también atribuyen como factor determinante haber sido presidente de Boca. Lo piensan ganando el más grande de los campeonatos.